La crisis que se podía haber evitado

Como era de esperar, la crisis de abastecimiento de agua potable a la zona metropolitana derivó de evaluaciones objetivas sobre la situación al intento de atribuir culpas del problema –desde la oposición frenteamplista y organizaciones afines– al gobierno de turno, en este caso el encabezado por Luis Lacalle Pou, pero las tan burdas como infundadas “explicaciones” con esta intención han sido desvirtuadas absolutamente por hechos del pasado reciente, y que refieren simplemente que en los quince años de gobiernos de izquierda en el Uruguay, con el problema totalmente instalado en cuanto a dificultades en el caso de una sequía grande, el dinero se fue para otro lado, y en esta coyuntura más precisamente para construir el Antel Arena en Montevideo, bajo la administración del ente por la actual intendente Carolina Cosse. De esta forma los montevideanos podrían simplificarlo en una frase: “no tenemos agua potable pero al menos tenemos Antel Arena”, producto de una muy democrática elección política y de prioridades.

Y a confesión de parte, relevo de pruebas: por si había alguna duda, el exministro de Economía y Finanzas Danilo Astori y el propio expresidente José Mujica cuestionan que en ese entonces no se actuó con sentido común para hacer las obras que requería el abastecimiento de agua potable a Montevideo, y se prefirió invertir en el Antel Arena, promovido por la entonces presidenta de Antel, Carolina Cosse.

En reciente entrevista televisiva con periodistas de TV5, Danilo Astori dijo que si bien corresponde destacar el valor “patrimonial” del Antel Arena desde el punto de vista artístico y cultural, “ahora estamos hablando de otra cosa, porque desde el momento en que se toma la decisión en esa discusión la verdad es que triunfó la tesis del presidente Tabaré Vázquez de construir el Antel Arena, con efectos negativos sobre otras posibilidades de inversión del país que tenía, una de las cuales es la que está mostrando consecuencias en este momento, como es el caso del agua”.

Acotó que no se trataba solo de inversiones para OSE, sino que “también había otras opciones, otras alternativas que también el país tenía, porque estamos hablando de necesidades estructurales que deben encararse. Pero bueno, se dio en ese momento ese dilema que estamos planteando ahora. En la conducción de un país siempre puede haber más de una posición sobre temas fundamentales, y la mía no progresó, y en cambio sí se llevó a la práctica la de Tabaré Vázquez”.
En la misma línea el expresidente de la República, José Mujica, fue autocrítico sobre la gestión del agua en los gobiernos del Frente Amplio (FA), ante la situación actual de déficit hídrico. “Pienso que esto del agua lo debimos haber enfrentado mucho antes”, manifestó en una rueda de prensa.

Consultado sobre las inversiones que se podrían haber hecho para prevenir la situación actual, Mujica sostuvo que “siempre, cuando hablamos de presupuesto, estamos tirando una frazada para un lado y para otro y todo el mundo la disputa. Y a veces erramos en las prioridades y nos confiamos”.
Dijo además, consultado sobre lo que debe hacer el gobierno, que es “esperar que llueva”, una respuesta lógica ante la imposibilidad de hacer algo realmente contundente y como solución paliativa para una situación heredada y sin remedio en este momento, que es producto de haberse trastrocado prioridades en el gobierno de Tabaré Vázquez, en el que había que atender opciones en inversiones, en las que no figuraron obras para el embalse de agua con destino al abastecimiento de Montevideo, y se optó por la obra emblema faraónica de Carolina Cosse.

Ocurre que el “esperar que llueva” es consecuencia de seguir pateando la pelota para adelante en el tema del abastecimiento del agua potable a Montevideo, un tema que incluso –según manifestó Mujica– iba a explotar en la primera sequía importante, como le había manifestado su ministro de Defensa de aquel entonces, el “ñato” Eleuterio Fernández Huidobro, pero que sin embargo siguió sin atenderse.
Es cierto, estamos frente a una sequía extraordinaria que quizás nadie pudo imaginar como posible en un país en el que nunca faltó agua dulce para potabilizar, y por lo tanto hasta podría justificarse que la decisión de priorizar una obra extraordinaria para los montevideanos que no estaban del todo feliz con los resultados de la las últimas administraciones municipales del Frente Amplio, desde el de la “heladera” –como tildó Raúl Sendic al gobierno departamental de Ana Olivera— hasta la impopular intendencia de Daniel Martínez. Algo monumental había que hacer para dar una señal que volviera a enamorar a los ciudadanos desencantados y esa señal se llamó Antel Arena.

Sin embargo no fueron pocos los que aprovecharon la crisis provocada por la histórica sequía para embarrar la cancha política, empezando por el propio presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, quienes en lugar de tratar de calmar los ánimos ya caldeados de la población capitalina por no contar con el vital elemento con la calidad que estaban acostumbrados –porque de seguir gastando lo poco que quedaba de los embalses del río Santa Lucía el agua se terminaría definitivamente en cuestión de días, y eso sí que iba a ser catastrófico–, apostaron a generar más bronca y, por supuesto, culpando al actual gobierno de todos los males.

En este juego no entraron Astori ni Mujica, veteranos con una trayectoria política que no están dispuestos a tirarla por la borda por tratar de ganar unos cuantos votos con juegos sucios.

Por eso no es de extrañar que ahora reconozcan públicamente cómo se planteó el problema en su momento ante Vázquez y Cosse, donde surge inequívocamente que las tribulaciones en el abastecimiento que siguen los montevideanos son en gran medida responsabilidad de los gobiernos de izquierda que postergaron inversiones estructurales, como bien señala Astori, dejando en falso al propio presidente del Frente Amplio y buena parte de la coalición de izquierda que con tanta prisa salieron a buscar las culpas donde no estaban.

En este caso se resolvió hacer el Antel Arena, que es además una obra eminentemente de y para Montevideo, y que por lo tanto como tal debió ser financiada por la Intendencia de Montevideo, y no por un organismo nacional como Antel, para empezar, que tenía notorias carencias en sus servicio en el Interior.
Pero entonces la urgencia era el tratar de lucir una obra estandarte cuanto antes, para lucimiento personal y enganche electoral en la meca del centralismo. Y los resultados de la omisión están a la vista.