¿Pueden ser más “verdes” las ciudades?

Las ciudades son la clave para resolver la crisis climática, afirma una reciente publicación en la página del Banco Mundial en la que se alude al informe titulado “Prosperar: Hacer que las ciudades sean verdes, resilientes e inclusivas en un clima cambiante”, que se puede descargar en forma completa en idioma inglés, pero se ofrece un muy sintético resumen en español. A grandes rasgos sostiene que “La innovación y las inversiones en las ciudades con ingresos más bajos son fundamentales para alcanzar cero emisiones netas en el mundo de aquí a 2050”. Sí, en las de ingresos más bajos. El informe parte de la constatación de que las ciudades albergan hoy a más de la mitad de la población mundial y son responsables de alrededor del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, de allí que se las considere un elemento central en cualquier estrategia para hacer frente al cambio climático, pero además para “proteger a las personas de sus impactos”.

El estudio que dio lugar al informe partió de datos recabados en más de 10.000 ciudades de todo el mundo, poniendo el énfasis en el papel “que desempeñan las ciudades para lograr que las personas gocen de mayor riqueza, salud y seguridad y para revertir los efectos negativos del cambio climático en la seguridad alimentaria, el abastecimiento de agua, la biodiversidad y otros ámbitos”. También se examinó la contribución de las ciudades al cambio climático a través de las emisiones que generan “y de qué manera los hogares urbanos se verán afectados por el aumento de la frecuencia y la intensidad de los fenómenos atmosféricos, como las sequías, las inundaciones y los ciclones”.

Las ciudades de los países con ingresos más bajos solo contribuyen con alrededor del 14% de todas las emisiones de CO2 urbanas del mundo, pero son, a la vez, las ciudades de los países de ingreso bajo y mediano bajo quienes enfrentarán los peligros más graves relacionados con el cambio climático, advierte. Pero se les suma un desafío, el de plantearse un modelo de desarrollo diferente al que han seguido las ciudades desarrolladas, para evitar repetir los errores de las de ingresos más altos, ya consolidadas. Claro, se requerirán de determinados estímulos y apoyos para que ello se concrete, especialmente en los países donde no abundan los recursos para el desarrollo de infraestructura y básicamente, se vive como se puede.

Se proyecta que para mitad de este siglo el porcentaje de personas que habitan en ciudades alcance al 70%. No es descabellado ni mucho menos, por ejemplo en Uruguay la población urbana alcanza al 93% contra un 7% que vive en zonas rurales y núcleos de hasta 2.000 personas. Eso facilita muchas cosas en términos de acceso a servicios, pero también plantea desafíos importantes.

El informe plantea cierta urgencia porque las ciudades adopten “estrategias integradas de planificación urbana ecológica que aborden estos desafíos interconectados e incluyan inversiones en espacios verdes e infraestructura sostenible”. Por supuesto que desde nuestra particular visión del mundo, desde un país con escaso crecimiento demográfico, nos cuesta dimensionar la velocidad a la que suceden las cosas en otras partes del mundo. Se espera que para 2050 en el África subsahariana la población urbana crezca en 950 millones.

En el informe se recomiendan políticas para ayudar a las ciudades a reducir sus emisiones, a aumentar su resiliencia frente a las crisis climáticas y a ser más inclusivas a fin de evitar que las poblaciones más pobres sean las más afectadas por los impactos del clima. Como concepto general se plantea que la falta de inclusión “contribuye a la falta de resiliencia de las ciudades en los países de ingreso bajo y mediano bajo”, esto debido a las mayores tasas de pobreza y el menor nivel de acceso a servicios básicos que se observan en esas ciudades. Esto queda en evidencia en situaciones de emergencia, como las inundaciones, en las que los menos favorecidos son los primeros en sufrir las consecuencias. Paysandú tiene el ejemplo de cómo una zona favorecida como lo era el área del puerto antes de 1959, cambió radicalmente su fisonomía.

La contaminación atmosférica es un problema recurrente de las ciudades de los países de ingresos medianos y bajos, por más que representa en sí un desafío para todas las ciudades. Las políticas que buscan mejorar la calidad del aire pueden ayudar. Muchas de las actividades que contribuyen a la mala calidad del aire urbano, como las actividades industriales y la circulación de vehículos con motores de combustión interna, también contribuyen al cambio climático mundial. La falta de vegetación, especialmente visible en las grandes ciudades y en los países de ingreso mediano alto, puede agravar los impactos del calor extremo en las ciudades, y vaya si sabemos aquí de eso. Esto se debe a que la falta de vegetación exacerba el efecto de las islas de calor urbanas, que “puede dar lugar a temperaturas de la superficie del suelo 10°C más elevadas que las temperaturas equivalentes de la superficie del suelo rural”, indica el informe.

No desconocemos que el impacto que pueden tener en una ciudad como Paysandú es ínfimo en la escala mundial y que la contribución que se puede hacer a la reducción de las emisiones y al cambio climático es apenas testimonial. Sin embargo eso no quiere decir que no haya que hacerlo. La otra razón por la que hay que hacer el esfuerzo de plantearse que la nuestra sea una ciudad más verde, es que eso va a repercutir en una mejor calidad de vida y además porque será en este tipo de ciudades en las que todos querremos vivir en el futuro, a corto plazo además.