Gobernabilidad en América Latina y la popularidad de sus mandatarios

Los presidentes latinoamericanos se encuentran en distintos momentos de su mandato. A Luis Lacalle Pou le faltan 20 meses para abandonar su cargo mientras que Luis Inácio Lula da Silva, recién transcurre su quinto mes en Brasil.

Algunas asunciones fueron históricas, como el caso del colombiano Gustavo Petro, quien se transformó en el primer presidente de izquierda en la historia de su país. Otros llegaban con la voluntad de realizar cambios radicales y transformaciones sociales, a impulsos de su juventud. Y un ejemplo de eso es Gabriel Boric, en Chile.
Sin embargo, en las campañas políticas de los últimos años se observa una particularidad que se repite, sin importar si gana la izquierda, el centro o la derecha. Y es que todos asumen luego de hacer acuerdos con partidos o sectores bien distintos entre sí, pero que suman al lema que apoya al candidato. Y así ganan, pero una vez en el sillón presidencial, deben tanto cumplir con las promesas de campaña como mantener las alianzas.

En las últimas semanas en Colombia se observan las presiones que ejercen los conglomerados de partidos y las reformas prometidas por Petro, se hunden. El presidente busca cambiar aspectos relativos a la seguridad social, el empleo y la salud, pero no encuentra la base política necesaria. De la coalición ya queda poco y se suman escándalos que denuncian el uso de dinero ilegal en las campañas electorales, entre otros reclamos por corrupción. El congreso de la nación no tiene paz y las discusiones se encuentran “congeladas” buscando mantener el orden interno.

Mientras que en Brasil, se aprobó la denominada ley del “Marco Temporal” que supone una derrota para casi un millón de indígenas y el gobierno de Lula da Silva. Con esta votación, quedan debilitados los ministerios de Medio Ambiente y de Pueblos Indígenas, dos colectividades políticas que se sumaron al entonces candidato para que éste alcance el sillón presidencial. La ley mencionada modifica el sistema de delimitación de las tierras de los pueblos aborígenes y fue promovida por el sector de los agronegocios. Si la ley se aprueba en la cámara alta, los pobladores que no puedan probar que vivían allí el 5 de octubre de 1988 –cuando se promulgó la Constitución– perderán sus derechos. Corren el riesgo de ser desalojados definitivamente. Y conviene aclarar que no sólo votó a favor el partido de Jair Bolsonaro, sino los partidos que son la base del gobierno actual como el Partido Social Demócrata, entre otros.
Boric tiene otro tanto. Los trasandinos atraviesan por uno de los mayores brotes de virus respiratorio sincicial, con un crisis sanitaria de importancia mientras sufren grandes dificultades para atacar la emergencia, luego de la pospandemia por COVID-19.

El disparador del debate político chileno por la crisis de la salud fue la muerte de una beba de tres meses, aquejada de neumonía, que murió a la espera del traslado a un centro que tuviese una cama pediátrica disponible. La única opción en ese momento estaba en Arica, a más de 2.000 kilómetros de distancia, pero luego se supo que un centro privado –la Clínica Las Condes– tenía un cupo libre en la capital, Santiago. El terremoto político está centrado en ese “error” y en otros ejemplos similares.
En forma paralela, naufragó la reforma tributaria del presidente de izquierda que buscaba captar el 3,6% del Producto Bruto Interno y era un pilar fundamental para financiar su programa de gobierno.

En Argentina, el 13 de agosto se realizarán las primarias (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), el domingo 22 de octubre serán las elecciones presidenciales y, a estas alturas, son más los candidatos que han bajado sus postulaciones, que aquellos que confirmaron su candidatura.
El país vecino está golpeado por una alta inflación que amenaza pasarse a “híper” mientras el peso argentino no marca ni en las pizarras.
El gobierno de Alberto Fernández se ha abocado en los últimos meses a la difícil empresa de la refinanciación de más de 40.000 millones de dólares de deuda con el Fondo Monetario Internacional. La inflación en los últimos doce meses creció al 114,2% –aproximadamente 9% mensual– , en tanto la pobreza aumentó un 43% y eso implica que casi 13 millones de argentinos no tienen dinero para solventar los gastos básicos del hogar.

Los niveles de popularidad de cada mandatario son diversos pero con dos excepciones bien diferenciadas: el salvadoreño Nayib Bukele, que recibe cerca del 90% y Andrés López Obrador, en México, con 65%. Los demás oscilan entre el 16% de Guillermo Lasso en Ecuador, hasta el 50% de Lula, que aún disfruta de la Luna de Miel del primer año de gobierno. En la mitad de la tabla se encuentra Luis Lacalle Pou con 45%, en este caso con tres años de mandato, resistiendo al clásico desgaste presidencial. Los demás han caído bastante más, como es el caso de Boric que recibe un 30% luego de asumir el 11 de marzo del año pasado.

Es decir, las denominadas “luna de miel” son cada vez más cortas y los votantes perdonan menos, reclaman más y exponen a sus líderes a una pérdida de capital político en forma vertiginosa.
La conformación de coaliciones heterogéneas vuelve difícil la convivencia entre partidos del gobierno. En Uruguay, ocurrió con la remoción de la ministra de Vivienda, Irene Moreira, perteneciente a Cabildo Abierto.
De esa forma aparecen las fisuras que hoy son bastante más notorias en los países de la región. Una vez finalizada la pandemia, el factor económico, la seguridad ciudadana y el empleo están sobre las mesas de la discusión política de toda la región.

Los gobiernos tienen las mismas urgencias y las oposiciones en cada lugar pretenden –y exigen– que se resuelvan con la misma inmediatez. Pero cada país tiene sus particularidades, con distintos niveles de desarrollo y las expectativas sociales son tan diversas, como la desigualdad que mantiene el continente históricamente. Por eso, el desafío de los mandatarios es doble. Mantener la gobernabilidad y garantizar durante su gestión, que cumplirán con las promesas electorales que obstaculizan sus propias coaliciones.