Incertidumbre en el comercio exterior, mientras siguen problemas estructurales

Tras sacudones por la recesión que generara la pandemia de COVID-19, y la posterior incidencia negativa de la guerra por la invasión rusa a Ucrania, las perspectivas del comercio mundial siguen sin determinar tendencias definidas que permitan despejar la incertidumbre global, y por lo tanto subsiste el mar de conjeturas que se han venido tejiendo por los analistas, quienes alternan golpes en la herradura y en el clavo, por cierto, ante los escenarios cambiantes.
En 2008, cuando se desató la crisis financiera desde Estados Unidos por la burbuja inmobiliaria y el fenómeno de arrastre, los impactos fueron relativos, porque estaba en curso paralelamente la bonanza derivada del elevado precio de los commodities y bajas tasas de interés que se mantuvieron hasta 2014 aproximadamente, y en este período Uruguay se vio beneficiado por esta oleada positiva, que tuvo ingresos extraordinarios a partir de la economía de base agropecuaria que permitió un sustancial reciclaje de riqueza.
El comercio de bienes global creció apenas un 2,7 por ciento en 2022, pero partiendo de un piso muy bajo por la pandemia y la guerra en Ucrania como factores inmediatos. Previamente, en 2020, el intercambio comercial retrocedió nada menos que un 5,1 por ciento, para recuperarse en un 9,4 por ciento en 2021, cifra esta engañosa dada la magnitud de la caída previa, que fue determinante para que numerosas empresas desaparecieran o se redujeran, sobre todo en sectores como el transporte, la hotelería y el turismo, como los más notorios.
En este contexto, la Organización Mundial de Comercio (OMC), espera que el comercio siga desacelerándose en el futuro inmediato, aunque manteniéndose en terreno positivo, y creciendo posiblemente no más de un 1,7 por ciento respecto a 2022, pese al factor favorable de la apertura de la economía china el año pasado tras las restricciones por la COVID-19.
Empero, y siempre basándose en supuestos, los analistas internacionales prevén que en 2024 haya un repunte hasta de un 3,2 por ciento, acompañado de una mejora en la actividad global, pero naturalmente siempre y cuando no surjan factores distorsionantes como lo que se han dado en los últimos años precisamente y que dieron vuelta todos los pronósticos optimistas que se habían manejado.
Además, hay tensiones latentes o manifiestas de orden político, volatilidad financiera, endurecimiento de la política monetaria y políticas proteccionistas en determinados países.
Una muestra de esta escenario global traducido a la situación interna de países, lo tenemos en Uruguay, cuyas exportaciones han venido cayendo sistemáticamente desde el último trimestre del año pasado, por problemas de precios y mercados, pero también por factores endógenos en la región, como la sequía, que ha afectado la producción agrícola y la ganadera, entre otras.
Un análisis de técnicos del BBVA, para el suplemento Economía y Mercado del diario El País, señala sobre este aspecto que al observar la composición del flujo comercial uruguayo y sus destinos, es notoria la preponderancia que han adquirido la soja y la celulosa, con la consolidación de China como principal socio comercial y una mayor participación de Estados Unidos, lo que provoca un desacople de la dependencia de la región, lo que es un elemento positivo, sin dudas.
En este proceso, las exportaciones uruguayas llegaron en 2022 a un nivel histórico de 13.356 millones de dólares, en tanto que se importó por un valor de 12.973 millones de dólares en el mismo lapso.
Pero evidentemente en el último período del año pasado y lo que va de 2023 las exportaciones han mantenido un constante descenso respecto a similares tramos del año previo, en parte por una merma en los precios internacionales pero también por menor volumen, lo que da la pauta de que el escenario mundial ha decaído y también la producción, como consecuencia de la persistente sequía regional.
Es de esperar en el futuro inmediato una recuperación de la soja en cuanto a volumen de producción una vez superada la sequía, a la vez que la entrada en producción de UPM 2 implica también mayores volúmenes de celulosa que saldrán de nuestro país, pero con el arrastre en ambos casos de precios internacionales que se han debilitado.
Las cifras del último año indican que cinco destinos concentran el 60 por ciento de las colocaciones uruguayas en el exterior, y no se espera que estos destinos se comporten con mayor dinamismo que el año pasado, lo que indica que la interrogante sobre la demanda externa se mantiene en todos sus términos.
En el plano comparativo, los valores de intercambio global todavía no han vuelto en valores a los que había antes de la crisis de 2008, por lo menos en lo que respecta a los bienes primarios, aunque la expectativa mejora en lo que respecta a servicios de elevado valor agregado, tecnologías del conocimiento y también energías renovables, incluyendo la perspectiva que se abre en el marco del proyecto de producción de hidrógeno verde.
Y si bien se es optimista respecto a que pueda contarse con mejores posibilidades de la mano de una mayor inserción internacional, paralelamente el país sigue arrastrando serios problemas de competitividad, con altos costos internos medidos en dólares, los que inevitablemente se trasladan a nuestros productos de exportación y acentúan la incertidumbre sobre el futuro inmediato.
Asimismo, pese a la tentación y necesidad de una mayor inserción internacional, agregado a los problemas de competitividad tenemos productos encarecidos por la falta de acuerdos de libre comercio con terceros países o bloques.
Ello implica el tener que pagar elevados aranceles en mercados donde nuestros competidores en productos primarios ingresan libres de gravámenes, lo que da la pauta de que es preciso que se apure el paso en las gestiones diplomáticas y comerciales que permitan avances en este terreno, al mismo tiempo que se llevan adelante políticas de Estado y decisiones de política interna que incluyan medidas con relación al tipo de cambio –un tema recurrente en los sucesivos gobiernos– que nos encarece y enmascara los problemas estructurales que venimos arrastrando desde hace décadas.