Luego de una trayectoria de casi veinticinco años en la docencia, actualmente Zulma Machado Carballo (71) es la secretaria de la Asociación de Jubilados de Guichón, rol que desempeña con gran dedicación desde el 2019 con la certeza de que “a pesar de la edad que tenemos nos queda mucho para dar” y ese precisamente es el mesaje que quiere transmitir a sus pares.
“Nací en la ciudad de Durazno, pero después mis padres –Aida Francisca y Oraldo– se vinieron al departamento de Paysandú, donde estaban mis abuelos maternos, y mi vida transcurrió en el campo porque ellos eran trabajadores rurales. Mi primera maestra fue mi madre, que me enseñó a leer y escribir, me enseñó geografía e historia del Uruguay, entre tantas cosas”, recordó en la charla que mantuvo con Pasividades.
“A los 6 años, una hermana del patrón de mis padres que era jubilada de maestra me mandaba una cantidad de tareas por semana en dos cuadernitos viajeros que tenía, yo las hacía y siempre volvían con un ‘te felicito’ o ‘felicitaciones’, hasta que llegó la hora de iniciar la primaria y fue en el Colegio del Huerto, en Paysandú. Me hicieron una prueba de ingreso, porque entré en mayo y estaba capacitada para segundo año. Ahí fue mi inicio escolar, luego por circunstancias familiares de salud mi madre tuvo que viajar a Montevideo, me fui con una tía y el tercer año lo hice en la Escuela 8. Al año siguiente, cuando mi madre regresó, volvimos a Merinos, el pueblito donde estaban mis abuelos y empecé a ir a la Escuela 18, que se encuentra en el límite de los departamentos de Paysandú y Río Negro, pero que ya desde aquel entonces pertenecía a Río Negro. Hice los tres últimos años de escuela y en Guichón los 4 años del liceo, porque acá no había preparatorio como se le llamaba en aquel entonces, estoy hablando del 70. Fui a Paysandú e hice el preparatorio de abogacía, hoy Derecho. Mi madre quería que fuera maestra pero a mí no me gustaba, así que en vacaciones me fui a Montevideo con mi abuela paterna y me inscribí en la Facultad de Derecho, hice una prueba y la salvé. Pero como aún faltaban algunos meses, me vine a Merinos con mi abuela materna porque mis padres continuaban trabajando en el medio rural, y empecé a trabajar en una barraca de lanas y cueros que se llamaba Frutos del país y ahí estuve 3 años”, contó.
SU FAMILIA Y LA DOCENCIA
Aunque sus planes iniciales eran otros, quiso el destino que retornara a Guichón, donde contrajo matrimonio con Washigton Edgar Herou “y tuve 4 hijos”, Aníbal Fernando (fallecido), Andrea María, Washington Jesús y Dahiana Gabriela.
“Mi vida transcurrió criando mis hijos y luego en el año 91 hay un llamado en Secundaria para docente de Dibujo en el Liceo de Guichón, y me inicié en la docencia. Aunque no era profesora, era bachiller con estudios de dibujo –hice en la Academia Pitman un curso gráfico– y ese diploma me sirvió e ingresé como docente de Dibujo en el 91. Trabajé en el Liceo de Guichón, en el Liceo Rural de Piedras Coloradas y así lo hice durante casi 25 años. Concursé por Mérito y Oposición, en el año 2003 fue el último concurso y me efectivicé en el Liceo de Guichón y luego fui referente en el Plan Ceibal”, relató.
LA DOCENCIA “ME ENCANTABA”
“Si naciera de vuelta sería profesora de Dibujo, haría la carrera porque me encantaba, lo hacía con una vocación y un cariño, porque siempre me gustó trabajar con los adolescentes porque son como una esponja, todo lo que le enseñas absorben”, aseguró.
De esta manera, “transcurrí casi 25 años hermosos de mi vida junto con los estudios de mis hijos, y me jubilé en el año 2015”, señaló.
Sin embargo, “en ese entonces, con 64 años me sentía joven porque veía que tenía mucho para dar y me involucré en Ajupegui, donde mi esposo era presidente. Primero iba para colaborar en forma participativa y después desde el año 2019 ya en el rol de secretaria. Me encanta lo que hago, me siento feliz por lo que estoy haciendo”, enfatizó.
“HAY QUE SEGUIR ADELANTE”
“A pesar de muchas cosas negativas que he tenido en mi vida con respecto a mi familia, enfermedades, fallecimientos”, como el hecho de que “se me fue un nieto demasiado joven, con 19 años (en un accidente de tránsito), y eso marcó mi vida, hay que seguir adelante”, sostiene plenamente convencida que “la vida es linda y hay que tratar de vivir lo mejor posible dentro de todas las contrariedades que puedan existir”.
“Como todo ser humano he tenido mis épocas excelentes y otras no tanto. Cuando estamos felices y bien se vive muy bien, pero lo importante es que hay que aprender a vivir con las dificultades, con el dolor de las pérdidas de nuestros seres queridos, aprender a vivir sin ellos pero con sus recuerdos”, consideró.
Aconsejó a los adolescentes que “se preparen en la vida, que estudien, que no desperdicien su tiempo porque es oro en la vida del ser humano. Estamos de paso y tenemos que aprovechar y dar satisfacción a nuestros padres y a nuestros seres queridos, ser buena persona en todos los aspectos, y eso se logra a través del estudio, la práctica de deportes, hacer lo que les gusta y trarar de vivir una adolescencia feliz”.
Y dirigiéndose a aquellos no tan jóvenes, “de la tercera edad como yo, les daría un mensaje de alegría, de armonía, de que nada es tiempo perdido, que a pesar de la edad que tenemos nos queda mucho para dar, que nunca nos sintamos solos, que siempre busquemos estar en comunidades con nuestros pares y tratar de hacer actividades en la medida que la salud física y mental lo permitan, tratar de involucrarnos siempre y no quedarnos detrás de la puerta”, recomendó.
Plenamente activa, aún disfruta de la compañía de su mamá de 88 años y se ha dedicado a sus nietos, Emma Paulina, Washington Esteban ‘Tito’ (fallecido), Fernanda Pilar, Ahinara, Sofía Belén, Bianca, Axel Exequiel, Felipe y Victtoria, y su bisnieto Máximo. Una mujer con mucho amor y dedicación hacia su familia y su comunidad, que ahora trabaja en un proyecto para instalar una biblioteca en Ajupegui y para el cual ya ha recibido las primeras donaciones de libros, con lo que indudablemente demuestra que aún tiene mucho para ofrecer.
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