Desequilibrios internos y tipo de cambio

Tradicionalmente, en el mundo de la economía referirse a un “atraso cambiario” en Uruguay era poco menos que tabú, al ser considerado como una especie de incitación a la devaluación, porque se remonta al recuerdo de situaciones traumáticas en el Uruguay por efectos de ir acumulando presión en el sistema cambiario y la economía, que en determinado momento estalla por ser imposible de contener, como ocurrió en 1982, y más cercano en el tiempo sobre fines de la década de 1990.
Sin embargo, con estos antecedentes, esta problemática es analizada con una mirada mucho más actualizada y racional en base a lo que ha venido ocurriendo en Uruguay ya más cercano en el tiempo, en todos los gobiernos, y es que el tipo de cambio es utilizado como un instrumento de estabilidad y de anclaje para determinados parámetros, como la inflación, pero con consecuencias negativas ostensibles sobre otras áreas de la economía.
Recientemente el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) organizó un panel con especialistas económicos, con el objetivo de analizar el comportamiento del dólar en Uruguay, una preocupación que en particular vienen teniendo en últimos meses los sectores productivos nacionales, en especial el agroexportador.
Precisamente el eje está puesto en situaciones que han derivado en que se haya llegado a un atraso manifiesto, –según The Economist, la divisa norteamericana debería estar por encima de los 50 pesos– y sobre todo, en cómo salir de este problema que afecta seriamente al sector exportador y que se traslada a otras actividades y a la economía en general.
El intercambio a que nos referimos fue moderado por el director ejecutivo del CED, Agustín Iturralde, y fue protagonizado por la responsable de asesoría económica de la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU), María Laura Rodríguez, el director ejecutivo de Ceres, Ignacio Munyo y el socio-director de Vixión Consultores, Aldo Lema.
La representante de los exportadores calificó el “problema como muy grave y que necesitaba ser resuelto. Hace unos días recibimos una delegación de japoneses y nos dijeron sobre lo caro que está Uruguay. Y cuando un japonés te habla sobre lo caro que está Uruguay, es la mejor medición para salir de los indicadores e ir al de la vida real”.
Respecto a las razones para ello, Rodríguez apuntó que en la actualidad hay “una situación de precios internacionales a la baja combinado con un dólar en el subsuelo que afecta a los exportadores”.
“El Banco Central del Uruguay (BCU) siempre está diciendo que hay un mercado transparente y que el tipo de cambio es el que es por la demanda. Pero el año pasado hubo jugadores en el mercado que no participaron, como Ancap que compró dólares directamente al BCU sin pasar por el mercado, variable que afectó, aunque posteriormente se logró resolver. Hubo, como en ese caso, factores típicamente domésticos que provocaron que Uruguay tuviera una caída mucho mayor (del tipo de cambio) que el resto del mundo. ¿Tenemos fundamentos económicos para que el peso uruguayo sea uno de los más fuertes del mundo?”, se preguntó la economista, quien además cuestionó el fuerte aumento de las tasas de interés que llevó adelante el BCU hasta fines de 2022.
En esta línea, Rodríguez resumió que el año pasado “se generó un desfasaje muy fuerte en la caída del dólar que se mantiene en 2023”. “En inflación hoy somos el mejor de la clase. Tenemos una inflación de 4,11% cuando la del mundo es de 7%. El mundo venía de una inflación de 3,5% antes de la pandemia y ahora está en 7% luchándola. Nosotros que veníamos de 8 o 9%, estamos en 4%. Esto tiene un costo, no es gratis y lo paga el sector exportador”, resumió Rodríguez.
Ignacio Munyo, por su lado, trajo a colación que “hace exactamente seis años me tocó participar de un evento parecido en la Rural del Prado también para hablar del atraso cambiario. La situación y la discusión eran muy parecidas. El desalineamiento cambiario con respecto al promedio histórico de la paridad real del tipo de cambio con Estados Unidos hoy es muy parecido a lo que era en setiembre de 2017”, apuntó el director de Ceres.
“La conclusión en aquel momento es que la única forma de salir de una situación así viene por el lado fiscal. El corazón del problema del desalineamiento es fiscal. La única intervención genuina que puede haber por parte del gobierno para salir de un tipo de cambio que no es el que la economía o el sector productivo puede desear es con superávit fiscal. Y si uno compara hoy la situación fiscal con respecto a setiembre de 2017, es impresionantemente parecido. El gasto en porcentaje del PBI en setiembre de 2017 era 30,5%. Hoy es 30,5%”, precisó Munyo, quien añadió que en los últimos 12 meses el gasto en el año móvil creció 3% real.
En el caso de Lema, el economista consideró que cuando se habla de atraso cambiario, no se puede comparar con Argentina, ya que “si la moneda se aprecia” —como en el caso de Uruguay— implica también que se hicieron cosas bien.
“Cuando un país hace las cosas relativamente bien su moneda tiende a apreciarse. Cuando hablamos de alineamientos cambiarios deberíamos incorporar más variables y sus fundamentos. Por ejemplo, la posición de riqueza del país, el comportamiento del gasto privado respecto al producto, el diferencial de crecimiento per cápita que tenemos con el resto del mundo y los términos de intercambio, entre otros. No importa tanto el déficit fiscal, como el tamaño del gasto público. La verdadera variable relevante es el tamaño del gasto público. Y bajar un punto el gasto público primario (sin considerar pago de intereses) del producto, que implicaría un esfuerzo enorme, subiría el tipo cambio real entre 1% y 2%”, argumentó.
Todos argumentos de recibo, por cierto, con miradas desde diversos ángulos, pero que en esencia refieren a que se debió haber hecho correcciones en su momento para reducir esta dependencia del anclaje del dólar en cuanto a estabilidad e inflación, todo lo que ha llevado a que Uruguay resulte efectivamente en un país caro en la comparativa internacional, y no solo en la región, al punto de que como bien expresara la representante de la UEU, hasta los japoneses se asombran de lo caro que es el Uruguay.
Y el ser caro implica serios problemas para el comercio exterior, porque no solo desaloja a nuestros productos de exportación de gran parte de los mercados, sino que además los de producción nacional son desalojados por los importados más baratos, debido precisamente a nuestros altos costos en dólares.
Ergo, la raíz del tema es como hacemos para ser más baratos en la comparativa internacional sin hacer que el dólar suba en forma desequilibrante y consecuentemente también lo haga la inflación, haciendo entonces que los costos también suban y por ende perdiendo por un lado lo que se gane por el otro.
Este es el dilema para el que los economistas no han aportado soluciones prácticas de consenso más allá de la lógica de que el Estado gaste menos y pese menos sobre los sectores reales de la economía, porque en todos los casos estaríamos hablando de un proceso sostenido, de mediano y largo plazo, para evitar situaciones traumáticas y peor aún, hacer que el remedio no sea peor que la enfermedad. Que es precisamente lo que no se ha querido abordar por los sucesivos gobiernos para no pagar costos políticos en la siguiente elección, y seguir solo maquillando la situación.