Escribe Danilo Arbilla: Debería considerarlo

En el Medio Oriente recién empieza, otra vez. Lo de Hamás no tiene perdón. No tiene justificación ni explicación alguna; por más que los aliados de los palestinos y sus correligionarios –políticos, ideológicos y religiosos, según se ubiquen–, traten de confundir. Hablan de paz y diálogo. ¿Paz?, ¿chapoteando en la sangre de los bebés degollados?; ¿diálogo? ¿pisoteando los cadáveres de las muertas violadas? Son crímenes que no pueden quedar impunes. Al terrorismo hay que combatirlo. ¿No hacerlo por miedo al caos, que es lo que los terroristas buscan? Es un riesgo a correr: esperemos y esforcémonos para que solo sean instantes, pero que son necesarios. Si no ¿cuál es la alternativa? ¿Vivir en un clima de terror, con el miedo constante a cuándo volverán a entrar a degollar, a violar y a matar al barrer? Un cuento de nunca acabar.

En Argentina, en tanto, como ellos mismos dicen, se vive un “quilombo” de novela. ¿Qué va a pasar? ¿Quién lo sabe? Confiar en los medios, difícil: cada uno juega su partido. ¿En los periodistas? También están “ubicados” y desubicados, apartándose de su tarea periodística, confundiendo, desinformando, transformándose en fiscales, cretinos útiles y en protagonistas que se golpean el pecho con una soberbia y un ego desbordante. No son confiables, aunque algunas veces nos guste y estemos de acuerdo. En fin, no es como yo entiendo cual debe ser la tarea del periodista.
Y aquí, donde para el resto de la Tierra se vive en un remanso de paz, de concordia, de flores, besos y sonrisas, también tenemos nuestros “quilombos”.
El “caso Penadés” es el de esta hora. Está actuando la Justicia y aparentemente bien. Sin embargo no basta; la oposición va por más: por el ministro del Interior, Luis A. Heber.

Lo del exsenador no me sorprendió demasiado. Había cosas que se sabían o sospechaban y otras sobre las que se escuchaba cada tanto, en temporadas.
Podía ocurrir y ocurrió y por muy amigo que se fuera lo de “poner las manos” en el fuego resultó algo apresurado. Reitero lo que ya he consignado desde aquí: cuando los amigos son tuertos uno los mira de perfil, pero cuando uno ocupa cargos públicos no debe obviar que les falta un ojo.
Heber, es notorio, era un blanco obsesivo para la oposición. Los revolcó más de una vez en el Parlamento, las estadísticas en represión del delito lo favorecían y dejaban mal parada a la administración anterior, de la cual, además, destapó unas cuantas “faltas” y cositas raras. Están en la Justicia, cierto que tratadas no con la misma diligencia que otras. Parecería que unas son más “elegidas”. Y esto sí es una noticia que no debería echarse al olvido ni en saco roto.
Respecto a la descubierta “trama policial”, Heber y su Ministerio tienen parte del mérito, porque que yo sepa los fiscales no tienen cuerpos de detectives propios; la que investiga es la Policía, cosa que sí se ha dicho, pero como al pasar.
Pero Heber cometió un acto de soberbia, cuando desde el ministerio respaldó personalmente a su amigo. Es el ministro.
No porque sea mala su gestión, que no la ha sido, ni admitiendo que la oposición tenga razón, que no la tiene, pero hoy es un blanco fácil, un flanco débil para el gobierno; y lo seguirán explotando. Como político de raza, como hombre de bien, que lo es, y como hombre de gobierno debería considerar la opción de renunciar, pienso.
Y yo que pensaba escribir sobre candidaturas blancas.