Escribe Ernesto Kreimerman: En enero, ¿no deberíamos sumarnos al nuevo BRICS?

A veces hay que tomarse unos minutos para revisar los números de la realidad para ajustar las dimensiones de las cuestiones que se debaten. Según los datos del FMI, Estados Unidos es la mayor economía del mundo: 26.854.600.000.000: expresado en palabras, 26t 854b. Es una cifra tan gigante, que cuesta descifrar su significado. Se explica por el vigor de varias industrias: el pujante sector tecnológico y un dinámico mercado de consumidores.
También son factores claves la tecnología, la atención sanitaria (aún en la asunción que es inequitativa) y las finanzas (incluyendo, los mercados intangibles). Todo ello se combina para hacer de su economía, la número uno del mundo. En volumen y en sofisticación.

Detrás, segunda en el ranking del FMI, China. Ha alcanzado un PBI del orden de los 19t 373b, o sea, 19.373.590.000.000. Aunque en una rápida transformación de su vocación, la economía china se ha caracterizado por la manufactura y la exportación a gran escala, pero ha agregado tecnología. Obviamente, su mercado interno de 1.464 millones de habitantes lo hacen único, con fuertes inversiones en infraestructura y tecnología.

En este ranking del FMI les siguen:
3. Japón; $4t 409b ($4.409.740.000.000),
4. Alemania; $4t 308b ($4.308.850.000.000)
5. India: $3t 736b ($3,736,880,000,000)
6. Reino Unido: $3t 158b ($3,158,940,000,000)
7. Francia: $2t 923b ($2,923,490,000,000)
8. Italia: $2t 169b ($2,169,750,000,000)
9. Canadá: $2t 89b ($2,089,670,000,000)
10: Brasil: $2t 81b ($2,081,240,000,000)
En cuanto a Brasil, que cierra el top ten, tuvo mejores posiciones, pero durante el período de gobierno de Jair Bolsonaro fue perdiendo peso específico y calidad política. Ahora, de la mano del liderazgo de Lula da Silva, Brasil no sólo ha recuperado iniciativa política, sino que sus números empiezan a reflejar una revitalización de su economía.

EE.UU. y China

Durante la Administración Nixon, guiado por Henry Kissinger, Estados Unidos, dio un giro a su política internacional cuyo impulso comienza a agotarse hacia el año 2.000. Desde su perspectiva, cambiaron de una posición de dominio a una de liderazgo. Fue labor de HK, apoyado por Richard Nixon.

Cuando Richard Nixon asumió la presidencia, Estados Unidos no tenía contacto con China, la nación más poblada del mundo; ni ningún tipo de diálogo con la Unión Soviética, las dos potencias nucleares. Vale recordar que casi todo el mundo musulmán no tenía relaciones diplomáticas con EE.UU.; y la diplomacia de Oriente Medio estaba estancada. El país sumergido en una crisis nacional muy aguda. Tiempos de reclamos de derechos civiles, de movilizaciones sociales, y también asesinatos políticos. Pero los avances científico-tecnológicos, la marcha impetuosa de la medicina y la carrera espacial daban espacio para el optimismo.

Cambios de eje…

A partir del Comunicado de Shanghái, de febrero de 1972, ambos países asumen el compromiso de normalizar las relaciones diplomáticas. Allí se abrieron las puertas a una nueva senda de colaboración. En 1979 hay un salto en intensidad, y el rol de China como el gran exportador de manufactura primero, y luego de manufactura y tecnología después, fueron transformando y profundizando las relaciones comerciales. Iniciado el nuevo milenio, China ya era la segunda economía mundial.

Este crecimiento de China ha modificado el escenario global, y amenaza especialmente a la hegemonía estadounidense pero también la de la Unión Europea. Por ejemplo, China ya es el principal socio comercial de países de África y de América Latina, incluso, también un inversor significativo. Por ello, en la mirada global, este avance no se reduce solo a lo comercial: la cuestión hace tiempo que llegó al plano estratégico.

BRICS…

En setiembre de 2006, a propuesta del presidente ruso Vladimir Putin, se reunieron los ministros de exteriores de Rusia, Brasil y China, y el de Defensa de India. En julio de 2008, el presidente ruso Dmitry Medvedev se reunió con el presidente Lula da Silva, el primer ministro indio Manmohan Singh y el presidente chino Hu Jintao al margen de la Cumbre del G8 en Toyako (Japón), por iniciativa de Rusia. Ya para entonces, a esa instancia se la reconoce como BRICS. En 2013 ya los BRICS resumían el 27% del PIB mundial, el 42% de la población del planeta, y el 26% de las tierras.

El activismo del núcleo fundador es intenso: 2010 Brasil; 2011 China; 2012 India; 2013 Sudáfrica; 2014 Brasil; 2015 Rusia; 2016 India. Además de un innumerable conjunto de reuniones al margen de cumbres presidencias y de otros organismos multilaterales.

Destaca en esa labor la VI Cumbre del BRICS (Brasil, 15 y 16 de julio de 2014): se firma el Acuerdo sobre el Nuevo Banco de Desarrollo y el Tratado para el Establecimiento de un Acuerdo de Reservas Contingentes del BRICS. Estas instituciones contarán con un total de 100.000 millones de dólares. El capital suscrito es de 50 mil millones.

En enero 24, un salto cualitativo

Circunstancias políticas múltiples debilitaron el tono de los BRICS. Pero superadas, y tras la cumbre de agosto último, la número 15, el grupo relanza sus propósitos, fortalece su accionar y suma socios: a partir de enero de 2024, se suman Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.

Otros 40 países también han solicitado integrarse. Desde Europa y también desde Estados Unidos, ya perciben que aquella idea difusa, de buenos propósitos, comienza a tomar forma y a redefinirse. En parte, consecuencia de la guerra Rusia-Ucrania toda vez que se la observa como un asunto macro y no un conflicto de vecindad, de contiendas fronterizas.

La comunidad de inteligencia de Estados Unidos hace muchos años que viene discutiendo un reordenamiento de sus posiciones de interés a nivel global. Y aunque es evidente que prefieren una relación directa con China, que debe incluir capítulos temáticos de cooperación y otros, más sensibles, “de cooperación absolutamente crítica”, entienden que deben establecer prioridades que sostengan alianzas comerciales y políticas con regiones.

Esta movida de China, empujada también por el presidente Lula, abre un camino posible en un momento estático en las relaciones internacionales. La propia experiencia del gobierno uruguayo es una clara demostración de ello. El Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, que preside Dilma Roussef, y que tiene su sede central en Shanghái, y una oficina regional en Johannesburgo, se ha reactivado a la luz de este nuevo empuje.

¿Y nosotros?

Uruguay junto a Bangladés y Emiratos Árabes Unidos, adhirieron al banco en 2021. Poco después, en el 2023, se sumó Argentina.

Ahora que este espacio de los BRICS se potencia, se entona, y se amplía a partir de enero del 2024, es decir, dentro de 3 meses, ¿no habrá llegado el momento para que Uruguay tome decisiones que sean consensuadas y audaces? Para ello debería antes debatirse en tono académico, político y comercial, el significado de recorrer un camino nuevo frente a la falta de resultados de los intentos de los últimos lustros, más allá de los gobiernos.

Hasta ahora, llevamos muchos años intentando lo mismo y no logrando avances. Por momentos, parece que vivimos en aquel pueblo blanco de la canción, que “por no pasar, ni pasó la guerra, sólo el olvido…”.

Así las cosas, a partir del próximo enero, ¿no deberíamos sumarnos al nuevo BRICS?