Una encrucijada que no termina el domingo

Las elecciones de este domingo en Argentina con llevan mucho más que una renovación de gobierno, al cabo de cuatro años en los que el actual presidente Alberto Fernández heredó una economía muy complicada –por decir lo menos– y que no solo no supo rescatar, sino que siguió hundiendo hasta límites indecibles; cuando a su vez su antecesor Mauricio Macri había heredado el desastre de los gobiernos K, con una deuda externa enorme, una corrupción extendida, un déficit fiscal impresionante compuesto por el elevadísimo costo de planes sociales y subsidios internos, un sistema de cambios delirante y un esquema de poder sindical desestabilizante para cualquier gobierno, pero mucho más para uno no peronista.
En este reparto de cartas, la mano viene muy brava, con el agregado de ingredientes específicos que determinan una incertidumbre que se ha venido acentuando a medida que se acerca el día de la convocatoria eleccionaria: la aparición de Javier Milei como outsider de la política, la complicada interna de Juntos por el Cambio en la que ganó Patricia Bullrich, de antecedentes de gestión que no la favorecen ante el electorado, y un candidato peronista como Sergio Massa que es el actual ministro de Economía en un país con una inflación anual del orden del 150 por ciento, una desvalorización de la moneda incontenible, una deuda externa que se ha multiplicado y un índice de pobreza que alcanza cerca de la mitad de los argentinos, como principales componentes de una presión aplastante que deberán enfrentar quienes asuman el próximo gobierno, ya desde el vamos.
Con esta oferta electoral, es explicable que no haya entusiasmo en los ciudadanos ni mucho menos, salvo en el caso de la mayoría de los seguidores de Milei, con sus “propuestas” revulsivas y que rechinan al sentido común. Así están las cosas de complicadas en la vecina orilla, cuando la esperanza de muchos se basa en el programa de una persona que puede más o menos encajar en el farandulismo de la política argentina, al fin de cuentas, pero que dista mucho de convencer, con sus desplantes y salidas poco ortoxoxas, por decir lo menos, aunque sin embargo resultan atractivas o por lo menos potables para sus seguidores jóvenes y los no tanto.
En lo que refiere a las encuestas, éstas aparecen como de dudosa confiabilidad, primero porque algunas son contratadas especialmente por partes interesadas para influir con sus datos sobre la opinión pública y en otro, porque mucha gente no dice lo que realmente piensa o va a votar, por una diversidad de razones.
Igualmente, en las más serias, se da cuenta de que las preferencias del electorado se inclinan por Javier Milei, siguiéndole varios puntos abajo la candidata de Juntos por el Cambio y casi al mismo nivel que ella, la del aspirante oficialista.
Hay un dato a tener en cuenta, que sería decisivo en una convocatoria electoral en otros países, incluido el Uruguay, y es el hecho de que en la parte oratoria, de manejo habilidoso de las audiencias, de las pausas y los tonos, la retorsión y esquive de los temas para poner las cosas a su favor, la ventaja es precisamente de Massa, que se las ingeniado para hacer volteretas y tratar de desligarse de su responsabilidad en el desastre de este y los otros gobiernos kirchneristas.
En cambio, su colega Bullrich aparece como intransigente y combativa, de confrontación en lugar de búsqueda de acuerdos y dirigirse al ciudadano desfanatizado y que pretende ponerse al margen de la grieta. Este perfil lo tenía su rival en las internas de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, pero el electorado de su partido le dijo que no y ungió candidata a Patricia Bullrich.
Estos elementos son un indicativo de lo difícil que es un pronóstico sobre Argentina, al punto de que el candidato oficialista Sergio Massa tenga chance pese a la hecatombe económica y social en el vecino país, por cuanto en un posible balotaje uno de los dos aspirantes de los partidos tradicionales tendrían que dirimir la presidencia con Milei, y a priori es harto difícil aventurar hacia qué lado se volcará finalmente la mayoría ciudadana.
Viene a cuento de estos apuntes reflexiones del periodista argentino Carlos Pagni, al advertir que “estamos ante un tablero que se está modificando mucho. La Argentina entró, tímidamente a partir del año 2021 y mucho más a partir de las elecciones del 13 de agosto, a otra época, distinta de la anterior. La Argentina ha decidido optar por lo desconocido que es Milei. Para muchos es bueno, para otros malo. Pero para todos es desconocido”, continuó. “Para él mismo debe tener muchas incógnitas porque es un hombre totalmente nuevo en un oficio antiguo”, añadió.
“Milei es un desafío para las otras fuerzas políticas que ejercieron una representación ‘duopólica’”, explicó. “El tablero cambió y no sabemos qué va a pasar con el peronismo y con Juntos por el Cambio según el resultado de este domingo”, sostuvo, para añadir que ambas fuerzas están destinadas a una transformación si sus candidatos no entran al balotaje. “Hasta podemos imaginar una ruptura. Las dos están atravesando una crisis. De esa crisis los puede rescatar el poder, ganar”, completó.
Pagni reflexionó además que “la economía debe ser urgentemente reseteada, reorganizada. Es invivible un país con 200% de inflación. Hay gente muy prudente, como Alfonso Prat-Gay, que dice que estamos a la puerta de una hiperinflación. Esa economía requiere de un instrumental político muy sólido. Requiere que se recree la representación, la confianza de la gente”, puntualizó, y agregó: “No es lo mismo una política que esté más fragmentada o una que tenga actores identificables y previsibles”.
Al ser consultado sobre la posibilidad de “resetear” la economía, alertó: “Es una fantasía, no se puede resetear como una computadora. La promesa del reseteo como operación inmediata es una promesa falsa, de cumplimiento imposible. Cuidado con esas promesas”.
Pero como bien señala el periodista a La Nación “el gran problema es cómo generas confianza para un proceso que va a ser temporal y lento, y con una población que no quiere sufrir más. La política le tiene que decir ‘yo te voy a hacer sufrir un poco más’, pero con tal credibilidad que vos vas a aceptar ese sufrimiento, me vas acompañar en el sacrifico y a lo largo del tiempo vamos a lograr una modificación. Eso es una operación propia de la política, que es tender un puente entre el presente y el futuro”, describió. “Estamos en una encrucijada extremadamente compleja porque no existe el reseteo”, insistió.
Es que precisamente la falta de expectativas reales de que se pueda pasar de un estado de descreimiento en el sistema a otro de esperanza tiene que ver con que es impensable hacer una transición sin gradualismo, sin voluntarismos, ese ‘yo te voy a hacer sufrir un poquito más’, cuando el común denominador histórico es pretender que el candidato diga cosas que suenen dulces al oído de sus potenciales votantes, y que encima las cumpla.
Pero el daño es muy profundo, con gran
desencanto en la gente, con un sistema político que no ha sabido resolver la crisis económica, gobierno tras gobierno, y es muy difícil explicarle a los descreídos que cualquiera sea el resultado de las elecciones, la recuperación, en el mejor de los casos, va a ser tan lenta como difícil, y con pronóstico reservado, si nuestros hermanos de la otra orilla no se dan un baño de realidad en un país que hace mucho que ha perdido la brújula.