Una mirada a la crisis del fentanilo y a otros problemas más cercanos

En octubre de 2017 el presidente de Estados Unidos Donald Trump declaró una crisis sanitaria en su país a raíz de los sorprendentes números de sobredosis originados en el consumo de opioides, que tuvo su origen casi tres décadas atrás y que en el último tiempo ha traído un nombre a estas latitudes, el de la nueva droga, el fentanilo, o “la droga zombie”, como se la ha bautizado a la vista de los videos que se viralizan y de los titulares que acaparan las portadas de prestigiosos medios de todo el mundo. Para el psicólogo Herman Schreck, el análisis de esta situación, con una mirada uruguaya, admite tres posibilidades. La primera es subirse a la ola de alarma, la segunda es hacer oídos sordos y asegurar que es todo una exageración, y la tercera, que eligió, es plantear el problema de una manera que nos permita comprender situaciones que ocurren hoy en Uruguay y que deberían provocarnos igual o mayor preocupación.

LA DROGA

Describe el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA por sus siglas en inglés) al fentanilo como “un fuerte opioide sintético similar a la morfina, pero entre 50 y 100 veces más potente”, recetado –pero que también se usa en forma ilegal– al igual que la morfina a pacientes con dolores intensos, especialmente después de una cirugía o para tratar a pacientes con dolor crónico y que presentan tolerancia física a otros opioides.

Cuando es recetado se puede administrar en forma inyectable, en un parche cutáneo o en pastillas que se disuelven en la boca. Ilegalmente se vende en polvo, vertido en gotas sobre papel secante, líquido o en pastillas parecidas a las de otros opioides recetados. Actúa “uniéndose a los receptores opioides que se encuentran en áreas del cerebro que controlan el dolor y las emociones”. Tras consumirse muchas veces “el cerebro se adapta a la droga y su sensibilidad disminuye. Cuando la persona se vuelve adicta, la búsqueda y el consumo de la droga se apoderan de su vida”. Sus efectos incluyen: “felicidad extrema, aletargamiento, náuseas, confusión, estreñimiento, sedación, problemas para respirar, pérdida del conocimiento”.

CRISIS

Schreck reconoce en este tema patrones que ya vimos en otras “crisis” como la Ballena Azul, o Momo, en las que se decía que se incitaba a los adolescentes a provocarse lesiones o incluso a autoeliminarse. “Es una realidad, hay un montón de adolescentes que se suicidan, que son extorsionados por redes, fenómenos que son reales, pero que son presentados a la opinión pública y a todos nosotros de una manera, con el fin de generar dos cosas: primero, generar miedo, generar alarma, y por otro lado, presentar la situación como fuera de nuestra responsabilidad”, planteó.
“El fentanilo no forma parte habitual de las pautas de consumo de la mayoría de nosotros” y muchas personas se están enterando ahora de su existencia, “independientemente de si hayan tenido alguna intervención o alguna situación donde se les ha suministrado. Quienes hayan pasado por una cirugía o por alguna situación médica complicada, seguramente ha recibido algún opioide como parte de su terapéutica”.

Y es que Uruguay tiene, a decir del profesional, un serio problema “en el consumo de psicofármacos en general, especialmente de benzodiazepina”. La droga más consumida por los uruguayos es, según las últimas encuestas, el alcohol. “Y la tercera droga más consumida precisamente son las benzodiazepinas y los psicofármacos en general, donde también se incluyen los anestésicos potentes, como el fentanilo”.

ZOMBIES

A lo que apunta el planteo de Schreck es a buscar el problema en otro lado y no en la droga.

“O sea, esto no es una droga zombi. Son sustancias que permanentemente conviven y van a convivir entre nosotros, y acá el problema, más allá de que para los norteamericanos claramente es un problema, lo que yo invito es a mirar qué nos está pasando a nosotros como uruguayos”, dijo. “Esto se presenta como algo que viene de afuera y puede amenazarnos a los que estamos adentro, y esto no es real.

En Uruguay se consume mucho psicofármaco y especialmente con el fentanilo, es de altísimo consumo, especialmente en el ámbito de la salud. Desde mi experiencia profesional he atendido muchísimos trabajadores de la salud con adicción al fentanilo”, afirmó.

PROBLEMA

Schreck indicó que una investigación del UdelaR sobre el uso de psicofármacos en residentes y médicos internistas e intensivistas, enfocado en Montevideo y Área Metropolitana, reveló que “el 40,2% de los entrevistados son consumidores”.

El consumo, dijo, se da más frecuentemente en mujeres, y este dato es consistente con lo publicado en un estudio del año 2019 del Observatorio de Drogas sobre el uso de tranquilizantes antidepresivos y otros fármacos. “Es altísimo, especialmente en mujeres” y se estima que aumentó durante la pandemia. “Lo que me gustaría transmitir es, que es cierto lo que está pasando en Estados Unidos, pero no es una invasión zombie que va a venir a atacar a los uruguayos”, puntualizó.

Ahora bien, para el experto hay razones por las que está ocurriendo esto, y entre ellas se encuentra “la forma de vida que estamos teniendo, con la falta de respuesta real que estamos dando los profesionales de la salud mental”. Agregó que “es un gran debe que tenemos hacia la población, las condiciones de trabajo que tienen algunas actividades”. Entre ellas mencionó específicamente el área de la salud, “donde –y en esto tengo conocimiento porque trabajé mucho este tema– condiciones laborales, vínculos interpersonales, situaciones de abuso, de violencia, horarios sumamente extendidos, en fin, un montón de circunstancias que naturalmente llevan a las personas a buscar algún tipo de refugio o de compensación a través del consumo de distintas sustancias, y en este caso, los anestésicos potentes”.

MEDICADOS Y NO

Otro ámbito que mencionó con un altísimo consumo de psicofármacos es el de los docentes, pero también hay un elevado consumo entre los jóvenes, de acuerdo al último estudio que se hizo en población en edad de educación secundaria. “Estamos hablando que alrededor del 42% de los jóvenes, estamos hablando de jóvenes de 15, 18 años que consumen psicofármacos de manera regular, muchas veces prescriptos por su médico. Pero también hay que dejar claro que muchas veces el consumo es por fuera de la prescripción médica”, afirmó.

Schreck agregó, a modo de anécdota, que a la espera de una una reunión en un liceo de Paysandú, escuchó una conversación entre profesoras diciéndose “ah, probá esto, porque a mí esto me hizo bien, me sacó la angustia”, y ver cómo se intercambiaban psicofármacos “como si fueran caramelos”.

RESPUESTAS

La culpa no es de los médicos, aseguró. “Es todo un sistema que en realidad propone un alivio inmediato a un problema emocional sin medir las consecuencias posteriores, porque acá estamos hablando de sustancias altamente adictivas”, dijo, y a colación mencionó una serie producida por la plataforma Netflix, “un documental que en español se llama ‘Medicina Letal’ (el título original es Painkiller). Es tremendo por lo real, y hasta qué punto estamos dispuestos a mirar esa realidad”. Citó, al respecto, un titular en un canal periodístico Español que dice: “La crisis del fentanilo de Estados Unidos, 100.000 muertes por culpa del marketing farmacéutico sin escrúpulos de los 90”. No obstante la situación no ha cambiado tanto.
“Hoy en día hay toda una industria farmacéutica, que ahí además se mezcla con cuestiones de nuestra idea acerca de la medicina, porque se supone que la medicina y industria farmacéutica tendrían que estar al servicio, mejorando nuestra salud. La lógica es que creer eso es lo mismo que creer que la industria armamentista trabaja por la paz mundial”. El psicólogo dijo haber podido confirmar, “hablando con visitadores médicos, que me decían, ‘yo sé muy bien qué receta cada médico, y en función de eso, no es que no necesariamente se le da una coima, pero sí se le dan beneficios’. Se le dan pasajes a los congresos, estadías en hoteles; el documental revela muy bien estas cosas, y está bueno aprovechar esta situación del fentanilo para poder también poner esto a análisis y a cuestionamiento”. Pero no todo el mundo entra en la misma bolsa, como bien plantea el documental.

SOLUCIÓN

El tema, planteado así, tiene una contracara que es la actitud del paciente. “Muchos de nosotros, cuando vamos a la consulta, si no salimos con algún psicofármaco, sentimos que no nos dieron respuesta. Muchos médicos me plantean, cuando he tenido la oportunidad de hablar de esto, que ‘pero la gente se enoja si no le doy un remedio’.

La gente no quiere, en general, hacer un proceso de revisión de su vida, de su presente, de su situación laboral, afectiva. No, lo que quiere es que le des algo para seguir adelante”, señaló. “Tenemos que empezar a hablar con claridad sobre cómo funcionamos en el mundo real. En este mundo que está muy loco, que es muy exigente, y en el que el camino aparentemente más sencillo es doparnos, drogarnos, para seguir adelante”.

Y allí es donde, según Schreck, estos titulares tremendistas tienen una función. “Cumplen una función de cohesión, que es una de las estrategias que tiene el aparato político y económico, y que además engancha muy bien con esta necesidad que nosotros tenemos todo el tiempo de ver el problema fuera”. Dicho de otra manera: “antes de preocuparme porque estoy aprobando que a mi hijo le den psicofármacos para poder sobrellevar aspectos naturales de la vida, en vez de ocuparme de eso, me preocupo por la droga zombi en Estados Unidos, y pongo ahí toda mi atención”.

Esta es, aseguró, “una estrategia de distracción, y que como vos podés ver claramente, es absolutamente frecuente. La culpa es de la droga, no es mía”.