Pretextos: El precio de una traición

Planeta (2023)
Tratar de explicar la historia siempre es meterse en un berenjenal. El prolífico escritor Diego Fischer lo sabe de sobra luego de la cantidad de libros publicados sobre diversas personalidades y personajes de la vida social, artística y política uruguaya y ahora toma nada menos que a Leandro Gómez y su gesta durante el sitio de Paysandú en su reciente libro El precio de una traición.
Pero describirlo así es resumirlo demasiado. Leandro Gómez está, por supuesto, con toda la carga de heroicidad que la misma Historia y ahora Fischer también, le han adosado. Cada aparición suya en el libro es la de un ser superior, un hombre de apariencia normal pero dotado de un carisma excepcional y un don de liderazgo que pocos tenían. Un ser que, según parece, cualquier uruguayo que se precie podía seguir hasta la muerte, como pasó con varios en la realidad, como ya todos sabemos.
Así presentado, nadie que busque el costado humano de Leandro Gómez lo encontrará en el libro de Fischer. No es un hombre, es un héroe y así transita por las 221 páginas del libro. Tampoco es un hombre Venancio Flores para Fischer. Es un traidor de tomo y lomo, una perfidia para la nación, un ser diabólico, un villano que solo pretendía el poder que finalmente consiguió. Y claro, ahí está el dilema.
Para cualquier sanducero y tal vez para cualquier uruguayo que se acerque a las páginas de El precio de una traición, el exaltamiento de Leandro Gómez y la demonización de Flores es algo muy comprensible. Ya viene con la Historia con mayúscula y con la historia con minúscula. Hay cartas y documentos que prueban la lealtad sobrehumana de Gómez a la independencia y la traición de Flores. Y Fischer las presenta en su libro. Cartas entre Flores y los brasileros, entre Leandro Gómez y los argentinos, entre uno y otro bando, la famosa respuesta “Cuando sucumba”. Todo está ahí. Nada se puede negar o refutar.
Incluso cuando Fischer se toma alguna licencia literaria como en el episodio de la esclava que, huyendo del Brasil esclavista termina por morir en Paysandú y que, antes de expirar le pide a Leandro Gómez que nunca entregue a la ciudad, habría que tener el corazón muy duro o directamente no tenerlo, para criticarle al autor la descripción de un hecho que en realidad, no ocurrió. Lo mismo va para los personajes de la joven pareja de la muchacha embarazada en la isla Caridad y el soldado que se reencuentran luego de la destrucción de Paysandú. Improbable pero no imposible.
Además si se habla de literatura se habla de arte y ahí las licencias pueden ser tan numerosas como el escritor quiera. La pregunta entonces es esa ¿el libro de Fisher es literatura o es Historia? ¿Las dos cosas? Evidentemente No robarás las botas de los muertos de Mario Delgado Aparaín entraba en ambas categorías. Con el de Fischer no es tan fácil decir lo mismo. Muy preocupado por la documentación deja poco espacio para los personajes, salvo por supuesto para el héroe y el villano. Con poco espacio y tal vez poco tiempo para desarrollar las historias de los hombres y mujeres de a pie que también participaron en la batalla los nombra al pasar para dejar lugar siempre al mito, a la leyenda que, luego de tantos y tantos homenajes ya no tiene casi ninguna carnadura aunque sí mucho bronce.
Como ya ha sucedido y probablemente vuelva a ocurrir, nadie que diga ser sanducero puede leer El precio de una traición con indiferencia, eso también es justo decirlo. Entre sus líneas y documentos se asoma una inevitable identificación, un hermanamiento con decisiones y acciones que a más de un siglo y medio de ocurridas siguen vivas en el imaginario de cada uno de nosotros.
Ese sentimiento seguramente no muera jamás. Fischer ha dado así un empujón más hacia el mito de Leandro Gómez ya impuesto en la idiosincrasia y hasta en el ADN de los sanduceros. Tomar eso como un paso acertado o como el más fácil que pudo dar el autor es un tema que siempre quedará pequeño cuando se escriba sobre el sitio que nos ha parido como ciudadanos de este lugar. El hombre detrás del mito, mientras tanto, seguirá esperando su turno a la sombra de la Historia.
Fabio Penas Díaz