Reconversión energética positiva, pero seguimos siendo los más caros

Es sin dudas una noticia gratificante que durante el mes de febrero, más precisamente el día 24, Uruguay haya alcanzado el 100 por ciento de generación eléctrica de origen renovable, tal como diera cuenta EL TELEGRAFO en su edición del día 25, en tanto la UTE se consolidó como la mayor empresa exportadora en el inicio del año.
En este sentido, en la publicación diaria de la Administración del Mercado Eléctrico (ADME) se advirtió un hito en materia de energías renovables en el país, habida cuenta de que la producción de electricidad del día se basa en un 50,8% en energía eólica, 30,9 en energía de procedencia hidráulica, un 15,7% en biomasa y un 2,7 de solar.
Si bien estos valores específicos refieren a una sola jornada de carácter histórico, debe tenerse presente que en el curso del segundo mes del año los valores no difieren sustancialmente: un 49,9% para la hidráulica, 32,2 para la eólica, 13,6 para la biomasa, 4% para la solar y un 0,3 para la energía térmica.
Muy buenos porcentajes desde el punto de vista medioambiental y muy alentadores en el marco de la reconversión energética que se viene llevando adelante en nuestro país, desde hace ya varios años, por lo menos aprovechando en gran medida las ventajas comparativas para la generación de origen renovable, que permitió por ejemplo exportar casi 70 gigavatios a Brasil y Argentina en lo que va del año, comparativamente muy superior al mismo período del año pasado en que la sequía conspiró contra las posibilidades de generación de origen hidráulico y nuestro país debió importar energía para abatir los costos inherentes a la generación térmica.
Tenemos pues que es a todas luces positivo que en febrero último el Uruguay expusiera a nivel global lo que podría catalogarse como una condecoración ecológica al fin de cuentas, porque presenta un panorama que contrasta con el de décadas atrás en el que mantenía por períodos un alto porcentaje de generación térmica en base a petróleo, con el resto proveniente de hidroelectricidad, y mucho más lejos aún de períodos de la década de 1970, cuando debieron efectuarse cortes programados de electricidad en las ciudades debido a que la generación resultaba insuficiente para cumplir con la demanda. Fue la época en la que los vecinos afectados por los cortes visitaban a amigos o familiares que en ese momento sí contaban con energía, porque no les tocaba en la interrupción del servicio.
En fin, en este tema se desmiente sin lugar a dudas aquella percepción de que “todo tiempo pasado fue mejor”, y lo que es aún mejor, las perspectivas son de que este escenario seguirá evolucionando aún teniendo en cuenta que hay picos críticos de consumo que se han desplazado del invierno al verano, debido al creciente parque de equipos de aire acondicionado y con demanda muy acentuada de potencia que no siempre puede ser atendida debidamente en la red de distribución. Estos parámetros favorables se enmarcan en la apuesta del Uruguay al cambio de la matriz energética apostando a la incorporación creciente de fuentes renovables, lo que es sin dudas revulsivo para un país que históricamente ha sido altamente dependiente y vulnerable al importar el cien por ciento del petróleo que consume.
Pero en los últimos años Uruguay ha tenido un cambio estructural en el uso de fuentes renovables, y ya en 2019, la Agencia Internacional de Energía (AIE) calificó a Uruguay como líder de América Latina en producción de energía y cuarto en el mundo en cuanto a niveles de generación eléctrica con fuentes eólica y solar, a lo que se agrega que nuestro país se prepara para producir hidrógeno verde, una industria incipiente que no está exenta de interrogantes.
A nivel mundial, Uruguay está en segundo lugar después de Dinamarca en penetración de energía solar y eólica, ha señalado en este contexto Marcelo Mula, de la Asociación Uruguaya de Energías Renovables. En un año de lluvias normales, el 97% de la demanda eléctrica nacional es cubierta por energías renovables, mediante una combinación de eólica (32%), combustión de biomasa (17%), solar (3%), además de la tradicional hidroeléctrica (45%).
El porcentaje restante corresponde a la electricidad generada por las centrales térmicas con combustibles fósiles, cuyo uso se incrementa cuando el clima afecta el funcionamiento de las otras fuentes limpias, como ha ocurrido en el período de la excepcional sequía que azotara al país ya desde 2020.
De acuerdo a la Agencia Internacional de la Energía, a escala global estos números son significativamente distintos: sólo el 24% de la electricidad consumida mundialmente se produce con fuentes renovables, mientras que más del 75% de la electricidad sigue dependiendo del carbón y otros combustibles fósiles.
Todas consideraciones muy positivas desde el punto de vista ecológico para presentar incluso al país como un ejemplo, pese a su relatividad manifiesta en incidencia por tamaño y volumen de generación en el escenario internacional, pero igualmente valederos como proyección.
Sin embargo, paralelamente, en cuanto a consideración general, Uruguay es un país caro en dólares, también en la comparativo internacional incluso ante países ricos, y este punto en contra lo tenemos también en cuanto a la energía, entre ellas la electricidad de todo origen, que va en la misma bolsa en la tarifa de UTE, y naturalmente, ello engloba todos los tipos de energía que consumimos, como es el caso concreto de los combustibles.
Así, a pesar de haber percibido bajas en los valores de la energía en el último año respecto al índice inflacionario, los precios uruguayos siguen siendo de los más caros de América Latina. Por ejemplo, el precio de la energía eléctrica industrial por MegaWatt hora (MWh) es de 135 dólares, mientras que en países como Argentina y Paraguay los precios son 48 y 39 dólares, respectivamente. En cuanto a la residencial, el valor por MWh es de 284 dólares mientras que en Brasil es de 211 y en Chile de 166 dólares.
El gasoil y la nafta también siguen siendo las más caras. El precio del gasoil por litro es de 1,46 dólares, mientras que en Argentina es de 0,94 dólares y en Chile de 1,22. Por su parte, la nafta en el país ronda los 1,92 dólares por litro, en tanto que en Argentina es de 0,96, en Brasil cuesta 1,14 y en el Chile 1,53 dólares el litro. (La media mundial es de 1,30 dólares por litro).
Es decir, la contribución de la energía para que Uruguay sea un país caro, pese a la mejora sustancial desde el punto de vista del ecosistema, es muy significativa, y por cierto que esta es una relación causa-efecto, porque la cadena de costos elevados se realimenta y genera un ciclo cerrado.
Además, para tener en cuenta, la presidenta de UTE, Silvia Emaldi, mencionó que el ente cerró 2023 con ganancias netas por U$S 120 millones, un resultado positivo pero menor al de años previos.
Si el clima ayuda este año es de esperar que haya una reversión y se vea por ende cierta mejora en la contribución de UTE sobre las cuentas públicas, según estiman jerarcas del ente, lo que da la pauta de que como todo tiene que ver con todo, en buena medida parte de los elevados precios depende de la contribución del ente y otras empresas estatales monopólicas a Rentas Generales, para atender las cuentas públicas.
Lo que demuestra que si bien se puede y deben hacerse muchas cosas para reducir costos en el marco de la generación, el Estado, por su ineficiencia y gasto por encima de sus posibilidades, tiene mucho que ver con que sigamos teniendo la energía más cara de la región, con todo lo que ello acarrea para la economía.