Cuando hace cuatro meses el presidente francés Emmanuel Macron dio por tierra con cualquier expectativa de la firma inminente de un acuerdo entre Mercosur y la Unión, algunos observadores internacionales expresaron que de alguna manera el mandatario galo estaba manejando cartas para acomodarse mejor en la situación interna de su país y que podría tenerse algún desenlace con una perspectiva más favorable a un entendimiento en su anunciado viaje a Brasil para discutir el tema con su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Sobre este acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, tal como está ahora, “no es bueno para nadie”, había señalado Macron, pero a la vez respecto a su viaje a Brasil dijo que existía una “agenda bilateral extremadamente densa” y “una muy amplia coincidencia de puntos de vista” con Lula, a quien consideró un presidente “visionario” y “valiente”. Entre las coincidencias, Macron citó “la lucha contra la deforestación (…), las cuestiones de Defensa, los intereses económicos y las cuestiones culturales”.
Según se argumenta desde el viejo continente, el acuerdo no ha sido ratificado debido a las preocupaciones del bloque europeo sobre las políticas medioambientales, especialmente de Brasil.
“Es un acuerdo que no es bueno para nadie”, dijo Macron en una conferencia de prensa en Dubái, al reafirmar su oposición al pacto tal como está ahora, y asestar un golpe a las esperanzas de la aprobación del acuerdo antes de fin de año, como aspiraban Brasil y España, a cargo de las presidencias de ambos bloques actualmente.
“Se trata de un acuerdo completamente contradictorio a lo que está haciendo Brasil y a lo que estamos haciendo nosotros. El acuerdo se negoció hace 20 años y lo hemos intentado remendar, de mala manera, porque no tiene en cuenta ni la biodiversidad ni el clima”, argumentó.
Macron dijo que el actual acuerdo “tiene unos párrafos para contentar a Francia”, pero en el fondo se trata de un pacto “a la antigua usanza de desmantelamiento de tarifas”.
“Estoy creando en mi país un mercado en vías de descarbonizarse para permitir a la gente de aquí consumir productos de fuera que implican más emisiones. Estamos locos”, resumió el presidente francés, en alusión a su deseo de que los países del Mercosur apliquen reglas de descarbonización equivalentes a las de la UE.
Pero en el foro económico de San Pablo, celebrado el pasado 28 de marzo, el mandatario europeo expresó una frase que no solo confirma su postura anterior, sino que en algunos ámbitos cayó como un balde agua fría, al señalar que hay que “empezar de cero para un acuerdo Mercosur – UE”, al expresar que “el acuerdo, tal como se negocia actualmente, es muy malo para ustedes y para nosotros. Hagamos uno nuevo, fundamentando su planteo en que el acuerdo no recogía asuntos de biodiversidad ni ambientales”, lo que parece una burla proviniendo de un país que hasta no hace muchas décadas detonaba bombas nucleares experimentales en el Atolón de Mururoa, en el Pacífico, pese a la condena mundial, muy lejos precisamente de Francia y de las consecuencias de esta enorme agresión medioambiental.
Para los observadores en general, Macron intentaría ganar tiempo en su pulseada con los productores agrícolas franceses que lo aprietan, en tanto otros líderes de la UE todavía impulsarían el acuerdo tal como está redactado, según se desprende de mensajes positivos que han emitido algunos de ellos últimamente.
Igualmente, debe tenerse presente que un acuerdo con el Mercosur no figura entre las prioridades europeas ni mucho menos, donde la mirada sigue puesta en las consecuencias y derivaciones de la invasión rusa a Ucrania, así como del conflicto Israel-Hamás al cual estaría próximo a sumarse Irán.
De toda formas, más allá de otras consideraciones, se trata de la reafirmación de históricas políticas proteccionistas de Francia hacia su producción interna, dirigida sobre todo a los productores agropecuarios, a los que beneficia con subsidios y políticas arancelarias para compensar sus altos costos, al carecer de ventajas comparativas desde el punto de vista de las condiciones naturales, y a las grandes inversiones que éstos deben encarar en tecnología e infraestructura para sostener su producción.
En el caso de nuestro país, no se disimula la frustración por las idas y venidas y la desconsideración del mandatario galo, y en este sentido el director del Departamento de Negocios Internacionales de la Universidad Católica, Ignacio Bartesaghi, señaló a El País que “las declaraciones de Macron sobre el acuerdo UE- Mercosur son una sorpresa y disparan la falta de credibilidad. ¿Cómo es posible que después de más de 20 años de negociaciones, Macron diga que no es correcto lo que se ha hecho, cuando hay un texto cerrado en 2019, y sobre él se empezaron a negociar los temas ambientales? ¿Ahora dice que el acuerdo es malo y que hay que arrancar de cero?”
También considera el experto en comercio que esta puede ser una oportunidad para que Uruguay le reclame al presidente brasileño Lula da Silva que cumpla con su compromiso de procurar cerrar el acuerdo, tal como tal como se lo manifestó al presidente uruguayo Luis Lacalle Pou en su momento.
Para Bartesaghi, “lo que pasa es que ni Macron, con algunos grupos de la UE, ni Lula, quieren realmente este acuerdo. Lula se ha mostrado contradictorio, porque ha dicho que estaba a favor y luego pateó el tablero de negociaciones. No me extraña que las declaraciones de Macron hayan sido en Brasil”.
En cambio, el economista Ignacio Munyo, director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), es menos pesimista y consideró que “un nuevo acuerdo no significa que se tomarán otros 20 años para negociar. Hay un tema de urgencia que se debe respetar. Habría que avanzar a una velocidad totalmente distinta a la de hasta ahora”. Indicó que lo importante para Uruguay es procurar que un nuevo acuerdo o cambio en el que ya se avanza, mejore su inserción en el mercado europeo, sin arrastrar los problemas medioambientales de Argentina y Brasil.
Sin embargo, pese a estas consideraciones, la realidad indica que tanto a Macron como a otros líderes europeos, este acuerdo con el Mercosur es marginal y pueden seguir dándole largas, como hasta ahora, con dos décadas que quiérase o no, han tenido el desenlace de este fiasco.
Mientras tanto nuestro país, que sigue abogando por contar con una flexibilidad del bloque que le permite negociar favorablemente con terceros, y que ve que pasan los años y las décadas sin que se haya podido concretar un acuerdo con otro bloque, sigue con la mirada puesta en China y bloques de fuera de la región, incluyendo el Transpacífico.
La postura de Uruguay se enfrenta a un acuerdo del año 2000 del Mercosur, que establece que cualquier negociación con terceros países tiene que contar con el aval del resto de los socios: Brasil, Argentina y Paraguay, en el marco de una encerrona regional que data de hace ya muchos años, que por una razón o por otra –generalmente por las posturas proteccionistas y exclusivistas de Brasil y Argentina– sigue en la misma, en la chiquita y con la mirada hacia adentro, sin abrirse al mundo.