Escribe Danilo Arbilla: Te gusta o no te gusta

Lo hizo bien el presidente Luis Lacalle Pou en el Llao-Llao. Es que no es fácil lograr ese punto de equilibrio que guste a todos, que no genere rechazo sin ser empalagoso.
Estaba en la Argentina de Milei: cómo hacer un discurso que no ofendiera a su colega, tan sensible a la adulonería, que le reconociera algo pero a la vez marcara la diferencia. Y lo logró, agradeció lo del dragado del Río de la Plata, se esperanzó con las coincidencias y sus efectos positivos, caso Mercosur, pero, sin decirlo, dijo que somos distintos: los partidos políticos son la base de nuestra institucionalidad y los políticos uruguayos discrepan pero dentro de ciertos límites que hacen a la convivencia democrática. Así nomás, a la uruguaya: sencillito como violeta doble.

Con Milei es complicado, es como con el mondongo, te gusta o no te gusta. (Con Mujica pasa algo parecido, ya lo hemos señalado). Sos fanático o no soportas ni el olor. Son “gustos adquiridos”. Algo así como el fanatismo en política. En Argentina, además, con el “arrase” del kirchnerismo habría que sumar un elemento más: el de las riquezas “adquiridas” y mal habidas.

Milei es producto del kirchnerismo. Para acabar con “la joda” y salir de ese desastre se necesitaba a alguien con ideas económicas muy claras y que sepa de qué se trata, que no afloje, firme, dispuesto a subir la apuesta, hasta con un cierto grado de locura.

Un cierto grado, no un loco

Por loco lo quiere vender la oposición; periodistas operadores preguntaron hace unos días al vocero presidencial sobre cuántos perros tenía el presidente en la Quinta de Olivos: ¿cuatro o cinco? ¿Y dónde está la trampa? Milei tiene cuatro perros, pero él habla de cinco, incluye a uno ya muerto y con el cual se comunica; es lo que ha dicho más de una vez. Algo así como el “pajarico” de Maduro. Y entonces lo quieren hacer pasar por loco: suficiente con que invoque “las fuerzas del cielo”, pero consultar a un perro y además muerto.

El vocero dijo primero que era un tema privado y familiar. En realidad no tanto: en su primer discurso tras el triunfo se lo dedicó a muy pocos y entre esos pocos a “sus hijitos de cuatro patas”. Pero aún mas formal, y cuasi institucional se podría decir, en el puño del bastón de mando presidencial hizo tallar las caras de los cinco perros, incluido el muerto y sus nombres. Parece chiste, ¿ no?
A su vez el vocero consideró las preguntas irrespetuosas para con la figura presidencial. Puede ser, pero por otro lado días antes Milei había calificado al Senado de la Nación, de “nido de ratas”. Institucionalmente, ¿cómo encaja eso?

El presidente Milei es muy rápido para el insulto. Se dice que ya superó a Rafael Correa, el ecuatoriano, también de lengua sobada, a quien se le contabilizaron 189 diferentes tipos de insultos dedicados a opositores, políticos, periodistas y cualquiera que no estuviera de acuerdo con él.

Milei habla de libertad pero abusa. Su estilo preocupa y hay algo más y que se nota: sus funcionarios como que se sienten obligados a elogiarlo cada vez que hablan de él; o de su hermana Karina.
Lo de Argentina no se soluciona si no es con un muy fuerte “shock”, pero cuidando mejor las formas. Por respeto a las instituciones, por educación y porque cuando entras a ceder –cuando te viene el “pragmatismo” (tema mutualistas o mantener cuotas obligatorias para sindicatos)– se disimula más y no se alienta tanto a los opositores.

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