La baja percepción de los riesgos que empieza en casa

No es novedad, al menos en Uruguay, que los consumidores de cualquier sustancia adictiva se inician a edades cada vez más tempranas. Y mucho más, si el consumo está normalizado en el entorno de un niño o adolescente.
Un comunicado divulgado por la Policía, informó que un estudiante de 12 años de un colegio de Barros Blancos llevó drogas en su mochila. Allí tenía un desmorrugador, hojillas, algo más de un gramo de sustancia vegetal, “17,72 gramos de una sustancia blanca en polvo y un billete enroscado de forma de tubo”.
El gramo de “sustancia vegetal” junto al desmorrugador pueden hablar de un consumo personal –que dicho sea de paso, estamos hablando de drogas consumidas por un niño–, pero la cantidad de “sustancia blanca” enciende las luces rojas de alerta porque puede tratarse de una suerte de “delivery” o venta en su lugar de cercanía.
La madre del niño reconoció a la Policía que su hijo mayor (22 años) es consumidor, un dato confirmado con posterioridad al allanamiento en el hogar que encontró en la habitación del joven una balanza de precisión, una planta de marihuana y cartuchos de armas de fuego.
Uruguay mantiene cifras similares con Argentina y otros países en cuanto al consumo de alcohol, tabaco y marihuana. La naturalización del consumo de sustancias en general –particularmente el alcohol– lleva a bajar la percepción de los riesgos. Las estadísticas registran a escolares con consumo de las tres sustancias mencionadas, por lo tanto, los programas de prevención en adolescentes llegan demasiado tarde porque para esa altura ya hace años que empezaron a consumir.
En este marco, adquiere especial relevancia la detección temprana de inicio del consumo para conocer el verdadero impacto en la historia futura de un adolescente. Porque el consumo comienza cuando su cerebro se encuentra en pleno desarrollo y este órgano durante esa etapa se ve especialmente afectado por las drogas.
Hoy en día se puede discutir lo que hay que hacer. Si se camina a la regulación del consumo de todas las drogas o si se continúa por un camino represivo.
De hecho, nadie puede desconocer que dos de cada tres legisladores uruguayos –o el 65% del total– está de acuerdo con regularizar el mercado de todas las drogas, según una encuesta realizada por el diario El Observador. Algunos han incluido el tema en sus programas de gobierno, mientas que la Junta Nacional de Drogas da un paso más allá y sostiene que ya debería comenzarse a legislar sobre las sustancias sicodélicas.
Por partidos, en el Frente Amplio se manifestó de acuerdo el 96% de sus legisladores. En el Partido Colorado y en Cabildo Abierto se oponen casi siete de cada diez y en el Partido Nacional, el tema divide a la mitad de los consultados.
El programa del Frente Amplio dice que un futuro gobierno tiene que “analizar y promover estrategias de regulación de los mercados” para la “lucha contra el narcotráfico” y tener presente las “experiencias fallidas de la guerra contra las drogas”.
Diego Sanjurjo es asesor del Ministerio de Interior –así como del precandidato colorado Robert Silva– y aseguró que “desde la implementación de las políticas prohibicionistas cada año se producen, venden, compran y consumen más drogas ilegales. Sin contar los enormes perjuicios que suponen para América Latina los mercados ilegales”.
Los técnicos –algunos criminólogos y penalistas– escuchan a los políticos, mientras estiman que las propuestas son buenos comienzos para la discusión de un tema polémico. Pero la discusión pública sobre la legalización de la cocaína no es nueva. Para nada.
Ya se había expedido sobre el particular, el expresidente de la República Tabaré Vázquez. “Hay que educar para que no se consuma. Pero más que liberalizar hay que regular”, dijo antes de la campaña electoral que lo llevó a su segunda presidencia.
Nada de esto se ha hecho y aún, cuando se comience ahora, será tarde. Porque los riesgos no se han calibrado en su real dimensión.
También Jorge Batlle –presidente entre 2000 y 2005– estuvo a favor de la legalización de todas las drogas y Luis Alberto Lacalle –en el gobierno durante 1990-1995– dijo que “algún día” habría que pensar en algo “radical, como legalizarlas”.
Es decir, se puede discutir qué hacer. Si se camina hacia la regulación del consumo de todas las drogas o si se continúa por el camino represivo. Pero lo que está fuera de discusión es la necesidad de retrasar el consumo en el marco de una sociedad acostumbrada a naturalizar –entre otras cosas que se naturalizan– al consumo de sustancias.
Es que atrasar la edad de inicio no significa prohibir el consumo de sustancias, sino proteger a la infancia y la adolescencia. Respecto a los mayores, cada uno puede decidir por su vida y al fin y al cabo, la sociedad es consumidora de sustancias desde los inicios de la humanidad. Aunque muchos no lo quieran ver así.
El alcohol, los sicofármacos y otras admitidas socialmente llevan a un aumento del consumo de diversas drogas en poblaciones, contextos y edades muy variadas.
Por eso, la necesidad de retrasar la edad de inicio del consumo, es también una manera de quitar algunas consecuencias que comienzan en la niñez y tienen un largo historial en la vida de una persona consumidora.
Es que todo comienza en casa, aunque después el reclamo siempre va contra los gobiernos. La sentencia doméstica que dice “prefiero que consuma en casa antes de salir”, probablemente sea el principio de todo lo demás. Pro de esa forma los factores que inciden en el consumo temprano están dentro del hogar. Empiezan entorno a los 12 años, porque alguien en casa invitó primero. Por eso, no está clara la teoría que asegura que los adultos están preocupándose por los jóvenes que consumen, cuando esos mismos adultos lo invitan o le venden alcohol.
En forma paralela, tampoco existe una disposición a legislar para este problema. Y en caso de que exista una normativa, no hay forma de controlar porque los recursos son escasos y no alcanzan para aplicar lo que dice –muy claramente– la ley.
Por eso, cabe preguntarse si las sociedades se preocupan con el ánimo de hacer algo o solo se preocupan y nada más. Porque no es posible reclamar controles y a su vez, legitimar el consumo de algunas sustancias que se prolongan en la baja autopercepción de los riesgos.
No olvidemos que son niños y adolescentes que comenzaron a consumir, en espacios donde se permitían otros consumos.

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