Sobrepeso y obesidad infantil, un problema que no para de crecer
En Uruguay, más de la mitad de los niños de hasta 4 años de edad presentan sobrepeso o exceso de peso y al menos el 10% registra parámetros inadecuados del peso y crecimiento. Las cifras se desprenden de un estudio efectuado el año pasado y conforman los resultados preliminares de la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud, de los ministerios de Salud Pública y de Desarrollo Social.
Los números del estudio reflejan además que el 59% de los niños viven en hogares con seguridad alimentaria, el 25% con inseguridad leve, el 12% con moderada y 3,6% inseguridad alimentaria severa. La encuesta asegura que el 89% de esta población nacida entre 2019 y 2023 tiene un “desarrollo infantil adecuado”, en tanto el 11% requiere “seguimiento”.
Éstos últimos, los niños definidos como “los hijos de la pandemia” mejoraron en algunos guarismos relacionados al desarrollo en comparación con años anteriores y son material de estudio para la definición de políticas públicas para la primera infancia.
Los estudios, publicados en la web del Ministerio de Desarrollo Social, permiten comparar con informes anteriores. Si bien la población vinculada a la primera infancia tiene un consumo calórico elevado, la calidad es baja desde el punto de vista nutricional.
Respecto a cómo se compara la situación de nuestro país con la región, de acuerdo a Unicef, Uruguay se encuentra en el lugar número 9 de un total de 33 países en América Latina en “soberanía alimentaria”; esto es, producción nacional de alimentos. En este escenario es que la obesidad entre niños de 5 años hasta jóvenes de 19 años llega casi al 14%. Los niños y adolescentes con sobrepeso son el 33,4% y de niñas y adolescentes, el 31%. Las cifras se duplicaron entre los años 2000 y 2016.
El sobrepeso y la obesidad traen otras enfermedades crónicas asociadas, que se duplican si la padecen también sus padres y abuelos. Es que no es un problema regional. Hay una “ola de sobrepeso” que motivó al organismo internacional a solicitar que la prevención del sobrepeso infantil sea declarado como una prioridad nacional de la salud pública.
El caso de Uruguay presenta un incremento sostenido desde el 2012 y no dejó de crecer durante los años de pandemia de la COVID-19.
En la otra punta se encuentra la desnutrición crónica que corresponde al 6,1% de los niños menores de 5 años. Es la mitad del registro de la región, que se ubica en 11,5% y cuatro veces menor al valor mundial, de 22,3%. Al compararlo con los países cercanos, al menos hasta el 2022, se encontraba por debajo de Argentina que registró 9,5% y también de Brasil, con 7,1%”. Pero está muy lejos de Chile, que presenta 1,6%.
En cuanto a las acciones positivas sobre la alimentación, en estos últimos años Uruguay ha legislado abundantemente sobre el etiquetado de alimentos y ha relevado las ventas en las cantinas ubicadas dentro de los centros educativos. Es decir que se han instrumentado acciones desde las políticas públicas con el fin de dirigir un mensaje sobre el consumo saludable.
Sin embargo, la oferta de productos con exceso de grasas, sodio o azúcares que se encuentra fuera de los centros educativos, satisface una demanda que no tiene el control desde los hogares. Porque a metros de un centro educativo de cualquier nivel, se encuentran los kioscos y almacenes que dan respuesta con la venta de otros productos que están prohibidos en las cantinas escolares o liceales.
Las tendencias son “alarmantes y describen un grave problema” sanitario para la región, de acuerdo al organismo dependiente de Naciones Unidas. Porque lo que nace en la niñez y se desarrolla en la juventud, seguramente traerá problemas crónicos en las edades adultas o en la vejez. El camino de la prevención está sembrado de ripio y con las nuevas generaciones se sumaron otras formas de consumir.
Seguramente el costo económico se observa conforme pasan las generaciones, con un incremento sostenido –también– de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y ansiedad.
Son los resultados de un mismo problema, iniciado a tempranas edades. Unicef señaló que el “alto costo, falta de acceso, disponibilidad y variedad de alimentos saludables” se contraponen con la “excesiva publicidad y comercialización de productos no saludables y ultraprocesados”.
“El consumo de productos no saludables e industrializados se ha normalizado, en especialmente en familias más vulnerables y con menor nivel de ingreso”, puntualizó Unicef. Por eso, la región –y ya no un país en particular bajo un gobierno específico– se encuentra afectada por una epidemia silenciosa que afecta a millones de niños y adolescentes.
El panorama no es alentador porque hay costumbres arraigadas, sin grandes posibilidades de cambiar. En este sentido, los pediatras asesoran pero no están sorprendidos por los resultados mostrados en las estadísticas. Que pueden completarse con la falta de ejercicio físico por exceso de pantallas. Estos factores de riesgo que se desarrollan desde la infancia, también se transformarán en las Enfermedades No transmisibles –o ENT– que son las primeras causas de muerte en la población.
La familia sigue siendo el principal patrocinador de los hábitos saludables. Es el espacio donde se crean y desarrollan las conductas de consumo con el ejemplo.
También allí nace el mito del niño “gordito” como concepto de sano y en ese espacio familiar se crea consciencia sobre el autocuidado. Los entornos familiares son los primeros lugares de referencia. De allí parten los hábitos y costumbres que se desarrollan después. Y sobre ese aspecto, no hay legislación que influya. → Leer más