Todos los discursos de los presidentes al momento de asumir, al menos en Uruguay, son similares. Desde hace 40 años hasta el pasado sábado 1º de marzo, confirman lo que pueden, retocan sus promesas de campaña electoral y terminan haciendo lo que deben que es sostener la confiabilidad del país sin grandes vuelcos, a pesar del cambio de rumbo.
La referencia continua a la libertad, el perfil de democracia ejemplar y el video sobre un “río de libertad” hace 40 años, casi estaban de más.
Que el mundo entero viera a los tres expresidentes –Lacalle Herrera, Sanguinetti y Mujica– sentados a un mismo lado de la Asamblea General es una prueba irrefutable que en Uruguay los valores democráticos están sobre todo lo demás.
Confirmando esa regla el flamante presidente se presentó de “mano tendida” y sin dirigir mensajes aleccionadores hacia la administración que acababa de salir. Probablemente porque sabe que deberá acordar con la oposición para obtener los votos que necesita en el Parlamento.
Pero si hablamos de similitudes, entonces cabe preguntarse dónde se encuentran las diferencias. El uso del lenguaje genera expectativas en cada asunción. De esta manera recordamos el “gobierno divertido” de Jorge Batlle, o el “Festejen, uruguayos festejen”, de Tabaré Vázquez. O “tenemos que rediseñar el estado” porque esa era “la madre de todas las reformas”, de José Mujica.
O Lacalle Pou, a un mes de su asunción y en el comienzo de la pandemia, anunciaba los estímulos al “malla oro” para que pedalee más rápido y haga traccionar la economía. Una frase que le cobraron propios y, sobre todo ajenos, hasta el final de sus días en la presidencia.
En este caso, el uso sutil de las palabras en el discurso de Orsi, es un ejemplo de mensaje a un sector agroexportador que forma parte de aquellos “malla oro” que esperaban con expectativas que el nuevo presidente les enviara un mensaje de consolidación de lo ya realizado. Aunque sin nombrarlos, se comprometió a trabajar “para consolidar el agronegocio a la vez que se fortalece la producción familiar”, tal como se fortalece en la actualidad, a tasas bajas y con fondos ministeriales.
En este “Uruguay que funciona”, el presidente reconocía que la confianza ya instalada es obra y consecuencia de todas las gestiones desde hace 40 años. No obstante, es un logro que pasa a ser invisibilizado durante la campaña electoral. Y nada más lo afirmó al señalar que Uruguay es “un país de reglas estables, donde los contratos se cumplen” y “honra sus compromisos”. Por lo tanto, la continuidad es importante.
En este contexto, no habló de la necesaria descentralización y el relacionamiento con los gobiernos departamentales, tal como lo hizo Tabaré Vázquez en su segunda presidencia. Porque ambos exintendentes sabían por experiencia propia el valor de los acuerdos con cada región, particularmente a la hora de definir las partidas presupuestales.
Sí habló de la pobreza, que ensancha su brecha en las primeras etapas de la vida, aunque sin referirse a planes específicos que requerirán de mayores definiciones presupuestales y acuerdos políticos.
Tampoco es novedoso que aumente la pobreza en un país de renta alta, luego de abatir índices históricos cercanos al 40% en una década frenteamplista. Esos índices volvieron a crecer al final del segundo mandato de Vázquez, sin pandemia ni recesión. Venían al alza desde 2018 y 2019, cuando cerró a casi 9%, con leve crecimiento del Producto Bruto Interno de entonces.
En otro tramo de su discurso, manifestó que no habrá contemplación con la represión al delito, y aclaró que “la solución será insuficiente, y hasta demagógica, si no atendemos decididamente las múltiples causantes de la violencia”. Si el mandatario se refería al consumo problemático de sustancias que lleva a una de las causas del delito y al narcotráfico que genera inseguridad en los barrios, deberá consolidar una estrategia para su enfrentamiento. Porque a su lado, son muchos los que piensan y muy pocos los que hablan de enfrentarse a una “guerra perdida”, tal como dijo el exfiscal de homicidios y hoy ministro del Interior, Carlos Negro.
Las primeras actividades presidenciales lo llevaron a reunirse ayer domingo con el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, a quien Orsi le confirmó que un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea es “prioridad” para Uruguay. Pero al socialdemócrata alemán le queda poco tiempo en el gobierno. En pocos meses dará paso a la derecha que asumirá Friedrich Merz, líder de la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU), quien a su vez deberá formar coalición con otros sectores concentrados en soluciones nacionales y cambios de rumbo. Allí donde el acuerdo no será prioridad, navegará la socialdemocracia que hoy gobierna, a un modesto tercer lugar con el 16%, luego de las últimas elecciones en Alemania.
Su discurso austero, sin frases que queden en la memoria, comulga con la campaña electoral que encabezó durante 2024. En ese entonces era un candidato muy cuidado por otros que hablaron mucho más.
Mientras tanto, y más allá de las palabras, esta región al norte del río Negro aguarda acciones sobre la generación de empleo con mejores índices de desarrollo humano que se muestran en retroceso desde hace años.
En un balance primario, el discurso del presidente fue de tono conciliador, lo que en principio es muy bueno, pero en los próximos cinco años lo que importará son los resultados, por más que el sábado sus palabras no reflejaran un compromiso que pueda servir de base para conocer los objetivos concretos del flamante gobierno. → Leer más