
En reciente edición dábamos cuenta a través de EL TELEGRAFO que el Tribunal Supremo británico, máxima instancia judicial, puso fin a un tema controvertido en el Reino Unido al dictaminar, la semana pasada, en un fallo histórico, que el término mujer en la ley está definido por el sexo biológico.
Parece una cosa de Perogrullo este tema, pero este fallo, entre otros aspectos no menos importantes, dirime una batalla legal de una década iniciada por la organización defensora de las mujeres “For Women Scotland”, y aclara por lo menos en términos legales el dilema que afrontaban, por ejemplo, clubes deportivos o escuelas sobre los espacios diferenciados por sexo, como los vestuarios o baños.
Es que este proceso legal comenzó con una querella de esta organización contra la decisión del Ejecutivo autonómico escocés de incluir a las mujeres trans para igualar los puestos públicos entre hombres y mujeres, uno de los controvertidos elementos incluidos en esta problemática que atraviesa transversalmente a la sociedad, pero que naturalmente, no ocurre solo en el Reino Unido, sino particularmente en los países occidentales, contrariamente a escenarios de otras culturas, como la árabe y la asiática en general, entre otras, donde siguen existiendo parámetros culturales que se siguen transmitiendo a través de las generaciones y que no son reflejadas en el ámbito legal.
El fallo a que nos referimos en el Reino Unido, se inscribe en el marco de la interpretación de la Ley de Igualdad británica de 2010. Según el tribunal, dicha ley protege a las personas trans, pero no modifica la definición de sexo biológico como criterio legal para referirse a una mujer.
Pese a esta afirmación, el Supremo aclaró que las personas trans siguen protegidas contra la discriminación, tanto directa como indirecta, y también frente al acoso en función del género adquirido.
El fallo fue recibido con entusiasmo por activistas del grupo “For Women Scotland”, que celebraron el dictamen frente a los tribunales. “Las mujeres ahora pueden sentirse seguras sabiendo que los servicios y espacios destinados a mujeres están reservados para mujeres”, afirmó Susan Smith, codirectora del grupo.
Asimismo, la reconocida escritora J. K. Rowling, autora entre otros libros del Señor de los Anillos, quien reside en Escocia y ha sido una voz cantante y polémica en esta discusión, apoyó públicamente la postura del grupo feminista. Por el contrario, como se descontaba, organizaciones LGTB+ expresaron su disconformidad, advirtiendo que el fallo podría tener efectos restrictivos para las mujeres trans, especialmente en ámbitos sensibles como los refugios o servicios de atención para víctimas de violencia de género.
La controversia se inscribe en un contexto de creciente polarización en torno a los derechos de las personas trans en Reino Unido, especialmente desde que Escocia aprobara en 2022 una ley para facilitar el cambio legal de género desde los 16 años sin necesidad de informes médicos, normativa que luego fue bloqueada por el gobierno británico.
Esta controversia también se da cruzando el Atlántico, por cuanto desde su asunción el presidente estadounidense Donald Trump endureció su postura contra los derechos trans, lo que ha generado paralelismos entre los discursos de determinados grupos en ambas orillas del Atlántico.
Según cifras del gobierno escocés, alrededor de 8.500 personas obtuvieron certificados legales de cambio de género (GRC) desde 2004. El fallo del Tribunal Supremo establece que, aunque este documento permite vivir legalmente como una persona del género adquirido, no modifica la base legal del sexo para los fines de la Ley de Igualdad.
El fallo también impacta la política penitenciaria. En enero de 2023, Escocia suspendió los traslados de reclusos trans con antecedentes de violencia hacia cárceles femeninas, tras casos que generaron fuerte rechazo público.
Pese a esta afirmación, el Supremo aclaró que las personas trans siguen protegidas contra la discriminación, tanto directa como indirecta, y también frente al acoso en función del género adquirido.
Sin dudas, en estas posturas conflictivas lo que se hace por regla general por colectivos militantes es “entreverar los tantos”, tratando de llevar agua hacia su molino, pero también por regla general, no es menos cierto que desde hace años se han armado lobbies de determinados colectivos, que son minoría, pero que cuentan con operadores activos en distintos ámbitos para denunciar que son objeto de discriminación y víctimas de las mayorías. Lo que en algunos casos es cierto, pero que a su vez a través de la organización y la presión sobre los actores políticos, han obtenido la aprobación de leyes y normas que se han “bandeado” y que en su distorsión les ha permitido avanzar con ciertos derechos en desmedro de los de las mayorías.
En el caso de sectores ultrafeministas, que existen en todos los países, incluido el nuestro, estas organizaciones hacen uso y abuso de un fuerte activismo que deja en desventaja al ciudadano de a pie, que no se organiza con determinado fin, y han logrado imponer en los hechos la práctica de la “corrección política” –que tiene mucho componente de hipocresía y de temor– para no desatar la furia de estos grupos contra quienes piensan distinto y entienden que muchas de estas “conquistas” no solo van contra el sentido común, contra la igualdad de derechos y obligaciones, sino también contra la naturaleza y la biología.
En este contexto, han surgido movimientos ciudadanos como el de las “mujeres por Escocia” que reniegan de los vestuarios y establecimientos que no son otra cosa que imposiciones logradas por el activismo que trata de poner en pie de igualdad a una mujer con un hombre que dice que se percibe mujer, pero que no lo es biológicamente, y que por lo tanto sigue siendo hombre, por más que los grupos activistas tratan de imponer que deben ser consideradas mujeres. De la misma forma se ha actuado en el deporte internacional, y en aras de luchar contra la “discriminación” hacia las denominadas mujeres trans, se han dado casos de que se habilita que personas biológicamente hombres, y han competido deslealmente en competencias femeninas, aprovechándose de su mayor desarrollo muscular y esquelético, donde las deportistas femeninas quedan en desventaja, con el argumento de que no deben sufrir discriminación.
En los hechos, con por lo menos un mínimo de sentido común, surge claramente que se ejerce un abuso en perjuicio del deporte femenino, cuyos representantes generalmente se han llamado a silencio en aras de lo “políticamente correcto”, y para no ser sometidos al escarnio público por los colectivos activistas que defienden estas prácticas absurdas.
Las Mujeres por Escocia lo que han hecho es simplemente luchar por su derecho a no ser violentadas por estos colectivos intolerantes, los mismos que no admiten opiniones distintas a su pretensión de tener “derechos” que avasallan a los de los demás como si todo el mundo debiera rendirse ante su verdad absoluta.
Por el contrario, lo que se requiere sin dudas es una discriminación positiva y protección en leyes hacia las personas más vulnerables, como lamentablemente lo son los trans, sobre los que hay personas y grupos intolerantes que ejercen violencia en su irracionalidad y mente estrecha, con cero empatía hacia las personas que pertenecen a este colectivo.
Pero la respuesta, como señalábamos, en un tema tan controvertido, no pasa por la imposición, sino por asumir que hay límites en los derechos que no se debería traspasar, que la tolerancia hacia el ser y el sentir del otro debe presidir nuestras acciones, que las normas deben contemplar estos aspectos, el aceptar la diversidad pero sin ser obligado a renunciar a la forma en que cada uno entiende que debe procesar aquello que no comparte o que no siente.
Y esto es lo que hasta ahora parece haber fallado.
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