Argentina no deja de sorprender, tanto por lo que ha sido el fenómeno del populismo peronista desde la década de 1950, que ha renacido una y otra vez tras proscripciones, dictaduras y gobiernos constitucionales, como por la pasión y las contradicciones de un electorado, que refleja el sentir de un pueblo que igualmente, pese a las malas experiencias, ha recaído en la apuesta a los presuntos “salvadores” mesiánicos.
El acto electoral del domingo resume mucha de estas reflexiones: contra los pronósticos, que daban cierta paridad electoral y la consabida preeminencia del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, el presidente Javier Milei y su partido obtuvieron una victoria contundente.
Casi todos los encuestadores pronosticaban un empate, con una prácticamente segura derrota del mileísmo en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, en el balance general, en la elección de diputados el oficialismo obtuvo 40,8% de los votos, contra 31,62% de Fuerza Patria (kirchnerismo) y sus variantes. En la de senadores, la victoria fue mayor: 42,64% para los libertarios y 28,5% para la principal oposición, en tanto en la provincia donde se concentra el 40 por ciento del electorado, el partido de Cristina Kirchner sufrió una derrota impensada, sobre todo luego que triunfara por más de 14 puntos hace menos de dos meses.
Estas elecciones son en los hechos una prueba de fuego para todo gobierno en el vecino país, por cuanto significa nada menos que elecciones legislativas de medio término, a mitad del mandato, y son un termómetro del humor popular respecto a la gestión gubernamental.
En este caso, el oficialismo ha despejado a su favor la incógnita principal de estos comicios, al incrementar su expresión parlamentaria con 64 diputados y 13 senadores, y los analistas consideran que este es el dato más relevante para su estrategia, que consiste en producir un conjunto de reformas que disminuyan los costos que desalientan la inversión privada en el país.
En la provincia de Buenos Aires, contrariando los vaticinios de las principales consultoras de opinión pública, la lista de La Libertad Avanza (LLA), encabezada por Diego Santilli, se impuso sobre la del kirchnerismo, que presidía Jorge Taiana. Es una señal muy importante para el Gobierno, porque pone en duda lo que parecía afirmarse con el triunfo de Fuerza Patria en las elecciones locales del 7 de setiembre: que el populismo estatista de Cristina Kirchner y Axel Kicillof se perfilara con grandes posibilidades de volver en 2027.
En la ciudad de Buenos Aires, a su vez Patricia Bullrich hizo una gran elección como candidata a senadora, poniendo en una encrucijada al oficialismo de los Macri. Sacó 50,2% de los votos, lo que equivaldría a ganar sin balotaje en capital, que es un bastión mileísta.
El punto es que el pueblo argentino no la está pasando bien, porque las medidas del presidente Milei, con su famosa “motosierra” del gasto estatal, han repercutido muy negativamente en sectores postergados, sobre todo en aquellos grupos históricamente dependientes de las dádivas del kirchnerismo y que dependían de la asistencia estatal a través de los punteros sindicales y políticos así como de organizaciones que en el vecino país han lucrado y actuado como reclutamiento electoral a través de las entregas de dinero, favores y bienes a un sector de la población que ha sido tradicionalmente base electoral del peronismo a lo largo de las décadas.
Pero a la vez, otro gran sector de la población argentina, a esta altura la mayoría, de acuerdo a la consulta electoral, ha apostado aparentemente a mantener todavía cierta esperanza en la gestión del outsider Milei, ante el espanto y rechazo que generan las prácticas kirchneristas, su corrupción institucionalizada y los abusos de poder que lo caracterizan.
Y pese a hechos que han hecho mella en la credibilidad de los dirigentes de La Libertad Avanza, los desplantes y la postura confrontativa de Milei con todo lo que se le ponga enfrente y no coincida con su pensamiento, hay amplios sectores de la población que continúan apostando a que el rumbo que sigue el libertario es su última esperanza de un cambio real en la política del vecino país, porque del otro lado lo que hay es más kirchnerismo, más corrupción, más voluntarismo y búsqueda del voto a través de prebendas y eslóganes apoyados en fantasías probadamente fracasadas.
Tampoco parece pesado el “factor Trump”, por cuanto los dirigentes kirchneristas apostaron al sentimiento antinorteamericano del argentino promedio potenciado sobre todo cuando Washington apoyó a Inglaterra en la Guerra de las Malvinas. Pero naturalmente, estamos hablando de hechos ocurridos hace más de cuarenta años y hay dos generaciones que están votando que ya ven la guerra como historia vieja.
Es que pocos días antes de las elecciones, Milei se aseguró el auxilio financiero de Donald Trump, con duros cuestionamientos desde tiendas kirchneristas, pero la reacción parece haber sido positiva, tanto de los votantes argentinos como de los mercados financieros al conocerse los resultados de los comicios.
Igualmente, todavía falta definir los detalles de la ayuda del Tesoro de los Estados Unidos. Ya se firmó el swap de 20.000 millones de dólares. Pero todavía está en discusión el fondo que se destinaría a la compra de deuda.
Otro factor no menos desdeñable es que es posible que el electorado haya premiado la desaceleración de la inflación, que fue su principal promesa en la campaña electoral, ante una carrera loca de precios que corroía la economía del vecino país, por más que el poder adquisitivo no se haya recuperado en la medida que se pretendía.
Sin embargo muchos de estos elementos ya estaban sobre la mesa en las elecciones de hace 49 días, cuando el oficialismo sufrió un revolcón en todo el país, incluyendo a la populosa provincia de Buenos Aires, y aún así el domingo La Libertad Avanza obtuvo a el 41,45% de los votos contra el 40,92% de Fuerza Patria en la provincia.
Con estos números, no es difícil establecer dónde están los ganadores y los perdedores. Pero, el gobernador Kicillof leyó de esta manera los números, según sus expresiones públicas al conocerse los resultados electorales: dijo que el 60 por ciento de los argentinos habían votado por rechazar al gobierno. Claro, lo que no dijo que con esta lectura, es que más del 70 por ciento había rechazado al kirchnerismo. Pero la realidad no es tan simple, pues hay de todo en la viña del Señor. Lo que sí es inocultable es que hay un hastío del pueblo argentino en general ante el político tradicional, y que han preferido tal vez un poco más de sacrificio en procura de un cambio que aún se ve incierto.
Ojalá que no viva una nueva frustración, y no quede nuevamente atrapado entre opciones de lo malo conocido y lo malo por conocer, porque esta película repetida nunca puede llevar a nada bueno.
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