A los 63 años, María Alejandra Pizzorno Margalef convirtió la bicicleta en símbolo de libertad y superación. Profesora de inglés jubilada, nadadora desde niña y viajera incansable, sostiene que la edad no impone límites. “El deporte me ha salvado; ha curado heridas de la vida”, afirmó en diálogo con Pasividades.
Nacida en Paysandú, recuerda su infancia en la zona del Puerto, donde las crecientes del río formaban parte del paisaje. “Todos mis vecinos eran gente mayor y los sacaba en bote cuando subía el agua”, contó entre risas. Su vínculo con el deporte comenzó en el Club Remeros, donde aprendió a nadar y a competir, experiencia que marcó su amor por viajar.
Durante la pandemia, la bicicleta se transformó en refugio. “Vi la bici y salí a recorrer lo que viniera. Me moví, porque quedarse quieto es lo peor que te puede pasar”, relató. Desde entonces, ha participado en pruebas de cicloturismo y competencias internacionales, entre ellas el Camino de Santiago y la Machu Picchu Epic.
Su próximo desafío es cruzar los Andes en bicicleta. “Si no se da con el grupo, lo haré sola”, aseguró. Activa y madrugadora, resume su filosofía en pocas palabras: “Hacé deporte, salí, caminá, tomá mate afuera. No te quedes”.
Pizzorno inspira con una vida dedicada al movimiento, la sencillez y la alegría de seguir pedaleando sueños.
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