“El edadismo es una de las tres grandes formas de discriminación de nuestra sociedad, por detrás del racismo y el sexismo. El término fue acuñado por primera vez por el psiquiatra y gerontólogo Robert Butler en 1968 y al día de hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como ‘los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad’”, precisa el Técnico Sebastián Cobas, integrante del Proyecto Soluciones Mayores.
En su espacio preparado para Pasividades, recuerda que “en todas las sociedades existen estereotipos sobre las personas mayores y sobre la vejez muy simplistas que no reflejan la realidad. Por ejemplo, se asocia la edad avanzada con fragilidad, dependencia o deterioro físico y mental. Esto origina prejuicios, prácticas discriminatorias y desigualdad, y además se ignoran las distintas experiencias de envejecimiento que cada persona tiene individualmente”.
Explica que “el evitar, rechazar y segregar a las personas mayores es en muchos casos un mecanismo de afrontamiento que permite a las personas evitar pensamientos sobre su propia mortalidad, el miedo a la discapacidad y a la dependencia”.
Según Cobas, “podemos hablar de tres dimensiones del edadismo. Los estereotipos o lo que pensamos de las personas mayores. Los prejuicios, o como nos sentimos respecto a las personas mayores y la discriminación, o como nos comportamos con las personas mayores”.
El técnico señala que “muchas veces estas actitudes no vienen desde la intención de hacer daño de ningún tipo, son conductas aprendidas y naturalizadas de las que debemos tomar conciencia y trabajar para poder cambiarlas”.
EJEMPLOS
Cobas enumera “solo algunos ejemplos en los cuales seguramente podamos reconocernos a nosotros mismos en algún momento teniendo actitudes similares frente a una persona mayor, ya sea un familiar, un colega, o una persona a nuestro cuidado”.
Relata que “hablarle a una persona mayor como si fuera un niño, infantilizarlo mediante diminutivos y actitudes condescendientes, a veces con frases como ‘a ver abuelo, abra la boquita’ o realizando comentarios sobre esa persona del tipo ‘es como si fuera un niño’”.
El técnico especifica que “pensar, sin conocer a la persona que por el hecho de tener cierta edad, que está enfermo, que es improductivo, que debe de ser una persona aburrida, triste o de mal carácter, que está desactualizado de los avances de la tecnología”.
Incluso, “creer que debido a su edad, la persona no tiene ya deseos sexuales y que no puede ejercer su sexualidad, y en el caso de hacerlo, burlarse, o referirse a esto como algo casi repugnante. Lamentablemente son muchos los casos en los que se limita a las personas mayores la posibilidad de llevar a cabo cualquier tipo de actividad sexual debido a que hay una visión extendida en la sociedad, según la cual, la sexualidad en los ancianos no existe y no es necesaria y si sucede, no es normal”.
A estos factores, suma “quitarle el poder de decisión sobre sus asuntos financieros. Sobre esto podemos ahondar en el concepto de abuso financiero y patrimonial”. Aclara que “es aquel que involucra el mal uso del dinero o propiedad de la persona por parte de un tercero. Por ejemplo engañando a una persona mayor para vender o regalar una propiedad o forzando a firmar documentos legales o cheques”.
En tal sentido, “sobre este tema tan controversial y que tristemente no es ajeno a nuestra sociedad el Artículo 23 de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores dice que ‘Toda persona mayor tiene derecho al uso y goce de sus bienes y a no ser privada de estos por motivos de edad y los Estados Parte adoptarán todas las medidas necesarias para garantizarle a la persona mayor el ejercicio del derecho a la propiedad, incluida la libre disposición de sus bienes, y para prevenir el abuso y la enajenación ilegal de su propiedad’”.
Cobas agrega otras situaciones: “Ignorarlo en trámites o consultas cuando va acompañado por alguien más joven, por ejemplo, en consultas médicas, donde el profesional se dirija solo al acompañante, ignorando a la persona afectada. Normalizar frases como ‘ya no tenés edad para usar esa ropa’, ‘estás un poco mayor para eso’ o llamar a una persona que no conocemos como ‘abuelo’, olvidando que esa persona tiene un nombre, y que tal vez ni siquiera tenga nietos, es otra actitud común que también forma parte de este problema”.
valiosas
A modo de conclusión, el técnico define que “debemos tener muy presente que las personas mayores son personas con emociones valiosas, que guardan una biografía individual y colectiva, que merecen nuestro respeto, y que en no tanto tiempo, nosotros estaremos en esa etapa de la vida”.
Por lo cual Cobas cuestiona: “¿Cómo queremos ser tratados entonces? Pues comencemos a ser agentes de cambio para que la sociedad toda encuentre el camino hacia el respeto, la integración y la erradicación de la discriminación hacia las personas mayores”.
Finalmente, “así como el racismo y el sexismo, el edadismo se basa en prejuicios, y para superar los prejuicios son dos los pasos a seguir. El primero es ser conscientes, es muy probable que todos tengamos matices edadistas, sentimientos contrarios a envejecer, pero lo importante es hacerlos conscientes para poder dar el siguiente paso, que es combatirlos, y para esto tenemos la responsabilidad de no apoyar una imagen gris de las personas mayores. El cambio empieza en nosotros”.