Opinión: Vergüenza ajena

Como individuos, usualmente, y como sociedad también, protagonizamos paradojas. La disputa entre lo que el público quiere, lo que los medios le dan, lo que se ofrece y lo que se deja a un lado, en cuestiones culturales, es para mucho hablar.
Por ejemplo, conocidos son los enfoques políticamente correctos que descartan en algunas partes del país elegir una “reina” de Carnaval porque implica, según esa perspectiva, una degradación de la mujer, una cosificación que supone verla solamente como un físico bello y deseable. En realidad, si en algún caso esto es discutible es tan luego en esa fecha, puesto que Carnaval es la fiesta de la carne, vale decir que no es precisamente en base a valores espirituales que se piensan y llevan adelante los espectáculos carnavalescos (carne vale), entre los cuales, si tenemos en cuenta lo que hacen parodistas, humoristas, mascaritas, murgas y “cómicos”, elegir a una joven por su belleza es lo más delicado y respetuoso que se puede ver, comparado con un sinfín de varones que basan su “humor” en disfrazarse de mujeres, con estereotipos generalmente degradantes, considerando ese acto de travestirse groseramente, como algo que, por sí mismo, puede generar gracia. Sin embargo, las mismas instituciones que instalan el debate sobre la reina, patrocinan, aceptan, evalúan y premian, en ocasiones, propuestas de tal tipo.
Desde otros ámbitos, y con intenciones que a veces son difíciles de entender o comprender en su justa dimensión, se propugna una ley de medios y hace días nada más, el propio presidente de la República tuvo que salir a moderar ante la Opinión Pública el tenor de un contrato que se haría con alguna empresa privada para llevar un registro (control) del tono –sí: del tono– con que se dan las noticias.
Sin embargo, para demostrar las paradojas de que somos capaces como sociedad y aun en aquellos casos en que tiene intervención central la autoridad gubernamental, en la noche de este lunes 26 de marzo, en el espectáculo central realizado en el Anfiteatro del Río Uruguay, transmitido incluso por televisión, The Party Band arengó al público a “cantar” un “tema” (¿?) consistente en la repetición de un verso que aquí no es posible reproducir completamente pero que con poner iniciales, se entenderá: “Si nos organizamos co..mos todos/Si nos organizamos co..mos todos/ Si nos organizamos co..mos todos”. Así como lo lee y lo supone: lo entendió. ¡Ah! Eso sí: muy consideradamente, parte de las repeticiones fueron también con las palabras cortadas, atendiendo a que, explícitamente se dijo, eran conscientes de que había menores, familias. He ahí otra paradoja: pretender que es tan grande la inocencia de quienes proponen esa grosería, que no se dan cuenta que los menores sí lo entenderán, lo repetirán y quizá hasta se les “pegue”. Tristemente, ese “verso” dicho no una vez, sino hasta el cansancio, invitando a todos a corearlo, fue parte de lo que la Intendencia de Paysandú ofreció al público.
Un hecho altamente disvalioso (valga también esta paradoja): que la Intendencia patrocine, que se brinde un espectáculo público, que se pague a esta clase de “artistas” y en el escenario central de la Semana de la Cerveza.
Es entendible que en el Carnaval se puedan hacer cosas que algunos consideramos desagradables y lesivas. Es legítimo que aun cuando así sea, se admita a los conjuntos pues lo contrario sería ejercer censura. Pero muy diferente es que en un escenario en el que tantas personas y grupos, con verdadero talento, desearían estar, aunque hubiese sido para un solo minuto y en una propuesta cerrada para un público marginal, se contrate tan luego a este tipo de gente. Ha habido y habrá en esta Semana muchos espectáculos completamente opuestos a este, de todos los géneros y, evidentemente, lo que da lugar a esta nota ha sido la excepción, el margen de error. ¡Pero qué error! Es para rogarles que tomen nota y sean mucho más cuidadosos.
Pensar que en una serie de ciudades de España, directamente no se contrata a cantantes con la popularidad (y venta asegurada de entradas) de Maluma –entre otros varios–, en ninguno de sus festivales, por el contenido degradante de la mujer de algunas de sus letras… ¿Cuántas entradas habrá sumado ese grupo específicamente al público que concurrió a la noche del lunes de esta 53ª Semana de la Cerveza donde los que verdaderamente convocaban eran otros conjuntos del género tropical? El importe de esos tiques, los que cortó por sí misma The Party band ha sido el precio del sentido común y de la decencia. Rossana Migliónico Molina