Reservas energéticas, todavía tema pendiente

“Las empresas públicas no pueden ser players del mercado y pretender ser el regulador al mismo tiempo. No pueden afectar la competencia en uso de poderes monopólicos. En esto hay enormes desafíos”, reflexiona el Dr. Juan Manuel Mercant, miembro del Observatorio de la Universidad Católica del Uruguay y socio de la consultora Guyer y Regules, a propósito del escenario energético del Uruguay y la gradual incorporación de energías renovables a la matriz.
El profesional alude así a las contradicciones del sistema regulador vigente, en el que el Estado es juez y parte, lo que desvirtúa la esencia de la regulación, precisamente, que debe ser exigente y ajena a los intereses en el juego, cuando además por tratarse de empresas estatales tienen una dependencia del gobierno central, del Poder Ejecutivo, pese a su supuesta autonomía.
Solo así se explica por ejemplo que pese a la evaluación de técnicos y autoridades de UTE de que se estaba en condiciones de rebajar el precio de la electricidad –lo que sería un muy buen aporte para aliviar costos a los hogares y a las empresas, en aras de su competitividad– el Poder Ejecutivo dispuso que por el contrario se aumentaran las tarifas para poder así volcar más de cien millones de dólares adicionales a Rentas Generales, ante las necesidades fiscales.
También, que en el caso de los combustibles, sigamos pagando, como la electricidad, los precios más altos de la región, cuando la importación de productos refinados resultaría más barata para el consumidor y por ende para el desenvolvimiento económico de los sectores productivos, lo que pone de manifiesto que las empresas “de todos los uruguayos” solo sirven a los burócratas y a quienes en ellas trabajan, los que reciben muy buenos sueldos respecto al resto de los dependientes del país, sobre todo de la esfera privada.
Sin embargo, no todas son “pálidas” en el escenario energético del Uruguay, porque en los últimos años se ha generado una auspiciosa reconversión hacia energías renovables, con inversiones que han resultado revulsivas en nuestro medio.
En el caso de la electricidad el contar con buena generación y en base a recursos renovables es un marco positivo, sobre todo cuando de a poco en la impulsión de los vehículos se irá evolucionando de su paso por el surtidor de las estaciones de servicios a los enchufes callejeros y domiciliarios para recargar baterías, de acuerdo a la tendencia mundial, y a medida que la masificación vaya permitiendo el abaratamiento y estandarización del parque automotor eléctrico.
Sobre este tema el economista Mercant indica al suplemento “Economía y Mercado” del diario El País que esta evolución ha sido posible en base a una combinación de consenso político, acceso a financiamiento, demanda creciente de energía y flexibilidad a la hora de establecer las condiciones para estructurar los procesos de negocios. Hubo así un marco favorable para la inversión, en el que según Mercant se han conjugado “la conocida seriedad del país a la hora de cumplir sus compromisos financieros, sumado a un importante abanico de beneficios fiscales, y una buena coyuntura internacional”, con el agregado de que en especial en materia de energías renovables “existe un amplio consenso político y social acerca de la necesidad y conveniencia de implementar inversiones y tenerlas listas para cuando se necesiten”.
Pero naturalmente, las condiciones que se dieron en gran medida fueron consecuencia de aprender la lección respecto a penurias anteriores, porque a principios del nuevo milenio se registró un incremento significativo de los precios del petróleo y hubo en nuestro país y la región una sequía persistente, lo que generó un trasfondo de opinión que se tradujo en la práctica en una política de Estado consensuada para captar inversiones que permitieron revertir ese panorama y dar seguridades que hasta entonces no se habían tenido en el área energética, sobre todo para avanzar en el uso de electricidad procedente de energías renovables de fuentes nacionales.
Lo explica claramente el profesional al considerar que “a partir de esa realidad empieza otra etapa. Existía el problema, estaba identificado y se iba en la búsqueda de un sustento político a la solución, orientada hacia otras fuentes de energía”, lo que permitió que con el paso de los años se cumpliera asimismo con los programas de eficiencia en el uso de la energía y se cumplió con un primer impulso de infraestructura energética, a partir de líneas de alta tensión y distribución, el cual debería seguir”.
En realidad, en gran medida esta reconversión fue consecuencia del denominado “boom” eólico, es decir la obtención de electricidad mediante parques de aerogeneradores asentados en lugares con buena disponibilidad de viento, lo que si bien es positivo porque permite insertar en la interconexión nacional de electricidad la energía que permite ahorrar agua en los embalses y eventualmente combustibles en centrales térmicas que han quedado como respaldo de emergencia, también da la pauta de que estamos ante una concentración en un recurso ocasional sin respaldo o reserva propia.
Distinto es el caso de la biomasa, incluyendo los desechos forestales, que permiten contar con un grado de reservorio significativo en la generación, y que si bien tiene un porcentaje en esta reconversión a renovables, ha alcanzado logros puntuales sobre todo en torno a las plantas de celulosa, pero sin una masificación, para lo que no se han generado las mejores condiciones para invertir.
Es en cambio más auspiciosa a esta altura la tendencia a la incorporación de la energía solar, que es de gran potencial sobre todo en el norte del río Negro, aunque como bien señala Mercant, “se comenzó pero debe continuarse. Es un excelente complemento de la energía eólica y hay espacio para seguir avanzando, y con mucho aprendizaje hecho, a partir del diseño de proyectos en el área energética. Por otro lado hay que pensar cómo podemos almacenar esa energía que se produce, que por momentos nos genera excedentes: baterías, agua revertida para el caso de las hidroléctricas, etcétera. Es un área donde obligatoriamente debemos avanzar y en la cual también se pueden encontrar oportunidades de inversión”.
El economista da precisamente en el punto en el que se plantean importantes desafíos para el Uruguay en el caso de la reducción de la dependencia energética: el contar con almacenaje suficiente de energía a tono con la capacidad de generación puntual, porque con energía eólica, con fuentes solares, nos encontramos ante potencia del momento, y solo con capacidad de reserva en embalses y la emergencia con los caros derivados del petróleo.
Y en este sentido es preciso generar llamados a expresiones de interés para captar proyectos e inversores, tanto a gran escala como doméstico, para contar con energía disponible en todo momento, sin depender en gran medida de avatares meteorológicos o demandas puntuales que hagan un cuello de botella, por mencionar aspectos pendientes en esta problemática.