Horizonte de oportunidades, sin certezas

El histórico acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), que deberá ser ratificado por los respectivos parlamentos para su puesta en vigencia progresiva, implica numerosos desafíos, porque no hay partido si juega uno solo, y las facilidades y preferencias que se otorguen en uno u otro sentido significará que en los países del Mercosur –incluso el nuestro– habrá sectores beneficiados y otros que sufrirán perjuicios por la competencia procedente del Viejo Mundo, cuando además hay profundas asimetrías entre las economías de uno y otro lado del Atlántico.
Por lo pronto, ya a priori se han tejido especulaciones sobre la repercusión en el Uruguay de este acuerdo, como en su momento, hace ya más de veinte años, también se especuló sobre cómo ingresaríamos al Mercosur y quién saldría beneficiado, a quiénes afectaría negativamente y a quiénes las cosas no le significarían cambios.
Naturalmente, del dicho al hecho hay mucho trecho, como bien sostiene el refrán, y en este período de transición hacia la instrumentación progresiva del acuerdo habrá una decantación y necesaria reconversión para que el cambio de las reglas de juego no resulte traumática para sectores que han trabajado con otras perspectivas.
Por otro lado, y de eso se trata fundamentalmente, no debe soslayarse que el Uruguay es un país caro desde hace muchos años, con costos internos muy elevados comparativamente en el concierto internacional, y que por lo tanto aún con acuerdos preferenciales sus productos tendrán dificultades para acceder a mercados donde los competidores trabajan con otros costos, y de la misma forma no sea fácil competir con los productos importados para quienes trabajen en el mismo rubro con destino al mercado interno.
Sobre todo cuando las mentadas alianzas estratégicas que figuraban como uno de los pilares de la integración dentro del Mercosur se pueden contar con la mano, y han generado más frustración que resultados positivos por tratarse de países con economías muy irregulares y sujetas a los avatares de todo tipo.
De ahí que en la percepción previa sobre las consecuencias del acuerdo Mercosur-UE, tras la satisfacción por haber culminado exitosamente por fin 20 años de trabajosas negociaciones, las evaluaciones se hacen sobre elementos todavía muy inciertos y sobre todo sujetos a variables que se irán confirmando dentro de un período razonable, para poder trazar estrategias y modelos.
No debe perderse de vista en este proceso que se viene que la UE en su conjunto es ya desde hace años el segundo destino comercial del Mercosur, además del segundo destino más importante para las exportaciones de nuestro país, y que se trata además del primer acuerdo de gran impacto comercial que alcanza el Mercosur con terceros. “El Mercosur y la UE construyen con este acuerdo una zona de libre comercio y apuestan a la cooperación para el fomento del crecimiento económico, el empleo y las inversiones”, subrayó nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores al respecto. Esto en cuanto a expectativas y enunciados generales, porque cuando se entra a hilar fino en cuanto a lista de productos, tenemos que por ejemplo se mantienen en Europa posturas proteccionistas y los reflejos en contrario de sectores que históricamente han sido subsidiados, como los productores del agro francés, y en el mismo sentido el presidente galo no se ha manifestado proclive a ratificar el acuerdo, según recientes declaraciones que ponen de relieve que no estaría dispuesto a poner en riesgo tradicionales bases de apoyo en lo interno.
En cuanto a la visión más optimista, es cierto lo que dice el canciller Rodolfo Nin Novoa en el sentido de que se trata del “acuerdo más grande del mundo” que permitirá abarcar un mercado de bienes y servicios para 800 millones de consumidores.
Es así que con el paso de los días surge inequívocamente que mientras todo indica que algunos sectores se verán ampliamente favorecidos, otros en cambio tendrán que plantearse competir con sus pares del viejo continente, que por regla general, y por las realidades económicas, son más eficientes y competitivos. Sin embargo, la realidad es que Europa no es precisamente “barata” para Uruguay, por lo que la mayoría de los productos que podrían llegar sin aranceles del viejo continente seguirá siendo caros para el mercado local, y más bien para un público de alto poder adquisitivo. Por ejemplo, difícilmente se vayan a vender muchos Mercedes Benz más en Uruguay, solo porque el modelo C220 baje de 60.000 dólares a 52.000, por ejemplo; y a lo sumo, en este caso las que más lo pueden llegar a “sufrir” son las fábricas chinas, porque la producción uruguaya de autos no es significativa. En ese sentido no representa una competencia riesgosa para nuestras industrias, y por el contrario, nuestro país podría verse beneficiado de poder colocar productos nacionales allá. Por otra parte, somos y seguiremos siendo mayormente productores primarios, y en eso sí somos altamente eficientes. Es por eso que muchos europeos no ven con buenos ojos este acuerdo, que podría perjudicarlos mucho más de lo que los beneficie. Sólo este último hecho es más que suficiente para intuir que en realidad a nosotros nos sirve el tratado.
El punto es que en concreto, en el caso uruguayo, las exportaciones de bienes hacia el bloque europeo representaron un 18 por ciento del total el año pasado, y los principales rubros de exportación fueron en ese período la celulosa, con un 49 por ciento, la carne bovina con 22 por ciento y la madera con un 7 por ciento. A la vez, para el caso de los bienes, los objetivos fijados en el acuerdo son que la UE elimine los aranceles para el 92 por ciento de las exportaciones provenientes del Mercosur, otorgando además acceso preferencial a otro 7,5 por ciento con otras modalidades que no significarán la eliminación total de impuestos para el ingreso de mercadería.
Asimismo, una vez entrado en vigor el acuerdo, que puede instrumentarse en un período de dos años, algunos productos destacados de exportación en Uruguay tendrán un arancel del 0 por ciento, y entre ellos figuran la harina y el poroto de soja, aceites de uso industria (soja, maíz, girasol), y productos de la pesca como la merluza.
Además, figuran producciones como el arroz y las frutas cítricas (limones, naranjas y mandarinas), que entrarán en una canasta de desgravación que irá de cuatro a diez años, progresivamente.
En lo que respecta a la carne, el acuerdo hará que un porcentaje de la cuota Hilton deje de pagar aranceles, cuando actualmente pagan un 20 por ciento, para un cupo de unas 6.300 toneladas.
Hay asimismo desgravaciones para el arroz, lácteos, con cuotas para todo el Mercosur.
Se trata de producciones con acceso de ida y vuelta, incluyendo producciones para las que nuestro país tiene ventajas comparativas que en gran medida son erosionadas por los altos costos internos.
Por lo tanto, podemos inferir que para Uruguay las ventajas son mayores que las desventajas en este acuerdo entre bloques. Para los productos manufacturados que aún producimos, deberíamos mejorar la competitividad, pero al menos estamos hablando de Europa como socio y no un país que produzca barato, como podría ser China o India, por lo que hay buenas posibilidades de salir bien parado. Y en cuanto a alimentos, desde ya que es lo que hemos soñado por décadas, poder entrar a un mercado que paga muy bien por los productos de calidad que nosotros producimos.