Segunda quincena de enero. No hace mucho, apenas el año pasado, cientos de vehículos regresaban desde los centros de verano y otros cientos viajaban a los mismos. El puente Paysandú-Colón usualmente con algunas horas de espera, ante la gran cantidad de turistas retornando o deseosos de comenzar sus ansiadas vacaciones.
Pero aquí estamos, con el país cual si fuera el planeta Marte –rojo– el color asignado por el Índice de Harvard –aplicado a la pandemia de COVID-19–, cuando las cosas no andan nada bien.
Paysandú, empero, lucha por mantenerse en amarillo –de advertencia–, pero sin la gravedad de contagios que evidencia el rojo.
Y hacemos todo lo posible por disfrutar este verano diferente con protocolos, cuidados sanitarios, distancia física o tapabocas. Palabras que existen desde siempre en nuestro idioma pero que nunca las habíamos usado como ahora. Acostumbrados a apiñarse en la tribuna, un recital o la tibia (a veces caliente-caliente) arena de la playa, ¿qué es eso de distancia física?
Pues, es la forma de hacerle frente al virus y también de tratar de seguir adelante, disfrutando de la vida. Eso sí, responsablemente. Otra palabra que se nos ha vuelto cotidiana.
Con los debidos cuidados, y el apoyo del sol que regala hermosas jornadas para el disfrute de nuestra costa, los centros termales, los arroyos, las piscinas públicas o de clubes o –por qué no– la piscina inflable en el patio, el verano es un placer. Si toca vacaciones, mucho mejor.