Y si así les va a los alemanes…

El dato sobre el comportamiento de la economía alemana en el pasado año es ilustrativo en su real magnitud de la afectación que ha ocasionado la pandemia de COVID-19, sobre todo si se parte del hecho de que esa nación tiene la economía más fuerte del viejo continente y es una de las mayores a escala global.
Pero ni siquiera su solidez ha podido impedir que Alemania viera contraer su economía en 2020 un 5% a causa del impacto de la pandemia de coronavirus, según anunció la Oficina Federal de Estadísticas (Destatis). El retroceso de la economía germana el pasado año ha batido casi todos los registros: es la segunda mayor recesión de la historia de posguerra del país, y solo en 2009 el PBI alemán se redujo aún más bruscamente, un 5,7%, como consecuencia de la crisis financiera mundial. Tras el impacto, el Bundesbank predice una mejora del 3% en 2021 y del 4,5% en 2022.
Debe tenerse presente igualmente que Alemania fue uno de los países europeos que mejor resistió el embate de la Gran Recesión, y según los especialistas, los números hacen pensar que también estará entre los que salgan de la pandemia con menos rasguños. En un año en que la mayoría de sus socios batirán sus peores marcas, –con desplomes esperados de doble dígito en casos como el de España– la contracción del 5% sufrida por Berlín es incluso menos acentuada que la de la última crisis global.
“Tras un período de crecimiento de 10 años, la economía alemana sufrió una profunda recesión en 2020, el año del coronavirus, una situación similar a la de la crisis económica y financiera de 2008-2009. Sin embargo, la recesión en su conjunto, fue menos grave en 2020 que en 2009, según cálculos provisionales”, señala Destatis.
Según la oficina estadística, ningún sector de la economía quedó exento del zarpazo del virus, aunque la industria y los servicios fueron especialmente golpeados. En la industria (excluida la construcción), que representa poco más de una cuarta parte de la economía total, la caída fue del 9,7% en comparación con 2019, y del 10,4% en el caso de la manufacturera.
El impacto se notó especialmente en la primera mitad de 2020, y no siempre estuvo vinculado a asuntos domésticos: las interrupciones temporales en las cadenas de suministro globales dañaron la marcha de una economía muy dependiente de las exportaciones, según Destatis.
A su vez las restricciones ligadas al virus provocaron una caída histórica del gasto de los hogares del 6%, amortiguada por el aumento de un 3,4% del gasto público, en parte por la adquisición de material sanitario y de protección.
La contracción también tuvo sus consecuencias negativas en el ámbito del empleo. Acabó con 14 años consecutivos de crecimiento de la ocupación en el país: en 2020 se registró un 1,1% menos de personas con trabajo (477.000 menos que en 2019), aunque la tasa de paro con la que cerró el año, del 5,7%, es mucho menor que la de muchos de sus vecinos, sobre todo del Sur.
Por añadidura, en un país que hace justa gala de la solidez de sus cuentas, el coronavirus ha introducido elementos de desajuste. El año pasado la economía alemana tuvo su primer déficit presupuestario desde 2011. El gobierno federal, los estados, los municipios y las cajas de seguridad social gastaron 158.200 millones de euros más de lo que ingresaron, llevando el déficit al 4,8%, el segundo déficit más alto desde la unificación alemana, solo superado por el déficit récord de 1995, cuando las deudas de la Treuhand, la sociedad fiduciaria encargada de privatizar el patrimonio de la antigua RDA, se transfirieron al presupuesto estatal.
Pese a que Alemania ha endurecido las restricciones, el Bundesbank, el banco central alemán, pronostica que la economía alemana crecerá un 3% en 2021 y un 4,5% en 2022, aunque su dependencia del sector exterior la hace vulnerable a la incertidumbre que genera el virus en sus socios comerciales.
Hemos traído a colación cual es la situación del mejor de la clase para poder establecer un escenario comparativo a la problemática mundial, la de América Latina y en particular la de Uruguay, habida cuenta de las marcadas diferencias estructurales, coyunturales y culturales con la nación germana, la que igualmente está sufriendo las consecuencias del desastre generado por el virus, aunque sí con espalda financiera como para amortiguar el impacto social, lo que no ocurre en los países de nuestra región, por supuesto.
Y es pertinente referirnos a las reflexiones del director de Estrategia Global de Asset Management de BBVA, Dr. Joaquín García Huerga, en el análisis de coyuntura del suplemento Economía y Mercado de diario El País, al considerar el futuro inmediato pos pandemia, desde el punto de vista de los estímulos fiscales para tratar de paliar las consecuencias de la crisis y apuntalar la recuperación global.
Sus reflexiones son marcadamente optimistas al fin de cuentas, si se actúa con sensatez, en lo que confía, y augura un crecimiento económico significativo para 2021, son subas superiores al potencial en todas las economías consideradas relevantes para el conjunto, tanto por la superación de la pandemia como las medidas de estímulo monetario y fiscal.
Hay sin embargo aspectos particulares a tener en cuenta, que menciona el jerarca, al referirse al “daño estructural proyectado al período post COVID-19, y a aquellos sectores económicos que lamentablemente se están llevando lo peor de esta crisis. Específicamente, sectores como el turismo y la hotelería, donde el daño indudablemente es estructural y global, donde va a ser necesario inyectar más dinero para mantenerlos o reconvertirlos”.
Además, considera que el futuro pos pandemia estará signado por la polarización política, proteccionismo, y daños estructurales en esos sectores de la economía, mientras que como apoyo se manejan mayores estímulos fiscales en un intento de recuperar la actividad y darle sostenibilidad.
Es decir, por lo menos un horizonte de esperanza tras más de un año aciago de incertidumbre y caída. La expectativa, en el caso particular de Uruguay y los países del Cono Sur latinoamericano, es que habrá una demanda adicional de alimentos y productos del agro, donde como ejemplo la soja ya está por encima de los 500 dólares la tonelada, lo que nos vendría muy bien por cierto para minimizar los daños y apostar, como desde siempre, a la producción agropecuaria como puntal para una reactivación que se ha hecho esperar demasiado.