Pese a la prioridad mundial en la lucha contra la pandemia del coronavirus y el parate que ello ha significado para las actividades en general, existen grandes temas en los que es preciso seguir trabajando para llegar con el menor retraso posible a la etapa pos pandemia en la que es de esperar se retome la normalidad, porque el mundo sigue andando y hay desafíos pendientes para ocuparnos, desde hace mucho tiempo.
Así, pese al tema casi excluyente del coronavirus en las conversaciones y la atención global, en la medida en que el escenario mundial lo permita, la investigación sustenta el avance de la fabricación y uso de vehículos eléctricos a nivel mundial, y si bien hay grandes obstáculos a superar, incluyendo entre otros los precios y logística, a esta altura nadie duda que el avance desde el punto de vista ecológico y sustentabilidad de recursos respecto al uso del petróleo como energético fósil marca un elemento a favor irreversible.
Existen aspectos que hasta ahora han resultado en un hueso duro de roer para la masificación del impulsor eléctrico, y uno de los aspectos sustanciales tiene que ver con que la electricidad pueda competir con la posibilidad de llenar un tanque de combustible en apenas unos segundos, y a la vez contar con autonomía y servicios de recarga que permitan una circulación con garantías similares a los vehículos de motores a explosión.
Hay que tener en cuenta, como un elemento que propicia la investigación y la concreción de etapas para la electrificación del transporte, que el transporte genera no menos del 24 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, (GEI). De ellas las tres cuartas partes corresponden al transporte de personas y carga por rutas y carreteras, en tanto los automóviles, ómnibus, taxis, camiones y motocicletas generan el 18 por ciento de las emisiones totales. Del restante seis por ciento una mitad corresponde al transporte aéreo de personas y la otra a otros tipos de transporte.
El punto es que la agenda pospandemia a nivel mundial volverá a tener como protagonista el combate al cambio climático, de acuerdo a lo que expresa el informe de la consultora SEG Ingeniería, que recoge El Observador, y un indicativo en esta dirección surge de la decisión de la Administración del presidente Joe Biden en Estados Unidos, con su regreso formal al Acuerdo de París sobre el clima, en el marco del objetivo de contener el aumento de la temperatura global por debajo de los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales.
Este objetivo sería prácticamente impensable con el nivel de emisiones en el transporte por el uso de motores movidos por petróleo, y por lo tanto la electrificación de las flotas aparece como un paso inevitable que debe darse para cambiar la matriz impulsora.
Lo indica la citada consultora precisamente cuando expresa que el proceso de conversión implicará “un cambio estructural de una movilidad basada en combustibles fósiles a una movilidad sostenible asentada en vehículos eléctricos. En un contexto en el que la generación eléctrica proviene cada vez más de fuentes renovables, la transición eléctrica es posible”.
Y ya los cambios se han hecho notar en cuanto a los avances tecnológicos en el plano automotriz, hasta hace unos años las investigaciones y los fabricantes apuntaban a los motores híbridos, conjugando en una misma unidad el motor a explosión y el impulsor eléctrico –con grandes sobrecostos de fabricación por esta causa– pero ahora se ha pasado lisa y llanamente a promover el uso del motor eléctrico exclusivamente.
Ello es posible por haberse reducido significativamente el costo del vehículo eléctrico a partir de las innovaciones en el tema de las baterías, que son precisamente el talón de Aquiles del motor eléctrico cuando debe movilizarse, por su alto costo y el factor limitante de la autonomía.
El costo de fabricación de las baterías ha caído un 87 por ciento en la última década y esta tendencia es un buen augurio para la masificación que sin dudas tambien redundará en un abarartamiento de las unidades 100 por ciento eléctricas.
El empuje más significativo viene por el lado del transporte colectivo, y en el caso de los ómnibus, nos encontramos a esta altura con que actualmente el 45 por ciento de las ventas globales de ómnibus son vehículos a batería y son ya la quinta parte de la flota mundial, al punto que para 2040 se estima que las unidades eléctricas representarán el 80 por ciento de los ómnibus vendidos.
Pero claro, cuando hablamos de promedio global, nos encontramos ante situaciones heterogéneas, desde que una cosa es el panorama en los países desarrollados y una muy distinta en áreas como América Latina, donde la transición es mucho más lenta por una serie de factores, que incluye naturalmente que el recambio de flota es mucho más lento, por el tamaño de las economías y asimismo se estira al máximo el uso de las unidades antiguas a explosión, como todos sabemos.
Igualmente, pese a las carencias que obran como factor limitante, desde hace años en la región existen cerca de mil trolebuses, mientras se está acelerando la incorporación de ómnibus a batería, que ha pasado de un número que se contaba con los dedos de una mano hace cuatro años, a que actualmente circulen 1.304 unidades en Latinoamérica, según la SEG.
En este contexto, con 789 unidades, y el 8,3 por ciento de su flota eléctrica, Chile lidera en la región en incorporación de buses a batería, y la nación trasandina tiene previsto en 2040 llegar al 100 por ciento de su flota movida a electricidad.
En Uruguay se cuenta hoy con 34 ómnibus eléctricos circulando por las calles de Montevideo y Canelones, lo que equivale al 1% de la flota y ubicando al país en tercer lugar en América Latina, detrás de Chile y Colombia.
Evidentemente, esto se ha logrado en buena medida con subsidios para la compra, que reducen la brecha de precios respecto a las unidades de motores a derivados del petróleo, pero este no es el único factor a tener en cuenta.
En nuestro país, con pocas unidades eléctricas en circulación, hay escasos lugares todavía para recarga, porque los pasos en este sentido deben incluso adelantarse a la inversión del usuario, pero a la vez se están realizando estudios técnicos que tratan de ir a la par de la gradual incorporación de este tipo de unidades al parque automotor. Es así que un grupo de investigadores de la Universidad ORT están trabajando en la parte de infraestructura de apoyo, por ejemplo en diseñar una forma de optimizar la red eléctrica, por cuanto si bien Uruguay tiene un grado de avance significativo en materia de generación renovable, hay desafíos importantes planteados en lo que respecta a su distribución.
Con referencia a esta problemática, integrantes de este equipo de investigación han evaluado con mucha razón que si eventualmente se pasara a un uso más o menos masivo a los autos eléctricos habría serios problemas para atender la demanda de infraestructura que se requiere para este número significativo.
Este es un cuello de botella clave en Uruguay y naciones subdesarrolladas, aunque en términos relativos Uruguay está muy bien posicionado desde el punto de vista de la cantidad de energía que tiene, con fuentes energéticas renovables en buen porcentaje, con represas, generadores eólicos, y otras fuentes de perfil ecológico.
Pero a la hora de aterrizar esta posibilidad para atender un esquema de transporte eléctrico que mueva la aguja, la realidad indica que seguimos todavía lejos de ponernos a rueda en esta problemática, que todo indica igualmente va a llegar, aunque tal vez no sola en el recambio, habida cuenta de los avances que se están registrando por ejemplo en la búsqueda de incorporar motores movidos a hidrógeno, una alternativa que podría ser mucho más viable para países como el nuestro.