Pasó San Valentín, llegó carnaval pero nadie lo celebró y el mes más corto del año ingresa en sus últimos días. Febrero. De pronto queda claro que los últimos días de descanso, de pasar las horas en la arena, de disfrutar de una larga noche de asado en la playa están a punto de culminar.
Por supuesto, en marzo –si el tiempo caluroso se mantiene– alguna escapada a la playa o a un arroyo seguramente se podrá realizar. Pero con marzo llegan las clases. Los niños y jóvenes deben –quizás– levantarse temprano para concurrir, la actividad de la casa se transforma. El tiempo se torna más escaso. Y, de hecho, el verano comienza lentamente a hacer sus valijas, porque ya vendrán las hojas tomarán un color ocre y luego se separarán de los árboles, con el ingreso del otoño.
Así que a redoblar esfuerzos, a disfrutar de estos últimos días de febrero, sin olvidar la pandemia. Y –vaya curiosidad– ayer 20 de febrero fue el Día Internacional del Pangolín, uno de los más extraños mamíferos de los que pocos habíamos escuchado hablar hasta que se lo vinculó como nexo que provocó el coronavirus.