Mis rincones oscuros

Literatura Random House, 1996. Cuando se lee a cualquier escritor y se llega al punto de la admiración, una de las preguntas, o tal vez la mayor interrogante que surge es la que tiene que ver con el origen de su talento. De dónde es que sale esa obra que puede llegar a cambiarnos la vida.
Las respuestas de muchos autores a esa pregunta casi siempre tiene que ver con la misma literatura. “Después de leer a tal o cual autor no pude hacer más que escribir”, dicen algunos. Otros, sin embargo, confiesan que el origen de su arte se encuentra en la propia vida. Y no pocas veces en algunos vicios, desengaños, traiciones o incluso acciones que no siempre son de las buenas.
Aunque siempre son respuestas incompletas. Para llegar al fondo de esa cuestión tenemos las autobiografías. Claro que, no siempre son los libros más logrados de sus autores los que hablan de sus propias vidas. ¿Pero qué pasa cuando esa vida tiene tanto que ver con la obra que después llevaron a cabo?
Y si hablamos de un autor de las novelas policiales más potentes, detallistas y tremendas de los últimos tiempos, ir a buscar en su propia vida personajes y hechos parecidos a los que cuenta puede parecer una exageración literaria. Pero no lo es.
Hablamos de James Ellroy, el autor que desde la década del 80 para acá, según algunos, revolucionó la novela policial norteamericana. El problema con esa palabra, o sea “revolución”, es que se utiliza con demasiada facilidad. Es algo difícil para mí pensar en Ellroy como un escritor “revolucionario”. Lo que parece más adecuado es definirlo como un autor que le ha devuelto al policial de serie negra sus valores, o antivalores, más puros. Novelas como “Los ángeles al desnudo”, “La dalia negra”, “América” o “Seis de los grandes” aparecieron en la escena literaria para recordar que el género policial era mucho más que descubrir quién era el asesino de un crimen misterioso. Lo mismo que los grandes maestros como Raymond Chandler, Dasshiel Hammett o Ross MacDonald se habían encargado de hacer décadas antes, lo está haciendo Ellroy en la actualidad.
Así y todo, quien lea “Mis rincones oscuros”, descubrirá otra cosa. Porque se trata de la propia vida de Ellroy. Una vida que bien podría ser sacada de su propia imaginación. En 1958, cuando tenía diez años, su madre fue encontrada violada y asesinada. Ellroy entonces tuvo dos caminos por delante, el dejarse arrastrar anímicamente por esa tragedia o el superarla y emprender la exitosa vida que ha sabido llevar.
Entonces se podría decir que eligió el segundo camino, pero lo hizo después de pasar arduamente por el primero. De ahí que la propia vida del escritor sea tan apasionante o más que sus propias novelas. Con el mismo detallismo y falta de concesiones conque ha sabido retratar a la sociedad norteamericana del decenio de los 50 hasta el presente, en “Mis rincones oscuros” Ellroy disecciona su propia existencia desde una infancia truncada por ese crimen, una juventud bohemia al límite de la marginalidad, la posterior recuperación, en parte muy ayudada por la literatura –policial por supuesto– y, con una vida ya encaminada, el tratar de resolver el asesinato de su madre, ya que la policía nunca pudo hacerlo.
Entre las mejores páginas de Ellroy puede haber mucho de Chandler o Hammett, es cierto, pero también de William Faulkner, Scott Fitzgerald, Carson McCullers o Paul Auster.
A estas alturas, pedir tanto a críticos como al público que no se considere menos a un escritor “de género” como Ellroy, que nada tienen que envidiar a los consagrados ganadores de premios, puede parecer repetitivo, pero basta con leerlo para borrar toda frontera entre la literatura policial y la gran literatura a secas.
Por Fabio Penas Díaz