Maquillajes e indefiniciones en el Mercosur

Tras una vuelta de tuerca acordada entre los dos grandes socios del Mercosur, Argentina y Brasil, en el sentido de promover una reducción del arancel externo del Mercosur, a lo que se ha plegado Paraguay más recientemente y que va en línea con uno de los reclamos de Uruguay en el bloque, queda planteada la incógnita de si estamos en un incipiente cambio de rumbo del bloque regional o si es una especie de maquillaje para seguir como hasta ahora, con Argentina torpedeando cualquier intento de apertura al mundo o de aceptar una flexibilización como la planteada por Uruguay.
El escenario, con sus diferencias, responde a las asimetrías de las economías entre los países del bloque pero también a que –pese a sus dificultades– nuestro país se encuentra en mejor posición que sus vecinos, con el respaldo de una seriedad institucional lejos de verse en la otra orilla. A ello se agrega el mejor manejo de la pandemia y, sobre todo, una política económica realista y que pretende estar a tono con la evolución global.

Estas asimetrías y contradicciones han sumido al Mercosur en un estado de postración y solo sirven para algunos sectores, que se benefician de acuerdos internos protegidos por un arancel común muy por encima de lo aconsejado para no encubrir ineficiencias y, a la vez, redunda en claro perjuicio de los consumidores.
La idea expuesta por Uruguay en el sentido de avanzar hacia un Tratado de Libre Comercio con China ha sido tal vez el disparador de esta negociación entre los dos grandes vecinos por el arancel y la reciente incorporación de Paraguay a este acuerdo. Pero todo indica que nuestro país debe persistir en esta línea de búsqueda de un TLC con el gigante asiático, pese a la reticencia de sus socios, por entender que este sería una cuña o plataforma de lanzamiento adicional de China en el subcontinente sudamericano, en desmedro del Mercosur.

El juego de Argentina y Brasil, cada uno a su manera, ha sido el de proteger sus intereses y apostar al proteccionismo, a la vez que con sus políticas económicas plenas de avatares han dejado más de una vez expuesto a las consecuencias a Uruguay, como es el caso de maxidevaluaciones en ambos países, la más importante de todas la de Brasil en 1999.
El antecedente inmediato a tener en cuenta es el giro diplomático reciente, en el sentido de que los gobiernos de los dos grandes del Mercosur anunciaron un acuerdo para reducir en un 10 por ciento el arancel externo común (AEC) en un universo muy amplio de productos, anuncio al que se llega en el momento en que Uruguay, por iniciativa del presidente Luis Lacalle Pou, sigue avanzando por su cuenta en concretar un TLC con China.

Precisamente la reducción del Arancel Externo Común a importaciones de terceros países, que en la actualidad es de un promedio del 13 al 14%, ha sido uno de los temas más debatidos del bloque en los últimos años y motivo de idas y venidas, en general respondiendo a las presiones de la industria argentina y en menor medida de la de Brasil, mejor posicionada en este aspecto, pero con la misma inquietud.

El representante argentino evaluó que este es un tema muy importante y que fueron excluidos algunos sectores sensibles como la industria textil y la automotriz. Si bien ni Argentina ni Brasil detallaron a cuántos productos afectaría esta reducción, que aún debe ser aprobada formalmente por los otros dos socios, se incluirá prácticamente el 75 por ciento del universo arancelario. Igualmente los ministros de ambos países manifestaron su voluntad de seguir trabajando en la consolidación del Mercosur “como plataforma conjunta de inserción internacional en un contexto mundial competitivo, incluso a través de la negociación de acuerdos extrarregionales, la mejora del ambiente regulatorio y el perfeccionamento de las reglas de origen”.

Este acuerdo bilateral y la consulta posterior a los dos socios menores indican que, pese a los amagues de Brasil de acompañar a Uruguay en su postura de flexibilización, sigue vigente la vieja “trenza” entre los dos grandes en el Mercosur y que, tras acordar en forma bilateral, hacen la “consulta” a los socios menores, con decisiones ya tomadas, en clara defensa de sus propios intereses.
En abril, Uruguay había presentado en el Mercosur una propuesta de flexibilización que no alcanzó consenso, por lo que decidió dar un paso más, que fue anunciar a los socios que se explorarán acuerdos con terceros. Para dar este paso, que de antemano se sabía iba a tensar el enfrentamiento con Argentina, se valoraron los plazos, porque lleva años negociar acuerdos y se aspira a lograr resultados en este período, pero a la vez se tuvo en cuenta la disposición de Brasil de optar por esta línea de acción y su distanciamiento en principio con Argentina, hasta que bilateralmente ambos grandes “ cocinaron” esa propuesta de reducción del Arancel Externo Común a un 10 por ciento.

Todo indica que Uruguay a priori no tiene la intención de patear el tablero –por lo menos no muy fuerte– en el bloque, pero la idea de la Administración Lacalle es definitivamente acordar aranceles con terceros para la importación y exportación de productos, pretendiendo adelantar caminos y, llegado el momento de firmar un acuerdo, evaluar el clima político en el bloque para avanzar.

Es decir, debería centrarse la idea no en evaluar si se trata de más o menos Mercosur, pero sí mejor, y sobre todo para Uruguay, que ve como el Mercosur muestra poco hacia adentro y sobre todo se cierra hacia afuera. Así deja por el camino oportunidades de firmar acuerdos preferenciales que nos permitan entrar pagando menos aranceles en los mercados que nos interesan, y por ende nuestros exportadores pierden decenas de millones de dólares al año.