Avatares de la economía global, con la sombra del confinamiento en Europa

La multiplicidad de factores que inciden en el comportamiento de la economía se ha visto “enriquecido” –de alguna forma hay que llamarlo– por la incorporación desde hace casi dos años del omnipresente COVID-19, con su incidencia desde el punto de vista sanitario pero también con su gravitación sobre prácticamente todas las actividades, como ha quedado harto demostrado en el período en el que la pandemia devastó al mundo.
Por lo tanto, todo análisis económico de presente y de futuro no puede obviar la incidencia de la pandemia por su seria afectación de actividades, sobre lo que ha jugado una especie de dominó impredecible en cuanto a su proyección, aunque felizmente la vacunación masiva, aún con importantes sectores que todavía resisten este instrumento de inmunización parcial o total, ha traído aparejada una cuota de alivio y la posibilidad de ver las cosas con otra perspectiva. En nuestro país, un análisis de la consultora PWC que recoge el suplemento Economía y Mercado del diario El País, resume que la actividad económica cuenta con buenas perspectivas en el segundo semestre de este año, teniendo en cuenta por un lado que el mercado laboral ha recuperado empleo, aunque paralelamente en un contexto de incertidumbre para los próximos trimestres una parte de los convenios salariales se desalinea de las pautas oficiales y ello impactará sobrecostos empresariales que luego se reproducen en la trama de la economía.
Surge de las cifras de la macroeconomía de los últimos meses que la economía uruguaya ha tenido un rebote luego de la fuerte caída por la pandemia, y ha crecido en forma relativa respecto a una base de comparación interanual baja del primer semestre de 2020.
A su vez el crecimiento desestacionalizado del segundo trimestre indica asimismo una dinámica de corto plazo ya en la primera mitad del año, más allá de ese efecto rebote, por ejemplo en el aspecto de la demanda agregada, por dinamismo en sectores vinculados a la construcción, a la actividad ganadera, tanto en su fase primaria como industrial, e incluso a la industria manufacturera.
La consultora subraya que “la venta de energía eléctrica y de nafta, así como la faena de bovinos muestran mejores comportamientos en los meses posteriores al primer semestre. En lo que refiere a la venta de energía eléctrica tras tener una variación nula en el primer semestre, en julio-octubre creció 3,2 por ciento. Al desagregarla por sector se destaca el incremento de la venta hacia la industria que promedió un aumento de 14,1 por ciento luego de crecer 8,3% promedio en el primer semestre”.
A su vez por el lado de la demanda agregada se percibe un mayor dinamismo en este segundo semestre, mientras paralelamente en el mercado de empleo, aunque aún por debajo de los niveles prepandemia, se nota que acelera su crecimiento a lo largo de 2021, y en este sentido debe tenerse presente que la tasa de empleo creció 0,7 puntos porcentuales en el promedio enero – junio de 2021 respecto al mismo período del año pasado, mientras que en julio – setiembre el crecimiento alcanzó 1,7 puntos porcentuales, verificando nuevamente la importante dinámica de los meses relevados del segundo semestre.
Asimismo esto fue acompañado por un crecimiento de la oferta de trabajo en los últimos meses respecto a la primera mitad del año. Una señal que va en esa dirección es además la variación importante en la cantidad de subsidios por desempleo, si se tiene en cuenta que mientras en el primer semestre no hubo cambios significativos, a partir de junio se percibe una caída importante en la cantidad de personas con subsidios por desempleo, (estimado en 25.300).
Estamos por lo tanto en cuanto a estas variables en un desempeño con variables moderadamente positivas, si tenemos en cuenta de donde partimos y a que nos estamos acercando a los niveles prepandemia con una gradual recuperación de todos los valores de la economía, pese a expectativas muy cautelosas sobre la temporada turística. Pero nuestro país, ante un perfil netamente exportador tiene alta dependencia del escenario internacional, y en este caso también el común denominador es la incertidumbre, si se tiene en cuenta la situación de los países que constituyen los grandes mercados compradores y emisores de bienes y servicios.
Por un lado, tenemos que un análisis de The York Times consigna que la ya frágil recuperación económica de Europa corre el riesgo de verse socavada por una cuarta ola de infecciones por COVID-19. La reacción en los gobiernos de numerosos países del Viejo Mundo ha sido la de imponer restricciones sanitarias cada vez más estrictas que podrían reducir el tráfico peatonal en los centros comerciales, desalentar los viajes y las multitudes en restaurantes, bares y complejos turísticos, en un invierno europeo donde nuevamente se impone el confinamiento.
Paralelamente, persiste el enorme problema logístico que tiene atascadas las cadenas de suministro a nivel global, de lo que ya es archiconocido el problema de escasa disponibilidad de barcos y contenedores. Desde la Dirección General de la Organización Mundial de Comercio (OMC), se admitió que superar este problema insumirá todavía varios meses. A modo de ejemplo, llevar un contenedor de 40 pies de Shanghái a Rotterdam cuesta casi 13.500 dólares, cuando hace poco más de un año el precio era de dos mil dólares, lo que da una pauta de la distorsión, encarecimiento e incertidumbre en el intercambio comercial global.
En realidad, en términos generales, pese a estos factores de desequilibrio, igualmente las tendencias globales esperadas para 2021 tendieron a cumplirse, aunque las expectativas iniciales de crecimiento y sobre todo de inflación quedaron superadas, con un rebote de crecimiento mundial cercano al 6 por ciento, ante la contracción del 3 por ciento en 2020.
Con todo, soslayando los elementos de incertidumbre y expectativas que no se pueden manejar a priori, los analistas evalúan que es razonable considerar que la economía mundial podría crecer cerca de un 4 por ciento en 2022, basada fundamentalmente en una expansión de China. Este es un factor nada desdeñable para nuestro país, habida cuenta de la importancia clave de este socio comercial del Uruguay, lo que genera una cuota de cauto optimismo si ello se conjuga con las buenas cotizaciones de nuestras materias primas, de las que somos altamente dependientes, en una mirada de corto plazo ante las circunstancias.