“El servicio de bomberos es un apostolado”

La de bomberos “es una profesión que se lleva con mucho cariño, que a veces es muy ingrata pero muy gratificante también cuando los resultados son los esperados y se pueden evitar las mayores pérdidas posibles, humanas y materiales, como siempre se trata”, dijo José Manuel Fletitas, retirado luego de 27 años de labor en actividades administrativas y ejecutivas en el Desatacamento de Bomberos de Paysandú, tras un breve pasaje por el de Canelones.
“El servicio de bomberos es un apostolado, si bien es una salida laboral, te tiene que gustar realmente, porque se ven cosas lindas pero también de las otras, muy bravas”, definió nuestro entrevistado.
“Cuando yo estaba en actividad, el régimen era de 24×24, es decir un día entero. Incluso en la época estival era muy frecuente que te citaran durante tu descanso cuando los que estaban de guardia salían para afuera y había que ir a cubrir la ciudad; uno siempre tenía que estar pendiente”, recuerda.
Fleitas egresó de la Dirección Nacional de Bomberos el 1º de febrero de 1981, en el cuartel Centenario. En octubre de ese año ingresó al cuartel de bomberos de Canelones y el 1º de marzo de 1983 concreta su traslado a Paysandú. “Mi última guardia fue el 16 de enero de 2008 cuando tuve un accidente”, cuenta. Con una fractura en su pierna izquierda, la Junta Médica lo declara no apto para el servicio.
“Hice toda mi carrera en Paysandú, pero también tuve que hacer guardias temporarias en los destacamentos de Young, Tararias y el Chuy”, señaló. Fleitas tiene muy buenos recuerdos de su profesión. “Acá en Paysandú hice mis guardias con excelentes compañeros y excelentes profesionales. Nunca me voy a cansar de agradecerles y admirarlos por cómo eran y porque venían de una escuela más moderna que la que yo tuve”, dice.

INCORPORACIÓN DE HERRAMIENTAS

Para esta labor, es fundamental disponer de herramientas eficientes a la hora de atender un siniestro. En ese sentido, valoró lo que significó “en enero de 1998, cuando llegó la ‘mandíbula de la vida’ con accesorios. Esa fue una herramienta fundamental para los rescates de personas en vehículos. En la primera mitad de la década del 90 también llegaron a Paysandú las autobombas con manguerotes de alta presión. La incorporación de nuevas herramientas nos permitieron hacer el trabajo mucho más rápido, más simple y más manejable”.
“Cuando llegué a Paysandú había una autobomba Magirus Deutz, un vehículo grande, aparatoso, pesado y una autobomba Chevrolet, a nafta, modelo 46, que tenía cabina sólo para el chofer y el jefe de las operaciones; atrás donde íbamos los bomberos no tenía techo”, comenta.
“Después –continúa diciendo– ya vinieron bombas Mercedes Benz, pero con mangueras cuya presión y cantidad de agua era administrada por el chofer hasta que llegó una bomba revolucionaria –Mercedes Benz Tecin Rosenbauer– por la sencilla razón de que en esta era el propio bombero que estaba en la punta de la línea quien controlaba el agua. Esa era cómoda porque el agua la administraba el bombero a diferencia de los tendidos de manguera de 45 mm, la línea fina que le llamábamos, que después que se colocaba la manguera, el puntero tenía que solicitarle al chofer que diera agua y presión”, explicó, agregando que “todos los destacamentos en la zona fuimos teniendo el mismo equipamiento”.
En aquellos años, también empezaron a llegar “equipos respiratorios mucho más modernos que cuando yo ingresé, muy eficaces en lugares donde el aire está enrarecido con algún producto tóxico, un escape de gas o por el mismo humo. Entonces uno trabaja tranquilo porque son autónomos totalmente y en aquel momento duraban 25 minutos, luego de 20 minutos sonaba la chicharra y tenías 5 para salir”.

SUS PROPIOS REGISTROS

Muestra del cariño, dedicación y orgullo conque Fleitas desempeñó esta profesión es el álbum que confeccionó con recortes de EL TELEGRAFO acerca de sus salidas, la llegada de nuevos equipamientos u otros hechos relacionados con el hoy centenario destacamento sanducero. Mientras hojea sus páginas, recuerda que en más de una ocasión “ante incendios grandes hubo que recurrir a otros compañeros, como el caso de la Ford 4.000 de Ancap y los bomberos de Colón, que nos ayudaron en los dos últimos incendios grandes en los que yo trabajé antes de jubilarme. Uno fue el 15 de diciembre del 2005 del galpón de la barraca De Horta, en Avenida Italia y Enrique Chaplin, donde había materiales de tres firmas comerciales. Ahí trabajaron los coches nuestros, las bombas de Ancap y la de Colón. Por precaución se desocupó la casa de Aguinaga que vivía enfrente del galpón. El otro, fue el 7 de diciembre de 2007, el incendio de la pizzería Romi, que también llevó mucho tiempo combatirlo, por lo incómodo que se trabajaba, con los elevadores que tiene la Intendencia tirábamos el agua desde las ventanas”.
Repasando las decenas de siniestros en los que actuó, ya sea en tareas ejecutivas como administrativas, trae a su memoria “el incendio de la Sanitaria Paysandú que fue muy grande; hasta tuvo una fisura importante el edificio de apartamentos que estaba pegado”.
En aquellos años, “era común que nos llamaran de Paycueros, porque se producían incendios en la sección donde se encontraba la máquina de pintar o en el depósito de materiales que está atrás de los talleres”, señala este bombero retirado, pero que aún lleva a flor de piel su vocación.
Como en toda tarea a veces surgen los imprevistos. Ha pasado en alguna oportunidad que, “como las bombas tienen limitada cantidad de agua, a veces se necesita más de la que tiene el vehículo, entonces, hay que buscar un hidrante –de los que coloca OSE en algunas esquinas–, limpiarlo, purgarlo, colocarle la columna hidráulica y abrirlo para ver que presión tiene para abastecer la bomba, pero nos hemos llevado una sorpresa cuando nos encontramos que no tiene la presión necesaria y no sirve de nada. En estos casos, en que se va a precisar más agua, se pedía una cisterna a la Intendencia, a OSE, o a quien sea. Ahora tengo entendido hay una cisterna de 13.000 litros que es bárbara para Paysandú”.

TRÁGICA MAÑANA

Otra de las fechas que permanecen imborrables en la mente de Fleitas –como en la de muchos sanduceros– fue la trágica mañana del 25 de mayo de 1987, el derrumbe en la planta de jugos de Azucitrus. “Fue uno de los siniestros que a mí me tocó trabajar en la parte administrativa. Fue aproximadamente a las 8 de la mañana, donde fallecieron 5 personas. El jefe del destacamento en ese momento era el subcomisiario Esteban Pereira.
Se trabajó toda la mañana y hasta primeras horas de la tarde hasta sacar el último fallecido y todos los heridos. Después todo el trabajo administrativo y averiguación de orígenes. Estaban construyendo la bóveda decimotercera y cuando bajaron el molde se les cayó e hizo un efecto dominó volteando las otras 12 bóvedas que estaban construidas”, indicó.

RÁPIDO RESCATE

En las páginas de su álbum aparece el accidente de tránsito que sufrió un joven camionero en el km 46.800 de la Ruta 26, el 10 de octubre de 2006. En esa ocasión “el rescate se hizo muy rápido. El camionero que venía circulando por la 26 en un Internacional, hizo una maniobra para evitar chocar la camioneta, el camión le hizo una tijera y volcó quedando atrapado.
Se trabajó rapidísimo con la mandíbula de la vida y en pocos minutos se pudo liberar al camionero, que solo recibió quemaduras en las piernas causadas por el aceite del motor”, aseguró.