Oportunidades para los jóvenes del medio rural

Del dicho al hecho hay un largo trecho, dice el refrán, como así tenemos también el que sostiene que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, lo que indica en buen romance que la realidad condiciona todo lo que se haga o pretenda hacer. Llevado al caso de cualquier gobierno, se está sujeto a determinados factores condicionantes, sobre todo en materia de recursos, más allá de la ideología, y de lo que se trata es de manejar prioridades y la vez poder superar presiones de actores interesados que tratan de llevar agua hacia su molino.
Así, hace pocas horas el expresidente José Mujica, en el momento de votar en las elecciones internas del Frente Amplio, implícitamente se refirió al déficit de respaldo que tiene su fuerza política en el Interior, y trajo a colación la necesidad de descentralización.

Al respecto, el exmandatario dijo que Uruguay precisa “una reforma constitucional para que con determinada cuestión fiscal, sea el gobierno que sea, tenga que distribuirlo en el Interior”.
“Es demasiado unitario este país, tiene que ser un poco más federal. Si no desarrollamos el Interior, no nos vamos a desarrollar nunca. Y para que el Interior se desarrolle necesita dos cosas: recursos y enseñanza (universidad)”, dijo Mujica.
Son compartibles las expresiones del líder del MPP, pero a su vez no puede soslayarse que la izquierda estuvo en el poder quince años, de los cuales durante cinco él fue presidente, y sin embargo no propuso y menos aún llevó a cabo una reforma constitucional. Aunque ciertamente hubo gigantescos avances en lo que respecta a la educación terciaria en el Interior, con la creación de la UTEC –de la cual fue su principal impulsor—y la descentralización de la Universidad de la República, algo que se puede comprobar en el desarrollo del Centro Universitario en Paysandú.

A la vez, cuando desde el sistema político, sobre todo los dirigentes políticos capitalinos, se habla del Interior, se soslaya el hecho de que el Interior es mucho más que la división política en departamentos, con zonas que tienen realidades y necesidades diferentes, sino que a la vez en cada departamento, sobre todo al norte del río Negro, está omnipresente el Interior más olvidado, el de las zonas rurales que siguen perdiendo población por falta de oportunidades para sus habitantes, y que necesitan alguna motivación para permanecer en la tierra, que es un aspecto fundamental además en un país de base de esencia agropecuaria.
Porque no se trata solo de tener grandes explotaciones para la producción primaria, que evidentemente son muy necesarias y claves para la economía, sino a su vez la radicación de polos productivos que generen fuentes de trabajo, que añadan valor a la materia prima y que se emplee la fuerza de trabajo del interior profundo, el olvidado incluso en las estadísticas y muchos de nuestros gobernantes. No se trata por lo tanto de rasgarse las vestiduras ante los medios de prensa señalando lo que se debe hacer por el Interior, sino que es preciso construir sistemáticamente con la propuesta y la acción para potenciar la economía, pero sobre todo al tramado social en el campo, que sigue en deterioro más allá de algunos elementos puntuales que se sitúan mucho más en la excepción que en la regla.
Hablamos precisamente de oportunidades reales, más allá de los enunciados, para los jóvenes del medio rural, que tienen muchas inquietudes y que las expresan cuando tienen oportunidad, agrupados en gremiales, en comisiones, en asociaciones productivas, en ligas agrarias, toda vez que pueden.

Así, en encuentros que se celebran año a año por integrantes de diversas entidades rurales, se formulan inquietudes que forman parte de las prioridades en los jóvenes que residen en vastas áreas del país, con estrecha vinculación con las actividades del agro, y que por ende forman parte de la diversidad de acciones que se dan en el país en las distintas comunidades urbanas y rurales.
Ello se da a través de la participación en encuentros en los que entre otros se cuenta con la participación de entidades como el Movimiento de la Juventud Agraria (MJA), Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR), Cooperativas Agrarias Federadas (CAF), Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL), Federación Rural, Asociación Rural de Jóvenes del Uruguay (ARJU), Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas y Red Nacional de Agroecología, entre muchas otras de carácter regional y local.
Surgen en este ámbito precisamente reflexiones de representantes de las diversas entidades de jóvenes que dan la pauta de las áreas de interés del joven rural, que exponen reiteradamente inquietudes que lamentablemente no han sido satisfechas o atendidas en la medida que se necesita a lo largo de los años, tanto en carácter de inquietud personal, sectorial o de carácter general, al plantearse por ejemplo preocupación por el estado de la caminería rural y la necesidad del acceso a la tierra por los jóvenes.

Otros planteos involucran inquietudes como la necesidad de la capacitación para los jóvenes, así como dar respuestas a la voluntad de quedarse en el campo y de trabajar que tienen los jóvenes rurales, sin olvidar referencias que subrayan la importancia de las tecnologías que regeneran la tierra y los ecosistemas, de buscar espacios en el medio rural más cercanos a las ciudades para poder generar vínculos y a la vez vender sus productos directamente.
Otro común denominador es la consideración de que la juventud de las áreas rurales encuentra las más de las veces incomprensión en el sistema político, sobre todo en la capital, para asumir que es preciso crear condiciones para que los jóvenes que quieran vivir en el campo puedan hacerlo, a través del acceso a la tierra, la educación y la recreación, que dignifican la vida en el campo.
En este sentido, el reclamo generalizado, que viene ya desde el fondo de la historia, es contar con políticas públicas que impulsen a las juventudes rurales y de generar los espacios para que los jóvenes permanezcan en el campo, a la vez de contar con apoyo una vez que accedan a la tierra.

Estos aspectos sin dudas son los ejes centrales de las acciones reclamadas a los gobernantes no solo por los jóvenes que viven en el medio rural, sino por actores de todas las edades en los sectores vinculados al agro, y por regla general por quienes desde diferentes ámbitos perciben el país como un todo, en la interacción e interdependencia campo-ciudad y no como una dicotomía, así como su proyección vital sobre la economía del país.
Y para ello no se necesita imperiosamente una reforma constitucional ni nada que se parezca, sino cabeza abierta de los gobernantes de turno pero en realidad de todo el sistema político para llevar adelante políticas de Estado, de largo plazo, que impliquen considerar el país en forma integral, donde cada sector, más allá de la geografía, tiene su parte y aporta forma a ese todo. En ese todo en el que lamentablemente el gran postergado es el Interior profundo, hacia donde deben dirigirse las prioridades en proyectos y hechos concretos.