A cuidarse y a cuidarnos
A diario los sanduceros escuchamos diversas quejas sobre el tránsito de nuestra ciudad y los peligros que representa para sus diversos protagonistas (conductores de autos y motos, ciclistas, peatones, etcétera). Desde esta misma página editorial hemos tratado el tema de múltiples ocasiones, alertando sobre la necesidad de tomar medidas públicas y privadas que mejoren esta situación. Es de un tema de conversación casi obligado en cada reunión o lugar de trabajo, pero su frecuencia ha determinado que se transforme en un ruido de fondo de esos a los que nunca se les presta demasiada atención, con las trágicas consecuencias que ello tiene para nuestra comunidad.
Sin lugar se trata de un problema que afecta no solamente a nuestra ciudad sino también a Uruguay y al mundo. En efecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado recientemente, lo siguiente: a) cada año, las colisiones causadas por el tránsito causan la muerte de aproximadamente 1,3 millones de personas, b) los accidentes de tránsito cuestan a la mayoría de los países el 3% de su PBI (Producto Bruto Interno), c) más de la mitad de las defunciones por accidentes de tránsito afectan a “usuarios vulnerables de la vía pública”, es decir, peatones, ciclistas y motociclistas, e) pesar de que los países de ingresos bajos y medianos tienen aproximadamente el 60% de los vehículos del mundo, d) en esos países se producen más del 93% de las defunciones relacionadas con accidentes de tránsito y e) los traumatismos debidos al tránsito son la principal causa de mortalidad entre los niños y los jóvenes de 5 a 29 años.
En Uruguay, y de acuerdo con la información aportada en el año 2019 por el entonces candidato presidencial Luis Lacalle Pou “entre el 1° de enero y el 31 de diciembre de 2018, un total de 26.123 personas resultaron lesionadas en siniestros de tránsito. Esto significa un promedio de 72 personas lesionadas por día. De ese total, 528 murieron. Esto implica un promedio de 1,44 fallecidos por día (un aumento del 12,3% respecto de 2017). El 75% de los fallecidos eran hombres. El 12,9% eran jóvenes de entre 20 y 24 años. El 44,9% circulaba en moto. Casi la mitad (47%) falleció como resultado de accidentes ocurridos en rutas nacionales. El resto sufrió el accidente en núcleos urbanos o caminos departamentales”.
La gravedad de los accidentes de tránsito ha sido puesta de manifiesto desde hace varias décadas y en este sentido es importante recordar que una de las publicaciones más importantes referidas al estudio de las variables en el tránsito, fue la realizada por el médico estadounidense William Haddon en el año 1968. El trabajo de este profesional –considerado el padre de la prevención de lesiones– cambió las estrategias desarrolladas hasta el momento, estableciendo la existencia de tres factores –ser humano, vehículo y entorno– y tres fases de un choque –la previa, la del choque y la posterior a este– determinó un cambio de paradigmas, a saber: a) los traumatismos por accidentes de tránsito son evitables, b) los accidentes de tránsito son un evento multicausal, c) la política de seguridad vial debe basarse en datos fiables, d) la seguridad vial es un tema de salud pública, con importantes consecuencias económicas, e) el error humano no se puede eliminar por completo por lo tanto, para lograr un sistema vial seguro es necesario desarrollar y promover la planificación de las carreteras y el diseño de vehículos seguros y e) la aplicación de soluciones locales debe basarse en la generación de conocimientos locales.
El relevamiento efectuado por la OMS sobre la velocidad en el tránsito arroja también alarmantes conclusiones, como por ejemplo que cada aumento del 1% en la velocidad media da lugar a incrementos del 4% en el riesgo de que se produzca una colisión mortal y del 3% en el riesgo de colisión grave o que el riesgo de muerte para los peatones atropellados frontalmente por un automóvil aumenta rápidamente (por ejemplo, si pasamos de 50 km/h a 65 km/h, se multiplica por 4,5 veces). Algo similar sucede con el uso de los elementos de protección ya que el uso correcto del casco puede dar lugar a reducciones del 42% en el riesgo de traumatismos mortales y del 69% en el riesgo de traumatismos craneales mientras que ponerse el cinturón de seguridad reduce de un 45% a un 50% el riesgo de muerte entre los conductores y los ocupantes de los asientos delanteros; en el caso de los ocupantes de los asientos traseros, este descenso es de un 25%. A ello se debería agregar que los elementos de retención infantil permiten reducir en un 60% el riesgo de muerte. Ante la contundencia de estos números deberíamos preguntarnos lo siguiente: ¿cómo es posible que todos los días sigamos viendo accidentes de tránsito que generar pérdidas humanas y materiales para las familias y comunidades involucradas y que perjudican muchas veces a quienes se ven más expuestos por su medio de transporte (bicicleta, moto o vehículos varios en mal estado de mantenimiento)? La respuesta, como sucede en muchas ocasiones, se encuentra en nosotros mismos como protagonistas de un tránsito que se ha transformado casi en un trágico videojuego en el cual hay que evitar obstáculos y ataques variados para llegar sano y salvo al destino programado. Ante esta situación, todos debemos asumir una actitud proactiva en el tránsito que vaya más allá de lo que formalmente nos indiquen las señales de tránsito. Se trata no sólo de cuidarnos nosotros mismos, sino de cuidar también a los demás de sus propios errores, estando atento a la situación concreta y actual y tratando de anticipar (dentro de lo posible) las reacciones que el otro tendrá ante una situación concreta. Como se dice en forma corriente “debemos cuidarnos de nosotros mismos y de los demás”.
Para alcanzar esa forma consciente de conducirnos en el tránsito debemos entender que las señales que nos autorizan determinadas acciones (por ejemplo, circular a determinada velocidad o cruzar una calle habilitados por la luz verde) no constituyen “un cheque en blanco” que nos exima de mantenernos alertas a los errores que nosotros mismos o que otros conductores pueden realizar. Esto es así porque como estableció Haddon hace más de 50 años, los accidentes siempre son multicasuales y lo más importante, es imposible evitar el 100% del error humano. Para poner un ejemplo concreto, aunque transitemos por una vía preferencial hay que tener en cuenta que algún conductor puede equivocarse y cruzar sin la debida precaución, o en algún momento algún distraído puede cruzar un semáforo en rojo sin percatarse, y si nosotros no estamos atentos para evitar el accidente, no importa quién tenga la razón, pero ocurrirá indefectiblemente.
Lo más importante siempre debe ser evitar el siniestro, sin importar si el otro tiene la culpa o no, porque la consecuencia de no hacerlo es un perjuicio para todos; para el que se equivocó –o cometió una infracción intencionalmente, da igual—y para uno mismo, que aún siendo “víctima” deberá asumir gastos de reparación del vehículo en caso de chocar, perder horas o días atrás de los talleres sin contar con él, o peor aún, sufrir las consecuencias físicas por lesiones que pueden ser muy graves o hasta mortales.
Por eso decimos que el tránsito constituye una comunidad en la cual no debe primar el “vale todo” ni tampoco “la ley del más fuerte”. Al fin y al cabo, se trata de cuidarse uno mismo y de cuidarnos entre todos. → Leer más