Una “modernización” del Mercosur que se ha hecho esperar

En las últimas horas, tras protagonizar una reunión bilateral, los cancilleres de Uruguay, Francisco Bustillo, y de Brasil, Carlos França, dieron un paso que consideran muy importante en lo que respecta a la “modernización” del Mercosur, acuerdo regional que integran Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay, y que en sus más de 30 años de existencia no ha cumplido ni por asomo las expectativas que había generado su creación, mientras que por el contrario para países como Uruguay, ha obrado asimismo como un “encierro” de lujo que un ámbito para potenciar las relaciones comerciales y la integración en diferentes áreas.
La reunión, en la que ambos cancilleres revisaron la agenda bilateral y regional, fue calificada como “positiva” por el brasileño Carlos França, quien destacó que se dio en “un clima excelente” y con numerosas coincidencias.

Ambos secretarios de Estado, según da cuenta la agencia EFE, expresaron estar “muy de acuerdo” en avanzar hacia el ya debatido proceso de “modernización” del Mercado Común del Sur (Mercosur), que implicaría una rebaja del arancel externo común. Así lo manifestaron a la prensa los ministros tras mantener en la sede de la Cancillería uruguaya una reunión de trabajo enmarcada en la visita oficial de França al país, que se extendió por casi cuatro horas.
Ambos cancilleres revisaron la agenda bilateral y regional, y fue calificada como “positiva” por França, quien destacó que se dio en “un clima excelente” y con numerosas coincidencias en los asuntos abordados. En cuanto a la modernización del Mercosur, que Uruguay y Brasil integran junto a Argentina y Paraguay, el canciller brasileño señaló que sigue en pie, precisando que “seguimos trabajando seguros, conscientes y muy de acuerdo en temas de modernizar e impulsar el Mercosur”.

Dijo en este contexto que no se llegó “tan lejos” como para asegurar la concreción del planteo por el que Uruguay no acompañó la rebaja arancelaria tratada en la última cumbre semestral del bloque, en tanto según Bustillo, para Uruguay, que condicionó su apoyo a la baja del Arancel Externo Común (AEC) del bloque a una flexibilización que le permita negociar un Tratado de Libre Comercio con China, hacen falta más negociaciones.
El canciller resumió que “falta un poco más de trabajo, un poco más de coincidencias. Las hemos tenido y han sido buenas, pero creo que tenemos que dejar pasar unas horas, aterrizar algunos de los tantos temas que conversamos y ver de qué forma podemos darnos ese encuentro definitivo”.
Sin embargo, dijo ser “optimista” en base al hecho de que Uruguay y Brasil tienen “un destino común” y solo resta avanzar hacia él.
Tras esta expresión de buenos deseos, igualmente debemos tener presente que el Mercosur a lo largo de sus tres décadas de existencia ha tenido serias dificultades que han resultado harto complicadas para sus países miembros, y mucho más las ha tenido en el período de pandemia, en que las economías de la región han sido devastadas por las consecuencias de medidas restrictivas, al punto que sin excepciones, ha caído en forma contundente el PBI regional, con la acentuada reducción de la producción y circulación de bienes y servicios, con serias consecuencias socioeconómicas, especialmente en el empleo.

Ha sido un período con problemas acentuados en un Mercosur que ha estado lejos de satisfacer las expectativas despertadas en el primer momento, en parte por la concepción cerrada en que ha sido instrumentado, pero también por actitudes que se han puesto de manifiesto a lo largo de los años.
El saldo que queda de estas tres décadas de vigencia es un gusto amargo en cuanto a logros y al aprendizaje que por lo menos debió surgir de este período de vigencia del acuerdo, con un balance netamente desfavorable en cuanto a la apertura al mundo y al comercio entre bloques, al punto que no ha firmado acuerdos de libre comercio con otros bloques y a la vez restringe esta posibilidad a sus países miembros, como Uruguay.

Ello explica que el gobierno de Luis Lacalle Pou esté embarcado en desarrollar una estrategia de impulsar negociaciones en el Mercosur que sin debilitar al conjunto, habiliten a negociar con terceros a velocidades diferentes.
Sería una medida pertinente para quebrar el encerramiento regional que se vuelve contra la propia región, pero aunque en principio Brasil dijo ver con buenos ojos esta posibilidad, la realidad indica que en Itamaraty no hay verdadera disposición para acompañar este proceso y en cambio se ha volcado hacia la posición Argentina, con matices, contraria a esta posibilidad, reafirmando en los hechos el bilateralismo que han practicado históricamente los dos grandes del acuerdo regional.
Incluso el mentado acuerdo que se ha venido discutiendo entre el Mercosur y la Unión Europea sigue un difícil proceso signado por avatares, con varios aspectos pendientes, en el mejor de los casos, ante reacciones proteccionistas y los intereses asociados a las demandas ambientales en Europa.

Sin duda tienen que ver asimismo los lobbies de productores agropecuarios europeos que siguen reclamando la permanencia de medidas proteccionistas ante ventajas comparativas de producción de los países del Mercosur por razones naturales y no por tecnología.
El punto es que Uruguay sigue siendo prisionero del inmovilismo mercosuriano, pese a la vocación de avanzar en instrumentos de inserción internacional, con regímenes especiales de comercio proclives a la exportación y servicios financieros que van en la misma dirección de apertura que sin embargo no han sido suficientes como para cambiar definitivamente la pisada.
Y no alcanza con que de vez en cuando se nos den unas “palmaditas” protectoras en la espalda por Brasil, como en el caso de la reunión bilateral a la que nos referimos, con enunciados de buenas intenciones, incluyendo la “modernización” del bloque, donde sigue vigente un arancel externo común que es de los más altos del mundo y solo sirve a los intereses proteccionistas de Brasil y Argentina, como ha sido la norma hasta ahora.