Estamos cerrando una semana que quedará marcada en la historia de Paysandú. Por los daños que ocasionó el violento temporal que azotó la ciudad y zonas rurales del departamento, pero también por la formidable respuesta que ha tenido la población sanducera, de la que estamos siendo testigos.
Pero a la vez estamos cerrando una semana más con decenas de accidentes en el tránsito, tanto en las rutas nacionales como en las calles de diferentes ciudades y tristemente con varios de ellos con saldo fatal. En uno de ellos en particular perdió la vida un joven trabajador sanducero, de 20 años, que regresaba a la ciudad en su automóvil y recibió el impacto frontal de una camioneta que procuraba rebasar a un camión en una zona no habilitada.
Otro caso llamativo fue el del accidente que protagonizaran dos vehículos en cercanías de la ciudad de Treinta y Tres, en el mismo lugar en el que pocas semanas antes habían fallecido tres personas, el coordinador de la Junta Nacional de drogas, un chofer de Presidencia de la República y un joven comerciante olimareño, en un accidente con las mismas características: clima lluvioso, a la salida del puente allí existente el vehículo que se dirige al norte despista e impacta de frente contra el que viene por la senda contraria. El saldo esta vez fue de dos muertes, padre e hijo, los dos ocupantes del vehículo que se dirigía al Sur, que regresaban a su domicilio después de compartir una estadía con su familia en Melo, de donde era oriundo el conductor. El otro protagonista, único ocupante de un vehículo matriculado en Brasil, sufrió lesiones de menor entidad.
Lo coincidente de los detalles hace pensar en que no solamente la casualidad operó en este caso, y de hecho al día siguiente de este último siniestro una cuadrilla estuvo realizando trabajos en el lugar. Quizás sea demasiado afirmar que este último accidente pudo haberse evitado, pero no es nada aventurado sostener que sí pudieron analizarse los factores que favorecieron el primero y si de este análisis se hubiera detectado que había algo para corregir así se pudiera haber hecho. Claro, acaso esto podría pensarse así en un país desarrollado, no en Uruguay, donde las balizas cumplen años y años señalando defectos en la vía pública, o donde una ruta internacional como la 26 permanece varios períodos de gobierno deteriorándose y cuando al fin se la repara –con una inversión millonaria– el resultado deja mucho que desear en algunos tramos en particular y se vuelve a romper y nadie parece asumir ningún tipo de responsabilidad. O donde otra ruta como la 90, se construyó dos veces con un sistema que desde lejos se veía que no va a durar mucho bajo las ruedas de camiones que salen cargados con decenas de toneladas, con el resultado obvio y, de nuevo, sin que haya consecuencia alguna para quien cometió el error de cálculo. Y podrá argumentarse que muchos de los accidentes que ocurrieron allí fueron en zonas demarcadas como en obra, o en construcción, pero eso no va a tirar el tiempo atrás y a resolver las lesiones y los daños sufridos.
Retomando el hilo, hubo otro accidente fatal en Montevideo: un peatón que cruzaba una avenida importante –bulevar Artigas– en la intersección con otra avenida importante –General Flores– se agacha a recoger su teléfono celular y sufre el golpe en la cabeza de un camión que transitaba por el lugar. De buenas a primeras podría pensarse en una muerte atribuible a la mala suerte, o al descuido de esta persona que hizo un mal gesto casi instintivo en el peor momento y le costó la vida. Pero no se puede dejar de considerar, viendo las imágenes, el acotado espacio del que dispone una persona para cruzar de un lado a otro en el breve lapso que permite el semáforo. Si no alcanza el tiempo el peatón debe permanecer hasta la siguiente luz verde en ese descanso, a la merced de autos que van y vienen. Visto así ya no solo hay un factor suerte, hay un factor diseño de infraestructura y de una infraestructura pensada para la circulación en auto, desprotegiendo al peatón.
Los números que presentara EL TELEGRAFO semanas atrás, en Quinto Día, merced a una solicitud de acceso a la información pública, marcan que entre 2013 y 2021 perdieron la vida 676 peatones en accidentes de tránsito, mientras que otros 3.827 sufrieron lesiones graves. Son más de 4.500 personas que salieron caminando de sus domicilios, de sus trabajos, o de donde fuere, a las que les cambió radicalmente la vida, o que directamente la perdieron. Y Paysandú no está ajeno a esto porque de esos 676, 13 fueron sanduceros, y de los 3.827 lesionados, 114 lo fueron en Paysandú.
No hay dudas que hay accidentes evitables. De hecho toda la comunicación respecto a la seguridad vial recae sobre el usuario de la vía pública y, como vemos, en uno de los accidentes fatales ocurridos esta semana la imprudencia fue, a todas luces uno de los factores. Sin embargo en otras tres muertes hay factores que podrían eventualmente atribuirse a factores de la infraestructura. Lógicamente que esto ameritaría otro tipo de análisis a cargo de expertos, que es lo que el país debería asumir: en casos de accidentes fatales debería trabajar un equipo especializado para analizar eventuales factores externos que los hayan favorecido y proponer correcciones. No sería mala cosa que se asuma como una política de Estado. → Leer más