Historias desde el residencial; la biblioteca de Enio

La llegada de un nuevo residente no suele causar demasiados cambios en la dinámica de los residenciales de larga estadía. En muchos casos conlleva a un período de adaptación de la persona, que se encuentra en un lugar en el que rigen dinámicas completamente diferentes a las que estaba acostumbrado, fuese que antes de la institucionalización viviera en su propia casa y conservara su completa autonomía o si lo hacía en casa de familiares.
Tras un tiempo, la persona en el mejor de los casos pasará a formar parte de algún subgrupo cuyas capacidades conservadas e intereses le permitan interactuar, lo cual será fundamental para paliar el sentimiento de soledad o incluso de abandono que puede suscitarse en el nuevo residente.
Pero, en ciertas ocasiones llega al residencial alguien destinado a “mover el avispero”.
Este es el caso de Enio Collazo, un octagenario que ha ingresado hace unos meses al Residencial Dora Moreno de la ciudad de Montevideo, y ya ha causado una revolución con sus ideas.

En mis muchas visitas a esta locación, pude verlo siempre con lapicera y cuaderno, anotando cosas que escuchaba, bocetando ideas, dibujando.
Un buen día me llamó para compartir el contenido de ese cuaderno y pedirme ayuda para llevar a cabo un fabuloso proyecto.
Su idea a primera vista puede parecer sencilla, fundar una biblioteca dentro del residencial, esto no debería parecer ninguna acción compleja, pero pongamos las cosas en su debido contexto y entendamos los retos y la magnitud de lo que Enio quiere llevar a cabo.
Lo primero para tener una biblioteca, por supuesto, es contar con una cantidad sustancial de ejemplares. Esto desde el interior de un residencial ya no es tarea sencilla.

El primer paso fue comunicar al resto de los residentes la idea e invitarlos a ser participes de este proyecto. Se repartieron algunas tareas, algunos serían los encargados de recibir los libros, otros los listarían y confeccionarían ficheros con sus datos, otros los encargados de realizar las entregas en préstamo y atender a las fechas de devolución.
Entre los mismos residentes comenzaron pronto a donar libros de sus colecciones privadas. Así fue como vimos en un par de semanas como se acrecentaba la cantidad de ejemplares de los que se iba a disponer. Novelas clásicas y autores contemporáneos, biografías y policiales, empezaron a aparecer en la estantería que habían gestionado con la dirección de la institución, que les fuera cedida para este proyecto.
El siguiente paso fue extender la donación más allá de las paredes del residencial, el personal comenzaría pronto a hacer llegar libros así como familiares que fueron comunicados de esta idea. “Traigan libros con letras grandes” aclaraban en esos mensajes.
Una vez que se encontraron con una cantidad significativa de libros, comenzó la segunda fase del trabajo, categorizar los libros por su tipo de contenido, ya que querían que esto funcionara lo más parecido a una “biblioteca real”, o sea que si alguien llegaba y decía preferir la lectura de novelas dramáticas, ya sabrían a que libros apuntar.

Esto se llevó a cabo entre todos los residentes, leyendo y opinando, en una tarea grupal que ya de por sí tuvo gran valor.
Tras categorizarlos, se llenaron fichas con los datos de todos los libros. Con esto quedaban listos para ponerse en préstamo.
¿Pero que hay de aquellos que no pueden leer por problemas de visión? ¿Qué otro tipo de dinámicas podían realizarse con estos ejemplares y que fuese provechosa para todos los residentes? Pues esto ya estaba contemplado por Enio y el resto de quienes llevan adelante esta idea.

El planteo fue usar esta colección para llevar a cabo instancias de lectura, en las cuáles aquellos que conservan la capacidad de leer lo harían para todo el grupo en el salón en el que suelen reunirse, generando un momento recreativo diferente, que estimule la atención, la memoria y la imaginación de los escuchas. También estos libros serán usados en diferentes dinámicas por técnicos que trabajan en la institución, como ser en los talleres de estimulación cognitiva.
La idea fue creciendo y los propios residentes hoy están comunicándose con distintos semanarios y publicaciones mensuales para conseguir donaciones que engrosen la cantidad de textos con los que cuentan.

Y como si este maravilloso proyecto fuera poco, la idea a mediano plazo es conectarse con otros residenciales que cuentan con bibliotecas y generar una red de préstamo de libros entre ellos, organizada, controlada y llevada completamente adelante por residentes.
Son muchos los beneficios que trae consigo esta actividad, que van desde lo más básico que podría ser el romper con la rutina del día a día de una persona institucionalizada, hasta complejos beneficios cognitivos ligados al mantenimiento de la autonomía y la motivación.
Sin duda una toma de acción para festejar y alentar, que sacude al menos en parte, la visión que muchos pueden tener de lo que pasa tras las puertas de un residencial.