Tormenta destruyó también gran parte de la histórica chimenea del saladero Santa María

El 11 de julio, en el entorno de las 7 de la mañana, la corriente descendente que causó un desastre generalizado en muchas viviendas y otras construcciones, también destruyó dos tercios de la chimenea del saladero ‘Nuevo Paysandú’ de los hermanos Antonio y Alberto Santa María, último vestigio de una industria que se mantuvo muy activa durante alrededor de medio siglo. La chimenea, de unos 30 metros de alto, ubicada en el predio propiedad de Ancap era considerada patrimonio histórico. Su caída arrastró una línea de alta tensión de UTE, que afectó el suministro de energía eléctrica en la zona.
Jorge Pedoja, presidente de la Comisión Departamental de Patrimonio Cultural de Paysandú, aseguró “ha sido una pérdida patrimonial enorme” y agregó que “reconstruirla en el lugar parece poco probable, por la altura, porque la otra parte quedó sentida y especialmente porque no está habilitado el lugar al público, por encontrarse cerca de la planta de Combustibles de Ancap”.
No obstante, “pensamos que se podría recuperar una parte, quizás la superior, y colocarla en otro lugar donde sí pueda ser apreciada por el público, como por ejemplo la escuela 13 de Nuevo Paysandú”.
De todas formas “a través de Cecilia Camacho nos contactamos con la empresa especializada en restauración Collet Lacoste y vino uno de sus especialistas, que realizó un relevamiento en el lugar. Para nuestra reunión de mañana jueves esperamos contar con el presupuesto, tanto para reconstruirla en el lugar como para la segunda opción”, aseguró Pedoja.

“UNA GRAN PÉRDIDA PATRIMONIAL”

“Antiguamente el saladero tuvo dos chimeneas, pero era era la única que quedaba en pie. No tenemos la fecha exacta de construcción pero estimamos que fue en el entorno de 1880. La otra, que cayó antes, se construyó en 1902”, aseguró. “Estaba apoyada en aros de hierro y por los que cayeron al piso y los que quedaron en pie, estimamos en unos 20 metros el alto de la chimenea que fue destruida por la tormenta”.
“Era muy hermosa, en su parte más alta tenía un adorno hecho en hierro forjado, donde estaba el pararrayos. Todo eso cayó y quedó retorcido en el piso; es una gran pérdida patrimonial. Y tenía protección patrimonial como todos los restos de saladeros. Lamentablemente este no está a la vista del público. Se ubica a unos 200 metros de Avenida de las Américas y por las restricciones de Ancap nadie puede visitarla. De hecho, la Comisión tuvo que hacer muchos trámites para poder ingresar y apreciar los destrozos”, dijo más adelante Pedoja.
Mostró dudas en poder reconstruirla, para lo que “incide el costo, la estabilidad, porque la parte que queda quedó sentida y además la Comisión no tiene presupuesto. De todas maneras esperaremos el presupuesto para tomar cualquier decisión”.

FINANCIACIÓN PARA LA RECONSTRUCCIÓN

El también integrante de la Comisión, Leonardo Bulanti, coincidió con Pedoja que “probablemente lo más atinado sea tratar de reconstruir una parte de la chimenea, probablemente la más elevada, que tenía hierros. Si bien están retorcidos, pensamos que se pueden recuperar. Ya la pérdida patrimonial está hecha, es algo que impacta y duele, pero hay que explorar opciones. Si reconstruimos la parte superior la podemos colocar en un lugar donde quede a la vista del público. Eso, dentro del desastre, es algo muy importante”.
Hizo hincapié en que “la Comisión no tiene fondos, por lo que dependeremos de si pueden conseguirse. Un aporte de Ancap quizás, o de cualquier otra parte del Estado o incluso aporte privado. Dejar todos los ladrillos en el suelo, así como quedaron tras la turbonada, no nos parece adecuado. Hay que salvar lo que se pueda y hay que tratar que esa parte pueda ser apreciada libremente por el público”.

LA HISTORIA DEL SALADERO

En noviembre de 2018, Andrés G. Oberti Rual, en dos artículos publicados en EL TELEGRAFO resumió la historia del saladero del cual quedaba solamente la chimenea.
“El saladero ‘Nuevo Paysandú’ de los hermanos Antonio y Alberto Santa María, inició actividad en 1871, a pocos metros al Norte del antiguo saladero ‘Quemado’ propiedad de Cabal y Williams. Antonio era mayor que Alberto y fue uno de los primeros saladeristas de la región y por lo tanto del mundo, ya que en 1840 construyó su industria en la zona de Magdalena, 50 kilómetros al sureste de la actual ciudad de La Plata (fundada por el polifacético Dardo Rocha 42 años después)”, escribió.
“En 1871, los hermanos Santa María compraron un total de 495 hectáreas formadas por varias chacras contiguas y fracciones de chacra que están bien identificadas en el plano del ingeniero agrimensor Rafael Thevenet de febrero de 1913. En el conjunto mayor (de unas 52 hectáreas) edificaron el Saladero ‘Nuevo Paysandú’, al suroeste de la actual planta de combustibles de Ancap. Antonio fue el socio impulsor y luego de un tiempo continuó solo su hermano Alberto, a quien luego suplantaría su hijo, también Alberto, pero ya en los últimos años del negocio”, destacó.
“‘Nuevo Paysandú’ estuvo equipado con la última tecnología y adelantos del rubro, incluyendo su propia planta de energía eléctrica y puerto con embarcadero”. No solo elaboraba “el tradicional tasajo y vendía cueros, sino que también producía extracto de carne, carne en conserva, grasa refinada, jabón, velas, guano, polvo de sangre y otros subproductos no menos importantes, como las famosas lenguas envasadas, tan justipreciadas en el mercado externo y que hicieron famoso a Paysandú”, explicó Oberti Rual.
Tras el cierre en 1914, con el paso del tiempo, se mantuvo la primera de las chimeneas construidas. “Todavía está entre nosotros de casualidad, o vaya a saber uno por qué”, escribió Oberti Rual en 2018, cuando aun estaba en pie. “Y si –en cambio– fue por causalidad, debe haber sido producto de las grandes presiones que ejercían los diarios con editoriales que no se ahorraban adjetivos negativos y/o despectivos para calificar la actitud del banco en cuanto a su insensibilidad ante algo que para Paysandú –al menos– era valioso”, refiriéndose al Banco Hipotecario, que se cobró una deuda de un préstamo impago comprando en remate las acciones.
Además “¡una compañía cinematográfica quiso comprar los derechos de hacerla volar, para agregar un efecto especial al truco de un trágico drama! No sabemos por qué no se voló la chimenea. Si fue porque no se pusieron de acuerdo en el precio a pagar por la emocionante toma de un desastre ‘real’ o tal vez previeron que tanta gente indignada con las demoliciones en realidad los iba ‘a volar’ a ellos si lo hacían y por ahí se arrepintieron…”