Los peces del Uruguay

La Comisión Administradora del Río Uruguay publicó en el mes de julio en su página el informe “Relevamiento de Residuos de Contaminantes en Peces del Río Uruguay” elaborado a partir de la campaña realizada en la primavera del año 2019. Este documento entre sus conclusiones señala que “En términos generales la aptitud para el consumo de los peces del río Uruguay es aceptable”, aunque agregaba, a modo de sugerencia que “para determinados compuestos y especies se podrían elaborar desde la CARU simples recomendaciones de consumo que minimicen los riesgos”.

Como publicó EL TELEGRAFO, a efectos de este estudio se colectaron ejemplares de cuatro especies, elegidas justamente por su interés pesquero: sábalo, boga, dorado y surubí. Las muestras fueron capturadas en las localidades de Villa Paranacito (20 kilómetros al norte de Nueva Palmira), Puerto Yeruá (a unos 10 kilómetros aguas arriba de la Meseta de Artigas) y en Bella unión.

El estudio analizó la concentración de 120 sustancias, en las cuatro especies en el músculo y en especial en las bogas, ya que simultáneamente se estudió si hay alguna correlación en los registros entre distintos tejidos.

Explica en su informe el doctor Pedro Carriquiriborde, investigador de UNLP-Conicet y asesor ad-honorem de CARU, que los niveles de aptitud para el consumo humano fueron tomados de diferentes referencias internacionales, y en algunos casos no está referenciada directamente la carne de pescado, por lo que se usaron referencias de concentración en otros tipos de carne de los distintos compuestos. Por ejemplo, “las concentraciones promedio de PCBs totales en músculo e hígado fueron de 7,77 y 9,12 microgramos por kilo, respectivamente, con frecuencias del 100% en ambos tejidos”. (Un microgramo es la millonésima parte de un gramo)

Por aquí viene el tema de las recomendaciones, porque lo ameritarían estos valores de concentración de PCB (sigla de bifenilos policlorados, un tipo de compuesto cuya producción y uso han sido prohibidos en prácticamente el mundo entero, y que en la región está vedado desde principios de este siglo, usados largamente en los años 70 en equipos industriales. Están entre los 12 contaminantes más nocivos de acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), según la Unidad de Protección del Ambiente de los Estados Unidos, (Usepa). La referencia alude a “recomendaciones para el consumo de los peces, limitado a 12 porciones de pescado al mes para puntos finales no carcinogénicos y 3 porciones al mes considerando puntos finales carcinogénicos”.
Otro aspecto llamativo al respecto, y que habla de la magnitud del problema, es que se relaciona el incremento en las detecciones de las concentraciones de PCB que se vienen produciendo desde 2014 a las actividades de dragado que se realizaron para el mantenimiento de la hidrovía, “que estaría movilizando y biodisponibilizando remanentes de dichos compuestos que habrían quedado retenidos en los sedimentos”.

Esta teoría, señala, se ve reforzada en el hecho de que “los peces aguas debajo de la represa (zona de dragado) mostraron valores mayores que los peces colectados aguas arriba de la misma”. Es decir que se estima que estos elementos contaminantes están depositados en el lecho del río y que nuevas tareas de dragado que se encaren en el futuro volverían a “disponibilizarlo” porque no son de fácil degradación.
Claro, en teoría en la medida en que no se remueva el fondo irán desapareciendo estos registros en los tejidos de los peces, pero probablemente ellos sigan ahí abajo.

También aparecieron muestras con concentraciones que excedieron los niveles máximos de residuo para atrazina; esto ocurrió en 22 de 52 peces. El informe indica que “la atrazina es un compuesto que debería seguirse muy de cerca no sólo por las concentraciones encontradas año a año, sino también por los efectos adversos (ej. disrupción endocrina) que se han descrito sobre la salud humana, estimada mediante diferentes especies modelo de mamífero (ej. conejo, rata, ratón), y la de los peces y otros vertebrados acuáticos”. La importación de atrazina está prohibida en Uruguay desde 2016 y su uso se permitió hasta el año 2018. También se detectaron fungicidas como el tebuconazol, el metalaxil y el penconazole, en niveles superiores a los máximos establecidos para otras carnes.

En las mismas conclusiones en que se sugiere generar esas recomendaciones sobre el consumo de los peces, también se hace hincapié en la necesidad de llevar adelante nuevos estudios que procuren dar una respuesta a la inquietud de qué tanto estos residuos contaminantes pueden afectar la sostenibilidad de la propia fauna íctica en el río Uruguay. Primero por la salud del mismo río, porque no es en vano que estas cosas se analizan en los peces, se hace así porque son excelentes indicadores de los problemas y de la afectación ambiental. Aunque por cierto que también la propia CARU hace otros estudios referidos específicamente a las poblaciones de peces, sería bueno saber si estos contaminantes suponen un riesgo para ellos.

También es importante tomar en cuenta que de la pesca artesanal dependen muchísimas familias en ambas orillas y, tanto por si estuviese comprometido el futuro del recurso, como por el caso de que perdiera aptitud para el consumo, sería oportuno considerar su situación.