Turismo en áreas protegidas: cuál y para qué

Hace algunas semanas el Ministerio de Ambiente entregó las primeras distinciones a prestadores de servicios turísticos de áreas protegidas de nuestro país. Fue en realidad una primera experiencia acotada a algunas de las áreas integrantes del Sistema Nacional, SNAP: Laguna Garzón, Laguna de Rocha, Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, Montes del Queguay y Valle del Lunarejo, y fue desarrollada por la Cartera con la cooperación técnica y financiera del Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial (FFEM) y Federación de Parques Naturales Regionales de Francia (FPNRF).

Así fue que se distinguió a 17 operadores en el territorio que han incorporado buenas prácticas ambientales en sus actividades y servicios turísticos desarrollados dentro de las áreas protegidas y sus zonas adyacentes declaradas. En esta primera edición, como publicara EL TELEGRAFO el pasado 23 de octubre, entre esos 17 se encontraban cuatro sanduceros que, lógicamente, llevan adelante sus labores en el área protegida Montes del Queguay, por el momento la única área en el territorio departamental. Cabe recordar que hay un proyecto para declarar como área protegida –e incluirla en el SNAP– a las islas de las desembocadura del Queguay, anunciado por el mismo ministro Adrián Peña en su momento, por ahora sin mayores novedades en cuanto a avances.
Este reconocimiento de parte del Ministerio es “un incentivo para la conservación de las áreas protegidas de Uruguay” que impulsa y reconoce el trabajo de estos prestadores. La iniciativa se enmarca a su vez en el Proyecto “Desarrollo de modalidades sustentables de producción y consumo de bienes y servicios en las áreas protegidas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas uruguayo y sus entornos territoriales”. Está previsto que este reconocimiento a partir del año que viene reconozca a operadores de todas las áreas protegidas del Sistema.

El director de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente, Gerardo Evia dijo durante el acto de entrega de los reconocimientos que para adjudicarlos “se tomó en cuenta que estas actividades estén alineadas con los objetivos de conservación de las áreas: que cumplan con la normativa, con los planes de manejo, que hagan un uso eficiente de los recursos, un adecuado manejo de los residuos, cuiden los ecosistemas y la biodiversidad, entre otras cosas”.
Y esto que dijo el director es la piedra angular de todo esto. Porque en general los uruguayos tenemos una concepción del turismo que hace que no combine del todo con la idea y la vocación de las áreas protegidas, es más, de buenas a primera podría pensarse que son opuestos.
En realidad no es nuevo en Uruguay ni el en mundo que los espacios naturales se presten para el goce, de hecho si bien el SNAP se creó en los albores del siglo, muchos años antes, en 1944, el doctor Francisco Oliveres donó al Estado un predio en la cuarta sección de Treinta y Tres para destinarlo a la recuperación de pacientes del Hospital. En ese predio en 1985 se creó el parque Municipal Quebrada de los Cuervos, que en 2008 inauguró el Sistema Nacional.
Pero el principal propósito de las áreas protegidas no es el turismo, es la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que se generan, entre los cuales está el turismo.

¿Pero qué turismo? Justamente un tipo de turismo que –lejos de amenazar– contribuya a la conservación de esta biodiversidad y mejore la calidad de vida de las poblaciones locales.

El país tiene una serie de instrumentos para promover este tipo de turismo, el primero de ellos las Directrices para la Planificación del Uso público de las áreas protegidas de Uruguay que promueve prácticas como la coordinación de las actividades entre los actores y la creación de ámbitos de participación que faciliten la articulación entre instituciones, actores y territorios. Enmarcar las actividades, servicios y equipamiento en el plan de manejo y su zonificación, así como implementar “sistemas de monitoreo asociados para asegurar la conservación de los elementos que pueden ser afectados”.

Refiere también a “fomentar el respeto, el reconocimiento de la cultura e identidad local y promover preferentemente productos y servicios de proveedores locales”, es decir, apartarse de un tipo de consumo masificado, todo lo contrario a lo que estamos acostumbrados a asociar con el concepto de turismo que más se explota en el país, en especial en la franja costera, el turismo “de sol y playa”. La normativa uruguaya también se preocupa por mencionar la implementación de estrategias de interpretación ambiental “para que la visita sea una experiencia transformadora para el turista y para la comunidad asociada”, así como de promover el uso de marcas diferenciales para los productos y servicios elaborados en áreas protegidas y fomentar la distribución de los beneficios socio económicos que se generan a través la actividad turística.
Como contrapartida la estrategia supone desestimular el turismo “masivo y desordenado”, “propuestas de escasa calidad ambiental y descontextualizadas culturalmente”, “propuestas que no estén acordes a los principios e instrumentos de gestión del área”, ni prestaciones turísticas “que no beneficien a los territorios de las áreas y su gente”.

La labor de operadores, guías y baquianos turísticos vinculados a las áreas protegidas, es clave para que sea falsa la oposición entre turismo y conservación y para que se pueda disfrutar de los paseos que proponen las áreas protegidas en nuestro país y del contacto con la fauna y con la flora nativa. De allí que sea tan oportuno este expreso reconocimiento a quienes están haciendo las cosas bien.