El camino de la inclusión

La diversidad del género humano no es nada nuevo pero tenerla en cuenta en las diferentes actividades que se realizan diariamente en la sociedad es una noción relativamente moderna que no hace otra cosa que poner en la agenda las diferencias que forman parte de nuestra propia humanidad.

En este contexto, la discapacidad se vuelve solo una de las tantas formas en que somos diversos pero también es una realidad que requiere atender las diferencias y ofrecer posibilidades de ejercicio de derechos, de inclusión y de respeto hacia parte importante de la población.
Seguramente el censo que se realizará el año próximo arroje más luz sobre la cantidad y situación en que viven los uruguayos que poseen algún tipo de discapacidad. El mapeo demográfico existente corresponde al censo 2011 y da cuenta de la existencia de un 17,6% de la población uruguaya mayor de cinco años que presenta al menos algún tipo de limitación física, mental, intelectual o sensorial.

Las mayores dificultades para la participación social de las personas con discapacidad está dada por las barreras actitudinales y del entorno: falta de accesibilidad universal en todos los espacios públicos, el transporte, entre otros aspectos, acciones o decisiones que no las tiene en cuenta y limitan sus posibilidades de desarrollar y utilizar su potencial creativo, artístico o intelectual así como de participar en igualdad de condiciones en actividades recreativas, de esparcimiento y deportivas, entre otras.
La situación de discapacidad implica a veces la dependencia o necesidad de apoyo para llevar adelante actividades de la vida diaria, pero también puede verse agudizada por cuestiones contextuales como barreras que ofrezca el entorno, ya sean físicas, de comunicación e información o actitudinales.

Las barreras urbanísticas (como por ejemplo en los espacios públicos, las veredas angostas, rotas y sin rebajes en las esquinas, la existencia de columnas que obstaculizan el desplazamiento), las barreras arquitectónicas existentes en las propias edificaciones y distribuciones de los edificios (no solo para el acceso sino también atendiendo a otras cuestiones, como la existencia de baños adecuados para las personas con discapacidad), en los medios de transporte terrestres, aéreos o marítimos, o la existencia de barreras en la comunicación o la cartelería no inclusiva en edificios públicos se asocian a prácticas no inclusivas que es necesario modificar. Por el contrario, como suelen señalarlo los manuales, una buena accesibilidad es aquella que no es percibida por los usuarios, sino que es parte del diseño, siendo cómodo, estético y seguro para todos. Alrededor del mundo millones de personas viven con discapacidad o con niños pequeños o ancianos que tienen otras necesidades y los enfrentan a obstáculos, a veces insalvables, a la hora de viajar. Estos van desde una información accesible, clara y confiable hasta aspectos relacionados con el transporte, los servicios públicos, la existencia o no de barreras en las ciudades y las posibilidades de esparcimiento y recreación si se trata de viajes de ocio o turísticos.

El sector turístico ha ido incorporando a la discapacidad como un asunto importante en su agenda, lo cual se ha visibilizado a través de días conmemorativos o con programas y planes de mejora de la accesibilidad en los destinos y la ampliación de la oferta para atender las necesidades específicas de este sector de la población.
En nuestro país la Ley de Turismo 19.253 establece que esta actividad constituye una manifestación del derecho humano al esparcimiento, al conocimiento y a la cultura, y consagra la accesibilidad como principio fundamental y universal. Asimismo, la necesidad de un turismo más inclusivo se ha visto reflejada en distintos planes estratégicos gubernamentales en los últimos años y también está incluido en el vigente Plan Estratégico del MinTur 2020-2024, que establece el impulso de acciones sobre accesibilidad.

Uruguay cuenta con algunas playas accesibles, lo cual no incluye solo las rampas de bajada sino también la prestación de servicios de esparcimiento para personas con discapacidad. Varias ciudades han avanzado ampliando no solo en el centro sino también en los barrios condiciones de accesibilidad en las veredas y cada vez más edificios públicos cuentan con rampas, en tanto que eventos públicos –fundamentalmente de la órbita gubernamental– cuentan con intérprete de lengua de señas. En tanto, cada vez más operadores turísticos privados realizan inversiones orientadas a este segmento de la población que por un lado demanda servicios y, por otro, constituye un mercado que hasta no hace mucho tiempo estaba bastante desatendido.

En estos días, se dio a conocer el resultado de la primera convocatoria del Fondo para el Desarrollo de Circuitos Turísticos Accesibles, que destinó recursos a tres proyectos presentados por las intendencias de Montevideo, Rocha y Río Negro. La finalidad de este llamado es fomentar la inclusión en los destinos, productos y servicios turísticos y difundir a organizaciones y prestadores de servicios turísticos que, de forma organizada, impulsen el desarrollo de estos circuitos.
A nivel oficial, este año se instaló la primera Mesa Nacional de Turismo Accesible, conformada con el Ministerio de Desarrollo Social y organizaciones de la sociedad civil, y también se realizó un primer llamado para el fondo de desarrollo de circuitos turísticos accesibles y el país se integró a la Red Iberoamericana de Turismo Accesible.

Se trata de pasos que seguramente no han sido fáciles de instrumentar ni son suficientes, pero no por ello dejan de ser sumamente necesarios y beneficiosos para todos. En este sentido, es interesante tener en cuenta que a nivel mundial está comprobado que cuando un turista con discapacidad disfruta un destino inclusivo y amigable luego regresa acompañado.

Es necesario ampliar las acciones a toda la cadena turística, siguiendo las recomendaciones de la propia Organización Mundial de Turismo (OMT) que ha sido muy clara en señalar que solo se puede hablar de accesibilidad turística si la accesibilidad se encuentra en cada uno de los eslabones que integran la cadena de valor del turismo. Es decir, la comunicación y la información sobre el destino, que se brinda a los potenciales visitantes en sus países o lugar de residencia; la comercialización de los servicios, la producción de bienes y servicios consumidos por los visitantes durante la estadía; y por último, la gestión de la posventa y la preventa del destino. En este sentido, resulta importante continuar avanzando en legislación pero también en normativas a nivel de los gobiernos departamentales y nacionales así como en cuanto al protagonismo del sector privado para una mayor inclusión y accesibilidad.