Una noche de paz y esperanza

En 1843, en Inglaterra, el escritor Charles Dickens publicó “Christmas carol”, traducido actualmente como “Un cuento de Navidad”, aunque literalmente sería algo así como “Cántico navideño”. En este relato al protagonista, Ebenezer Scrooge se le aparecen una serie de espectros que lo llevan a reflexionar sobre su propia vida –hay también una película protagonizada por Bill Murray que por estas fechas suele aparecer en la programación de los canales de cable–. Scrooge recibía en este relato la visita en noches consecutivas de tres fantasmas: el de las navidades pasadas, el de la Navidad presente y el de las navidades futuras. Es una obra de ficción, pero a la vez puede ser ejercicio interesante para que cada cual vea dónde está parado, utilizando estas fechas como excusa.
Ese paseo de la mano del primero de esos espectros nos permitiría ver en Paysandú un pasado reluciente. Quien más, quien menos, con algunos años encima, seguramente sabe de la historia brillante de Paysandú, de las fábricas pujantes, de un departamento que siempre estuvo a la cabeza en innovación y desarrollo, de un espíritu forjado en la cultura del trabajo. Paysandú no ha dejado de ser eso, todo está impreso en el ADN sanducero. También está impreso en las páginas de EL TELEGRAFO, en cuyas páginas está atestiguada esta historia desde 1910, con sus buenas y sus malas, con cada corte de cinta de importantes obras, pero también en cada brindis de celebración que ha quedado retratado en la sección Sociales. Porque de eso se trata, de acompañar el sentir de nuestra gente.

No tan brillante, tal vez, nos aparezca en una primera impresión el paseo junto al segundo de los espectros de Dickens, en de la Navidad presente. Venimos golpeados. Han sido años difíciles, de pandemia, de guerra, de cambios constantes, inestabilidad económica y social, de creciente violencia y con el clima como una amenaza constante, a largo plazo y en el corto, como comprobamos el pasado 11 de julio, cuando Paysandú sufrió tal vez el mayor golpe desde el sitio que dio lugar a la histórica defensa en 1864, pocos años después del relato de Dickens. Para colmo de males en estos momentos tenemos una diferencia cambiaria con Argentina que provoca por un lado que el comercio local enfrente a competencia del contrabando desde la vecina orilla y que por otra parte hace dificultoso el cruce de visitantes desde el hermano país porque para ellos estamos caros.

Sin embargo, viendo un poco más en detalle, tal vez el presente no sea tan oscuro como podría impresionarnos en esa primera mirada, porque Paysandú en el fondo no ha dejado de tener ese espíritu pujante y emprendedor. Año a año se supera el número de estudiantes universitarios que cursan sus carreras en nuestra ciudad y en la región y a la vez la oferta educativa superior se ha diversificado enormemente –por más que siempre se puede mejorar, por supuesto– y la actividad comercial y social que esto supone son un importante motor para la ciudad. Esta oferta incluye carreras que incorporan ciencia y tecnología aplicada en variadas ramas, las que a través de la extensión –uno de los pilares de la actividad universitaria– redunda también en un beneficio para toda la comunidad.

Una ciudad que además sigue creciendo, sigue haciéndose más bella y está empezando a tener otro vínculo con el río, al que en cierto momento de la historia había dado la espalda, después que aminoró la enorme actividad portuaria que supo tener.
También van marcado una nueva imagen para la ciudad proyectos como el recientemente inaugurado –tras una espera mayor de lo que se todos hubiésemos querido– del Paseo Costero Juan Antonio Rodríguez y el que recientemente presentó la firma internacional OMA, convocada por la Intendencia Departamental, pero también las construcciones en altura que han vuelto a aparecer en el tejido urbano y las viviendas cooperativas que están transformando y resignificando un espacio tan entrañablemente ligado a la identidad de Paysandú como el de la desaparecida fábrica Paylana.

En el texto de Dickens la tercera noche Scrooge recibió la visita del fantasma de las navidades futuras. Ese espectro lo llevó por las calles a escuchar de qué hablaba la gente, y las personas comentaban sobre un fallecido, de quien se estaban vendiendo a precio de remate las pertenencias, sin herederos, que le habían sobrevivido, y lo llevó a su misma alcoba donde yacía sobre su cama el cuerpo del propio Ebenezer Scrooge. Perdón por el “spoiler”, como se dice ahora –aunque se trate de un libro de casi 180 años– pero la historia termina en que se trataba nada más que de un sueño, del que despertó la misma noche de la Navidad. De ahí en más Ebenezer tuvo la oportunidad de cambiar cosas en su vida y de forjarse una imagen diferente.
No estamos viviendo un sueño del que despertaremos en algún momento. Los desafíos son enormes para todos, pero lo son aún más en el lejano norte de un pequeño país en el Sur del mundo, alejado de los grandes centros de decisión y de comercio mundial, por más que en el mundo de hoy las distancias sean relativas. El Paysandú del mañana está en constante construcción y nuestra invitación es a que esta noche, al hacer sonar los cristales, dediquemos cada uno un instante a pensar qué podemos hacer para tener mañana un lugar mejor donde vivir, soñar y crecer.