Una buena noticia, pero mala a la vez

“La capa de ozono se está recuperando, lo que ayudará a evitar hasta un 0,5 °C de calentamiento global”. Ese es el título de la publicación en la página de Naciones Unidas que recoge un informe elaborado por el Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal, un conjunto de expertos apoyados por el organismo internacional, que se presentó esta semana en el marco de la 103ª reunión anual de la Sociedad Meteorológica de los Estados Unidos.
“La capa de ozono está en camino de recuperarse en los próximos cuatro decenios y la eliminación progresiva a escala mundial de las sustancias químicas que agotan la capa de ozono ya contribuye a la mitigación del cambio climático”, cita como conclusión a la que arribó el estudio. Lo bueno del caso es que es una demostración de cómo, corrigiendo acciones humanas, el planeta es resiliente y es capaz de recuperarse de algunos daños que le hemos ocasionado. Lo malo en este caso son los plazos. Hay que continuar haciendo las cosas bien durante 40 años para esperar que se corrija este daño tan puntual que logramos detectar a tiempo, y estos se suman a los más de 40 que ya han transcurrido desde que se detectó el problema y se empezaron a prohibir determinadas sustancias que estaban perjudicando la capa de ozono. Serán 80 años. En términos humanos literalmente “una vida”. En términos geológicos una insignificancia, nada, ni siquiera una anécdota. La ciencia estima que la humanidad lleva habitando aquí unos 200.000 años Para tomar como referencia los dinosaurios habrían aparecido hace más de 200 millones de años y se calcula que se extinguieron hace unos 60 millones. Como cantaba el Mago, en términos geológicos 80 años no es nada.
El informe confirmó que la eliminación progresiva “de cerca del 99% de las sustancias prohibidas que agotan la capa de ozono ha logrado protegerla y ha contribuido a que se recupere de forma notable en la estratosfera superior y a que disminuya la exposición de las personas a la radiación ultravioleta (UV) nociva del sol”. Agrega que, de mantenerse las políticas actuales, “se espera que la capa de ozono recupere los valores de 1980 (antes de la conformación del agujero de ozono) aproximadamente en 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y en 2040 en el resto del mundo”. Explicaron además que los cambios en el tamaño del agujero de ozono en la Antártida, “sobre todo entre 2019 y 2021, se debieron principalmente a las condiciones meteorológicas. Sin embargo, cabe señalar que la superficie y la profundidad del agujero de ozono ha disminuido desde el año 2000”.
Los expertos entienden, y así lo manifestaron en su informe, que el protocolo de Montreal –en el que se acordó la prohibición de sustancias que afectan la capa de ozono– ha tenido una repercusión positiva en el clima. De hecho este protocolo tiene un agregado, la Enmienda de Kigali, que aborda directamente el cambio climático, ya que se trata del acuerdo por el que se exige desde 2016 la “reducción progresiva de la producción y la utilización de algunos hidrofluorocarbonos (HFC)”. Estos compuestos no atacan directamente la capa de ozono, se trata de “potentes gases de efecto invernadero”. El Grupo de Evaluación Científica estima que esta enmienda debería “contribuir a evitar entre 0,3 y 0,5 °C de calentamiento global de aquí a 2100”. No será suficiente con esto, por supuesto, porque se trata de un grupo específico de compuestos que no abarcan ni cerca la totalidad de los gases que ayudan al calentamiento global, pero en estas circunstancias toda monedita suma.
Pero lo más importante que tiene el Protocolo de Montreal, es que se trata de la comprobación de que estos instrumentos funcionan, si se asume el compromiso, se cumplen las metas y se plantean objetivos ambiciosos pero alcanzables; y si se cumplen, el planeta mismo se recupera.
“Las medidas adoptadas en relación con el ozono sientan un precedente para la acción climática.
El éxito obtenido gracias a la eliminación progresiva de las sustancias químicas que destruyen la capa de ozono nos muestra lo que puede y debe hacerse con carácter de urgencia para abandonar los combustibles fósiles, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar, por lo tanto, el aumento de las temperaturas”, afirmó el secretario general de la (Organización Meteorológica Mundial) OMM, profesor Petteri Taalas.
Claro, para esto hay que hacer mucho todavía, hay que hacer cambios en la forma de vivir y producir, pero eso no significa que necesariamente haya que resignar nada.
De hecho, cuando se empezó a manejar la idea de prohibir las sustancias que afectan la capa de ozono, ese fue el grito que puso medio mundo en el cielo, que no se podía retroceder en los métodos de conservación de alimento, o que ya no dispondríamos de un sistema tan práctico y multiuso como los aerosoles, ya que eran estos los principales usos de los compuestos que estaban ampliando el agujero de ozono. Se limitó su producción y uso en el 90% y ahí siguen tan campantes las heladeras, los acondicionadores de aire y los graffiti.