Niños y pesas ¿sí o no?

Que nadie lo niegue, nos preocupamos más del riesgo (inexistente si se hace bien) del entrenamiento de fuerza en niños y adolescentes que por el riesgo real del sedentarismo en esta población. Nos alarmamos cuando un adolescente se bebe un batido de proteína, pero le damos de merendar pan blanco con embutido.

El entrenamiento de fuerza en niños y adolescentes no solamente es beneficioso, sino que es indispensable para su presente y su futuro.

Si miramos cualquier película o fotografía vieja –o un cuadro– y la comparamos con alguna actual, veremos una gran diferencia en cuanto a los niños. En las imágenes viejas estarán saltando o corriendo, en las nuevas, pegados al celular.

Las cifras respecto a la cantidad de actividad física realizada por niños y adolescentes, así como la cantidad de grasa acumulada en esta población, son mucho más alarmantes que ver a un niño entrenar fuerza. Sin embargo, ocurre todo lo contrario.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la National Strength and Conditioning Association (NSCA) exponen los siguientes beneficios de la actividad física sobre los niños y adolescentes: la actividad física les ayuda a desarrollar un sistema cardiovascular (corazón y pulmones) sano, controla el peso corporal saludable y el metabolismo, desarrollan un aparato locomotor (huesos, músculos y articulaciones) sano, evita lesiones y mejora la rehabilitación cuando sea adulto, controla el sistema neuromuscular (coordinación y control de los movimientos), que en esta edad es fundamental, controla la ansiedad y la depresión; fomenta la autoconfianza, la interacción social y la integración; evitar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, y tienen mejor rendimiento escolar.

La fuerza también es actividad física

Pero claro, cuando mezclamos los términos niño y actividad física, nos lo imaginamos jugando y haciendo actividades de tipo aeróbico, pero no tanto de fuerza. La explicación es que para nosotros la fuerza es cargar una barra pesada y hacer sentadillas, pero las diferentes manifestaciones de la fuerza van mucho más allá.
Existen muchos juegos y tareas con el propio peso corporal con los que los niños pueden incorporar trabajo de fuerza a su día a día. A medida que vaya creciendo como adolescente, se podrán utilizar cargas más altas y estrategias más intensas, pero la fuerza debe estar desde la infancia.
Por supuesto, el niño debe correr, saltar, trepar y todas las funciones para las que está “diseñado”.

Un niño fuerte, un adulto sano

Un niño que entrena fuerza tiene menos adiposidad, lo que se relaciona con una mejor salud, tanto actual como futura. Un ejemplo de ello es la aparición de dinapenia pediátrica. La dinapenia es la pérdida de fuerza, que suele producirse con el envejecimiento.

Si un niño pierde fuerza, en lugar de ganarla, tendrá mucha más probabilidad de padecer dinapenia en el futuro, con el consecuente aumento de riesgo de caídas y de fragilidad en etapas adultas.

Cuando realizamos cualquier contracción muscular, como deslizar con tu dedo la pantalla del móvil, o pinchar con tu mouse cualquier texto, se producen diferentes mecanismos fisiológicos. Una tarea de este tipo no va suponer ninguna demanda para tus músculos, pero si el celular pesa 40 kilos y tienes que levantarlo ya será otra cosa.

Esas contracciones frente a cargas que supongan un desafío, hacen que diferentes procesos metabólicos sean más eficientes. La insulina es uno de tantos componentes que puede ser mejor regulada si entrenamos fuerza, de hecho, la diabetes tipo 2 se controla mucho mejor con entrenamiento de fuerza.

Si desde pequeños entrenamos la fuerza, todos estos procesos serán mucho más óptimos a lo largo de la vida. Además, acumularemos menos grasa, que es el enemigo que nos lleva al lado contrario: peor sensibilidad a la insulina y acercamiento a alteraciones como el síndrome metabólico.