Divulgar y hacer ciencia

La comunicación y la divulgación científica son parte fundamental del funcionamiento de la ciencia, especialmente aún más en un mundo globalizado y a la vez tan fragmentado y diverso. Por un lado, comunicar los avances científicos es parte medular de la actividad científica, en tanto permite la circulación del conocimiento así como su utilización social, a la vez que –por otra parte– hace que los resultados de investigación puedan ser verificados, reproducidos y socializados evitando duplicación de actividades y fomentando la colaboración entre los propios investigadores.
La forma más común de hacerlo en el mundo académico es la publicación de artículos o libros pero también la participación en distintos tipos de eventos especializados en redes académicas a través de Internet.

En tanto, la divulgación de ciencia y tecnología comprende habitualmente aquellas actividades científicas destinadas a un público no especializado. En este marco, el conocimiento es transmitido de forma sencilla, clara y educativa pero sin perder rigurosidad y sin dejar de atender aspectos éticos.
La sociedad en general puede acceder así a información clave sobre la actividad científica y se considera que esto puede también llevar a más personas a interesarse en la ciencia y tecnología, ya sea para comprender mejor el mundo actual o para despertar el interés en profesiones científicas.

Actualmente se desarrolla la 18ª Semana de la Ciencia y la Tecnología –que se extenderá hasta el próximo mes de agosto– bajo el lema “Nos mueve la curiosidad”. La iniciativa comprende 152 actividades de divulgación, en más de 33 jornadas, que involucran a 69 instituciones en 100 localidades de todo el país. Se prevé que participen 40.000 personas, un 80% estudiantes.
Se trata de un trabajo interinstitucional en la que participan 19 organizaciones públicas que permiten, año a año y de forma ininterrumpida, concretar el mayor evento de divulgación científica en Uruguay.

Los objetivos del evento incluyen, también, contribuir al proceso de alfabetización científica de la población y lograr una mayor comprensión de la ciencia, con énfasis en su impacto sobre la vida cotidiana de las personas.
Esto es importante dado que la capacidad de innovación de un país, así como las posibilidades de realizar desarrollos propios o adaptados a sus necesidades en materia de ciencia y tecnología depende, en muchos casos, a corto o largo plazo, su potencial de desarrollo y crecimiento.

La importante labor del sector de ciencia y tecnología quedó claramente de manifiesto durante la reciente pandemia de COVID-19, cuando el gobierno nacional apeló a los científicos y tecnólogos para asesorarse y desarrollar soluciones creativas y a medida para Uruguay que nos permitieran enfrentar la crisis sanitaria de mejor forma. De una manera totalmente impensada, un hecho crítico e inesperado como la pandemia puso en evidencia la necesidad de hacer ciencia en el país como sostén de soberanía y autonomía en las decisiones, para desarrollar soluciones acordes a nuestra realidad.

Por ejemplo, para citar un caso relativamente reciente y muy conocido, a través del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) se reunió información de primera mano para tomar decisiones, se hicieron investigaciones, monitoreos y se desarrollaron soluciones que permitieron, por ejemplo, contar rápidamente con una aplicación para que la población interactuara con el sistema de salud, notificando síntomas, asignando turnos para los análisis y monitoreando la evolución de los infectados que se encontraban aislados en su casa.
De la misma manera se abordaron otras temáticas a nivel de ciencia básica y aplicada, con gran creatividad, innovación y en forma sensible, comprometida, de calidad y generalmente en condiciones de escasez de recursos.

Precisamente, la asignación de presupuestos a la áreas científicas y tecnológicas en Uruguay ha sido siempre escasa e insuficiente a la hora de definir las políticas nacionales y locales, aunque se trata de un tema que frecuentemente está presente en el discurso político y en las expresiones de deseos de nuestros gobernantes.

En este sentido, cabe señalar que las inversiones en investigación y desarrollo (I+D) se ha mantenido casi constante en un 0,4% del PBI en la última década –muy por debajo a la de la región y el mundo–, considerándose en el ámbito científico que esa cifra debería acercarse al 1%, tal como se comprometía en un documento firmado por todos los candidatos presidenciales ya en 2014.
En nuestro país, la actividad científica se financia fundamentalmente con fondos públicos. Existen aproximadamente dos mil investigadores que trabajan fundamentalmente en la Universidad de la República, el Instituto Clemente Estable, Instituto Pasteur o el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y forman parte del Sistema Nacional de Investigadores creado por la Agencia Nacional de Investigadores (ANII) que destina recursos a proyectos de distintas áreas.

Asimismo, el conocimiento que se genera proviene fundamentalmente del sector público, dado que en un 75% proviene de la labor de investigadores de la Universidad de la República y el 25% restante casi totalmente de los institutos de investigación estatales antes mencionados.
El año pasado, en oportunidad de las instancias previas de la Rendición de Cuentas, la Mesa de Diálogo Nacional por la Ciencia, Tecnología e Innovación emitió una declaración pública señalando la insuficiencia de la asignación de presupuesto para el sector. Muchos de esos reclamos continúan vigentes.

En este sentido, resulta fundamental asegurar que los profesionales formados tengan posibilidades reales de inserción laboral en el país acorde a su preparación porque sin científicos con condiciones salariales y laborales imprescindibles para realizar su labor –teniendo en cuenta que en varias disciplinas los científicos uruguayos encuentran en forma relativamente fácil una inserción laboral en diferentes países del exterior–, es inviable un desarrollo de innovación, ciencia y tecnología nacional soberano y sostenible en el tiempo, además de generador de nuevas oportunidades. Incluso para las generaciones jóvenes que se pretende sensibilizar con las numerosas y bienvenidas actividades a desarrollarse en necesarios eventos como los que formarán parte de una nueva edición de la Semana de la Ciencia y Tecnología.