El poder para gobernar y cumplir

Es natural, todos quieren ganar una elección y llegar al poder. Unos quieren quedarse y otros llegar. Y para ello se recurre, más allá de los merecimientos y capacidades, a las más extravagantes veleidades, tanto de oficialistas como de opositores.
De las cosas que hay que hacer, de las asignaturas pendientes de la sociedad, o no se acuerdan o no conviene decirlas porque sencillamente son pianta votos… Para peor en el reino de la política espectáculo y show esta el advenimiento de las redes sociales y las famosas fake news, o meramente calumnias y mentiras interesadas, con las cuales es muy difícil lidiar.
La retórica, el carisma, el voluntarismo y la demagogia están a la orden de los competidores, y también, inevitablemente el sentido de tragedia terminal sobre lo que le  pasará al país si ganan unos u otros la contienda. El apelativo de un candidato del progresismo en las últimas elecciones que planteaba abiertamente a su electorado que el dilema el último domingo de octubre (2019) sería entre dos modelos opuestos: el de la exclusión, la injusticia, el amiguismo y la miseria –que era la propuesta de la Coalición Multicolor encabezada por Luis Lacalle Pou, a la postre vencedora-  contra la alternativa de la inclusión, la justicia, el merecimiento y el desarrollo, que por supuesto representaba el entonces oficialismo en retirada de Frente Amplio.
Podría ser peor, en otros países la competencia es atroz y peligrosa. En Uruguay todavía es solo dialéctica, que puede ser tan hiriente como delirante, pero que al fin de cuentas son solo palabras. Luego del acto eleccionario las aguas vuelven  a su cauce normal y la gobernabilidad es un camino siempre posible.
Sin embargo, los frentistas en el poder antes y en la oposición ahora dan la nota con el tremendismo de sus afirmaciones y predicciones. Honestamente, quizás las mismas que hicieron los colorados ante el primer triunfo blanco en la historia del siglo XX, decían sobre las inundaciones extraordinarias de 1959 eran las lágrimas de San Pedro llorando amargamente por la reciente derrota de los colorados y consecuente victoria de los blancos; igualmente al advenimiento del Frente Amplio en la Intendencia de Montevideo en 1989  o del gobierno nacional en 2005. En todos los casos parecía que el mundo se venía abajo,  que los comunistas se quedaban con todo y los tupamaros volvían a sus atropellos de antaño pero fue solo cuestión de alarmas injustificadas, tan falsas como impertinentes. En el 2005 la posibilidad largamente anhelada y trabajada por la izquierda llegó a su hora no sin pasar hasta el último momento por las predicciones más atroces sobre el futuro del país en manos de los potenciales nuevos gobernantes, para intentar mediante el miedo y la angustia de tales plagas egipcias, evitar que se concretara la victoria en la urnas, que finalmente fue aplastante.
En las últimas elecciones de 2019 le tocó al gobierno frenteamplista explayarse por el pandemónium que se desataría si ganaran los blancos, o los colorados, la coalición de la derecha conservadora, autoritaria y oligárquica, que barrería con todos los derechos ganados por el progresismo en sus 15 años de gobierno. Es el intento de polarización entre los buenos y los malos, los sensibles y los fríos, los capaces y los incapaces, los pro venezolanos con los pro norteamericanos, los progresistas y los conservadores, y así seguimos en una lista interminable de oposiciones siempre a favor de los que están en el poder y no quieren irse pero en contra de los que están en la oposición y quieren desplazarlos del poder.
Y en este contexto, yo he sido tres veces senador de la República, además intendente de Salto en el período 2010-2015. Me debo al Uruguay entero, pero soy del Norte y de Salto. Comparto caminos e historias con el inolvidable Jorge Larrañaga, también intendente de Paysandu, senador y ministro de Estado, ambos del norte, sabedores de las desventajas competitivas de vivir al norte del Río Negro, se dice que Dios está en todas partes pero atiende en Montevideo (o en la zona metropolitana). Hemos sido compañeros de ruta en nuestras aflicciones para luchar contra el centralismo y a favor de la descentralización, en la búsqueda de inversiones generadoras de fuentes de trabajo genuinas, en la votación de leyes que favorezcan la producción, la industria y el comercio de nuestra región.
Por citar ejemplos, los cuadriculados de rutas nacionales en la jurisdicción del Ministerio de Transporte son en los departamentos del sur, la red de carreteras en el norte son en su mayoría de jurisdicción municipal departamental… y de ripio, difíciles y caras de mantener con los presupuestos locales. Es un verdadero problema para el desarrollo del Norte.
La zona fronteriza del litoral norte siempre ha sido un problema de contrabando y tráfico complejo de personas, bienes y servicios, lo que ha generado desde siempre y de manera cíclica los vaivenes de los precios y los cruces de consumidores de uno  y otro lado. Eso motivó a tomar decisiones específicas en rebaja de impuestos y exoneraciones fiscales para toda la frontera desde Artigas hasta Río Negro.
La Represa de Salto Grande, como organismo nacional, ha tomado riendas sobre el Desarrollo Regional como nunca antes en su historia. Se ha transformado, como rezan los antecedentes de su construcción, no solo en una Central Eléctrica, sino un ente binacional de desarrollo y educación orgullo de una acción comprometida con la región y ejemplo de políticas descentralizadoras.