Los derechos de la humanidad

En primer lugar, deseo formular mi sincera felicitación al Centro de Estudios Paysandú por los 20 años de trabajo que están conmemorando y por el importante aporte que han realizado a la construcción y consolidación de Uruguay como un país libre, justo, abierto democráticamente y próspero.
Creo que más allá de las diferencias que podamos tener acerca de los caminos a recorrer para alcanzar y consolidar los atributos mencionados antes, existen algunos temas acerca de los cuales sólo cabe el acuerdo entre los integrantes de la sociedad, lo cual nos brinda una excelente oportunidad para fortalecer nuestra autoestima colectiva como comunidad tolerante y democrática.
Uno de tales temas es – ni más ni menos – el que refiere a la defensa y la promoción de los derechos humanos lo cual, ante todo, no constituye un concepto y un ámbito de reflexión de carácter estático. Así como las realidades sociales están en permanente cambio, los derechos de la humanidad también lo están. Es su contenido sustantivo el que va cambiando. A medida que se construyen avances surgen nuevas necesidades y aspiraciones que se incorporan a esa batalla permanente que llamamos defensa, promoción y protección.
Es que se trata de un apasionante tema siempre en tensión. Naturalmente, están en juego nuestras instituciones, la profundidad y la calidad de nuestra democracia y desde un enfoque global nuestro desarrollo cultural, que es el que – a su vez – explica los caminos de convivencia que elige cada sociedad.
Sin embargo, este rasgo no puede ni debe conducir a interpretaciones contradictorias que sólo encuentran explicación en prejuicios o actitudes ideológicas que comienzan por ignorar la fuente fundamental de evidencia que es la realidad. A partir del reconocimiento de esta última no podemos caer en las contradicciones que provienen del uso de diferentes criterios para evaluar situaciones similares. El saber diferenciar cuando corresponde y al mismo tiempo ser coherentes, constituyen pilares fundamentales en este camino que no puede admitir visiones corporativas de especie alguna.
A los largo de nuestra historia, hemos aprendido también a no limitar nuestra postura en la materia al combate de los derechos violados y la consecuente reparación de sus efectos. El ejercicio de la minoría y la búsqueda de la verdad y la justicia son ingredientes imprescindibles de esta batalla permanente. Pero no pueden ser los únicos. Tienen que estar acompañados por la búsqueda creativa de nuevos avances, nuevos desafíos, como parte de esa trayectoria fundamental que es la construcción del desarrollo humano y la ciudadanía en plenitud.
Esta conducta, activa por excelencia, es también el eje fundamental sobre el que descansa la inserción internacional de nuestro país, vista desde una perspectiva política. Es a la luz de la misma que es preciso entender y seguir apuntalando la identidad y el reconocimiento de Uruguay a escala global. Las responsabilidades del gobierno, con su permanente exigencia y la correspondiente urgencia, nos impiden frecuentemente hacer un alto en el camino para reflexionar acerca de los valores y las ideas a partir de los que sentimos una clara y sólida sensibilidad en relación a los derechos de la humanidad. Es preciso superar esta dificultad. Será, sin duda, en beneficio de los respetos y la riqueza que es necesario asignar a la condición humana.