Días atrás el comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Juan Miguel Petit, ofreció una entrevista al programa No Toquen Nada, en FM Del Sol de Montevideo, en la que comentó el último informe presentado al Parlamento sobre la situación de las cárceles en nuestro país, el que mostró datos que no solo hablan de un empeoramiento en las condiciones de reclusión, sino que además es un empeoramiento significativo.
Veamos algunos de los datos que presentó el informe. Uruguay ocupa el 10º puesto a nivel mundial entre los países con más presos, con una tasa de 408 cada 100.000 habitantes. La población privada de libertad se triplicó en las primeras dos décadas de este siglo. Por primera vez en el informe del año pasado, la población carcelaria en condiciones de “tratos crueles, inhumanos o degradantes” superó el 40%. Esa la peor categoría entre los parámetros que determinó el equipo que encabeza Petit para graficar las condiciones de reclusión. El 41% que marcó el informe equivale a aproximadamente 5.000 personas. Otro dato significativo que muestra el informe es que el “pico” de gasto por cantidad de presos, medido en pesos constantes de 2022, se produjo en 2018. En ese momento fueron $56.000 por cada preso, en todo el año. Esa cifra en el año 2022 cayó a $39.000. Esta caída de casi un tercio tiene mucho que ver con un incremento en la población carcelaria que no ha sido acompañada con el aumento de los recursos para atenderla.
Hablemos claro. No se trata de “defender” a quienes han cometido delitos y están penando sus culpas en la cárcel, no es ese el propósito de este artículo. Pero las cárceles en nuestro país tienen un propósito y que no lo están cumpliendo no es nada nuevo, hace mucho que venimos en esto, a pesar de los esfuerzos por introducir transformaciones en la forma de trabajo y hasta en el sistema penal, con el recordado cambio por el nuevo Código del Proceso Penal. Nadie en nuestro país se queda preso para siempre, o al menos esa no es la idea, porque también ocurre que hay una altísima tasa de homicidios dentro de las cárceles de nuestro país dentro de un contexto bastante complicado y generalizado de violencia. Así, la función de reeducación y de proporcionar herramientas para una reinserción del individuo, que se pretende deben cumplir, es imposible.
En el combate a la delincuencia no está fallando la Policía, evidentemente, las cárceles están colmadas y ello es porque se persigue el crimen, con éxito, y la investigación permite obtener las pruebas que hacen que quienes delinquieron vayan presos. El problema es que después, al salir de la cárcel, no encuentran las redes de contención que se necesitan para evitar que la salida sea volver a delinquir y, enseguida, volver a la cárcel.
Entiende Petit, con razón, que “hay un eje, que es que la privación de libertad según las normas internacionales son para tener tratamiento, para que la persona pueda acceder a derechos de educación, salud, cultura, deporte, participación, que le permitan volver a la sociedad, ‘pagar sus penas’ con la sociedad, rendir cuentas y volver a ser un ciudadano”. Agregó que ya la mera privación de libertad es una situación extrema para una persona, y a esto se añade “otra serie de variables que nosotros tomamos de las reglas Mandela, que tienen que ver con intimidad, alojamiento, acceso a comida, acceso a patio, acceso al aire libre, acceso a trabajo, a educación (…) cuando planteamos que son tratos crueles, inhumanos y degradantes, pudimos verificar que efectivamente no hay tratamiento, las condiciones materiales son malas: no hay circulación, no hay acceso a patio”.
Y ojo, tampoco es que se trate de un problema de gestión por parte de quienes están al frente del sistema carcelario, lo destacaba el propio comisionado en la referida entrevista, cuando relató que un jerarca le preguntaba si estaban mejor que antes. “Yo le decía, mirá, lo que pasa es que ustedes están viendo muchas cosas que se están haciendo y muchos esfuerzos de muchos funcionarios y muchos directores de cárceles y jerarcas también; como los hubo antes y los hay ahora, pelean diariamente por mejorar las condiciones”. El problema es que “tenemos mucha más gente, e igual o menos presupuesto, entonces tenemos la mayor cantidad de esa gente en los lugares donde están las peores condiciones”. Y agregó que se planteó en el Parlamento “que aumenta 20% de la población y no aumentan los recursos para gastos de funcionamiento, para alimentación, para vehículos, para logística, y si bien se están haciendo inversiones en nuevas unidades y nuevo personal, todo eso va lento”.
Pero cabe además, mirando hacia adelante, si este modelo es sostenible en el tiempo. Porque aún ajustando el presupuesto a la cantidad de reclusos e inclusive construyendo más cárceles y asignando más personal, en la medida que la población reclusa continúe en aumento, la seguiremos corriendo de atrás. Hoy es muy difícil en el contexto actual esperar que alguien plantee en la próxima campaña electoral algo diferente a la intención de incrementar las penas y reforzar la seguridad, incluso “a lo Bukele”, como proclamó algún candidato en Argentina —que no destacó entre los más votados— en alusión a las medidas aplicadas en El Salvador por su presidente, Nayib Bukele. Y lo curioso es que es lo mismo que hemos venido intentando. “Hemos ido al camino que siguió buena parte de los países del mundo, la respuesta rápida”, la define Petit.
Si de alguna forma no se tejen esas redes de contención que ayuden a que quien transita por un lapso de privación de libertad no logra las condiciones adecuadas para escapar de esa realidad, de ese circuito —que a veces no es solo personal, sino que también el entorno ejerce una presión adicional— y no se logra quebrar esa lógica; estaremos condenados a unas tasas de reincidencia insostenibles, a seguir incrementando la población reclusa y por ende también a destinar más presupuesto, mayor infraestructura y más personal para solamente “cuidar” a reclusos que volverán a la calle para, más tarde o más temprano, retornar a la cárcel.
Por cierto que no todas las personas que delinquen pueden rehabilitarse, hay otros temas de fondo, sociales, culturales, etcétera; pero es que así como vamos, casi que no se rehabilita ni a los más “rehabilitables”, a los que tendiéndole una mano podrían tener otras condiciones de vida. → Leer más