Al calor de la noche

En los últimos días llamó la atención una publicación que circuló en varios medios de alcance nacional acerca de la ocurrencia de un fenómeno denominado como “ola de calor nocturna”. El aviso fue emitido por el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), que anunció que se extendería hasta el próximo viernes, 9 de febrero. De acuerdo con lo publicado por el portal montevideo.com.uy, el meteorólogo José Serra lo describió como una ola de calor nocturna “donde las temperaturas mínimas van a superar los 22-23 y hasta 24 grados durante la noche” y las máximas “pueden alcanzar una media de 36 y 38 °C”. Para nada sorpresivo resulta que Serra detallase que las temperaturas más altas se darán “sobre todo en región norte, litoral oeste”, aunque también ocurrirá en el suroeste del país y parte del centro.

Explicaba además el experto que al tratarse de “valores que superan los 20-22°C en la noche”, más allá de lo que suceda durante el día, es cuando se lo cataloga como ola de calor nocturna.

Pero además señalaba el profesional que “estas olas de calor nocturnas son muy peligrosas para la salud de la gente. Producen problemas cardiovasculares” y, además, “no nos permiten conciliar el sueño”, puntualizó. “Estamos en un período muy grave”, advirtió el meteorólogo. Más allá del viernes se espera que las temperaturas desciendan por el ingreso de un frente frío, que puede traer lluvias y tormentas, de los que nos ocuparemos de informar llegado el caso. Pero en este momento lo que debiera inquietarnos es esta situación de la que no hablamos lo suficiente.

De acuerdo a la secuencia diaria registrada en la estación meteorológica MSur (www.meteosur.com) de EL TELEGRAFO, en los últimos 30 días —desde el 8 de enero a la víspera—, hubo 16 en los que la temperatura mínima en Paysandú se situó por encima de 20 grados y en 8 de ellos la temperatura mínima estuvo por encima de los 22 grados. Es decir, que en más de la mitad de este último mes estuvimos expuestos a condiciones perjudiciales. Y si bien algunos fueron días puntuales, como el 14 de enero (21,9º de mínima), en general se producen secuencias de varios días: cuatro noches entre el 8 y el 11, o desde el 29 hasta hoy, y contando.

Por más que siempre despiertan mayor interés informativo las temperaturas máximas, que en general se producen en el día, para los expertos son las temperaturas nocturnas las que tienen más riesgo para la salud, especialmente en personas vulnerables o con enfermedades preexistentes. La exposición continua a altas temperaturas nocturnas es particularmente peligrosa para la salud humana porque el cuerpo es incapaz de recuperarse del calor permanente, algo que puede empeorar los problemas cardiovasculares y respiratorios.

Entre los efectos adversos que se han constatado en diferentes estudios, se menciona el vínculo entre el exceso de noches calurosas y la mortalidad. Esto se asocia con temperaturas nocturnas superiores a los 20 grados y aumenta conforme mayor es la temperatura. La explicación sencilla a este punto es que el calor impide al cuerpo humano descansar. Dormir lo suficiente es esencial, la falta de sueño está relacionada con enfermedades crónicas como la hipertensión, la obesidad y la depresión.

Otros estudios sostienen, además, que el calor nocturno produce una disfunción en la termorregulación del cuerpo, que hace que no se pueda descansar bien, lo que aumenta el riesgo de fallecimiento. La mala noticia es que este fenómeno de las olas de calor llegó para quedarse. De acuerdo con registros de Naciones Unidas, “históricamente, las olas de calor ocurrían una a dos veces por año y su afectación se limitaba a un par de países y áreas geográficas dentro de estos países. Sin embargo, entre los años 2000 y 2018 se ha observado un incremento de la magnitud, duración e intensidad de las olas de calor a nivel global”. En el mismo informe (The Lancet Countdown on health and climate change) se incluye la estimación de que entre los años 2000 y 2016 el número de personas expuestas a olas de calor en el mundo se ha incrementado en por lo menos 125 millones y que la duración de la ola de calor promedio creció en comparación con el período 1986-2008. “Solo en el 2015, 175 millones de personas estuvieron expuestas a 627 olas de calor”.

Hay algunas recomendaciones generales que pueden ayudar a sobrellevar la situación, especialmente para personas con hipertensión, diabetes, obesidad, que realizan labores o actividad física al aire libre, como ingerir más líquidos de lo habitual, aun sin tener sed; ofrecer a los niños más líquidos de lo habitual y a los bebés lactancia a demanda; evitar comidas pesadas y calientes, elegir alimentos ligeros y frescos, idealmente verduras y frutas, y en pequeñas porciones, aunque se coma más veces al día y evitar el consumo de bebidas alcohólicas.

Lo que no se puede hacer, está claro, es decretar que refresque. Sí, en cambio, se pueden tomar medidas diferenciales que contemplen situaciones particulares, por ejemplo facilitar el acceso a aparatos ventiladores o equipos de aire acondicionado y tarifas diferenciales en el consumo eléctrico. Hoy es posible hacerlo con los medidores inteligentes que determinan los horarios de consumo y es relativamente fácil “cruzar” esos datos con los horarios de temperatura más elevada y aplicar esa tarifa diferencial sobre esas jornadas y esas horas claves en las que las personas deberían dormir de manera confortable.

UTE ya dispone de tarifas diferenciales, opcionales, que se aplican en terminadas franjas horarias. Deberían establecerse criterios especiales, bien por región geográfica donde las temperaturas no bajen de 20 grados en determinada cantidad de días en el verano, o bien por la condición de los clientes, demostrando mediante certificado médico la existencia de alguna patología crónica de las expuestas.