El difícil encare de la obesidad

Las estimaciones dicen que 1.900 millones de personas vivirán con obesidad en el mundo en el año 2035, una de cada cuatro. Para ese entonces, entre obesidad y sobrepeso, se estima que el impacto en la economía global será de 4,32 billones (trillions) de dólares, así como habrá un incremento del orden del 100% en la obesidad infantil. Estos datos fueron presentados por la Organización Mundial de la Salud desde la plataforma específicamente creada para la difusión del día mundial de la obesidad. Hoy, en nuestro país, de cada 10 adultos entre 25 y 64 años, cuatro presentan sobrepeso y tres obesidad, y entre los jóvenes, 4 de cada 10, entre 15 y 24 años, y 3 de cada 10 adolescentes de entre 13 y 15, ya tienen indicadores que demuestran sobrepeso u obesidad.

El de la obesidad es un problema rodeado de otros problemas, causas y consecuencias, aunque muchas veces, al menos por estas latitudes, se lo simplifica y se lo enfoca con un encare estético meramente. Pero el asunto tiene un trasfondo relacionado con la misma salud de las personas, el sobrepeso y la obesidad están estrechamente relacionados con otras enfermedades: hipertensión, diabetes, cardiopatías, por ejemplo. De hecho por allí, por el abordaje de estas enfermedades vinculadas, es que muchos empiezan a afrontar un problema de obesidad. “Muchos llegan por miedo, porque el médico les dice, mirá vas a reventar, y desgraciadamente es cuando se pegan ese susto que vienen a Alco”, decía en una reciente entrevista en Quinto Día la vicepresidenta de esta organización, la Asociación de lucha contra la obesidad, Patricia Barboza. Quienes sufren obesidad “por lo general tienen algún problema depresivo, o problema de ansiedad”, comentó también, así como que últimamente están viendo que se acercan “muchos gurises con problemas”. Más que ayudar a bajar de peso, el programa de la Asociación busca cambiar hábitos, explicaba la directiva. Y esa parece ser la clave del asunto, pero por supuesto que se dice o se escribe mucho más fácilmente de lo que se aplica.

Técnicamente la obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Un índice simple de peso para la talla que se utiliza comúnmente para clasificar el sobrepeso y la obesidad en adultos es el índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso de una persona en kilogramos por el cuadrado de la altura en metros. Un IMC igual o superior a 30 se considera obesidad y un IMC igual o superior a 25 se considera sobrepeso. Debe considerarse una guía aproximada, porque puede no corresponder al mismo grado en individuos de diferente complexión.

“Necesitamos remodelar la narrativa para reducir el estigma y la culpa asociados con la obesidad y garantizar que las personas que viven con obesidad reciban apoyo”, dice uno de los mensajes que se difunde a través de la citada plataforma.

En el año 2014, en nuestra región, la OPS aprobó de forma unánime un Plan de acción para la prevención de la obesidad en la niñez y la adolescencia, para implementar un conjunto de políticas, leyes, reglamentos e intervenciones efectivas, que tomarán en cuenta las prioridades y el contexto de los Estados miembros. Ese plan contenía una serie de siguientes líneas estratégicas de acción que comprendía: “atención primaria de salud y promoción de la lactancia materna y la alimentación saludable; mejora de los entornos escolares de alimentación y actividad física; políticas fiscales y regulación de la comercialización y etiquetado de alimentos; otras acciones multisectoriales y vigilancia, investigación y evaluación”. Lamentablemente, en los diez años que han transcurrido los avances en la instrumentación de estas medidas han sido escasos, pero sobre todo algunos de ellos han sido particularmente dificultosos y han enfrentado una importante oposición, como la de la mejora de los entornos escolares de alimentación, que en nuestro país, recién después de muchos años se instrumentó un reglamento que fija parámetros claros respecto a qué se puede y no se puede vender en las cantinas escolares. Y ni hablar de todo lo que se ha discutido sobre el etiquetado frontal, los célebres octógonos negros que se colocan en los productos envasados, y no entremos a considerar productos que se venden fraccionados y no lucen octógonos, como los embutidos y chacinados, por ejemplo. Ha habido avances, pero la situación no parece evidenciar mejoras.

Algo parecido podría decirse que pasa con los intentos de promover en la ciudadanía modos de vida más activos, caminar, correr, hacer ejercicios domiciliarios o en el ámbito laboral, generar hábitos entre los niños y jóvenes. Es cierto, es imposible llegar a todos, pero sería lo deseable, porque justamente quienes no adoptan estos hábitos muchas veces son quienes más lo necesitan. Y no es que no se hayan hecho esfuerzos. Son incontables los intentos por difundir guías de alimentación para la población general, con recomendaciones, recetas, consejos, tips, lo que se quiera, así como una Guía de actividad física para la población uruguaya que se publicó el año pasado.

Con motivo de este día, el año pasado la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular publicó un mensaje muy sensible, pero a la vez muy franco y directo, despojado de números, índices y porcentajes, apuntando a que quienes atraviesan este problema se animen a encararlo, pero no solos, que busquen y encuentren el apoyo necesario para tener éxito. Y más allá de señalar que quizás los equipos médicos no cuenten todavía con la preparación y la sensibilidad suficiente, plantea que “quizá la conversación no sea de las más fáciles, ayudará sin dudas dejar de lado el estigma, el prejuicio, la autocompasión, las culpas e iniciar la identificación de estas situaciones como problemas de salud”.